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Miradas
Columna
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Políticas de la identidad

La categoría “indígena” no es identitaria, sino política. Yo no me enteré de que era indígena hasta que llegué a la ciudad

Desfile de la Fiesta de las Culturas, Pueblos y Barrios Indígenas Originarios de México, en Ciudad de México, el pasado 9 de agosto.
Desfile de la Fiesta de las Culturas, Pueblos y Barrios Indígenas Originarios de México, en Ciudad de México, el pasado 9 de agosto.Luis Barron / Eyepix Group (Future Publishing via Getty Imag)
Yásnaya Elena A. Gil

En un debate interesante sobre los derroteros que las luchas de los pueblos indígenas estaban tomando, me sorprendió un comentario que descalificaba mis opiniones clasificándolas como propias de las políticas de la identidad que, en palabras de mi interlocutor, estaban haciendo “mucho daño” al mundo actual. No supe responder adecuadamente porque no entendía bien a qué se refería. Pronto supe que llamaban políticas identitarias a las luchas que combaten opresiones por género, raza o pertenencia étnica, por mencionar algunos.

Vengo de un proceso en el que hemos insistido en que “indígena” no es una categoría identitaria sino política, así que me sorprendió muchísimo que ahora se clasificara esta lucha como fenómeno identitario. Lo segundo más sorprendente es que estas críticas provenían no sólo de amplios sectores de la derecha, sino también de la izquierda. Por un lado, la derecha acusa a las políticas de la identidad de ser usadas por la izquierda para ganar elecciones e imponer el “marxismo cultural” al tiempo que atenta contra la familia tradicional y el nacionalismo; por otro lado, existen voces que reclaman a los partidos de izquierda haber tomado la defensa de las políticas de la identidad en detrimento de la lucha más importante, que, a su juicio, es la lucha de clases; en este tenor, las voces desde la izquierda que acusan al movimiento feminista o al movimiento de los pueblos indígenas de fragmentar a la clase obrera se están multiplicando. Resulta curioso pues que, desde la derecha y desde la izquierda, en una coincidencia poco esperada, se use “políticas de la identidad” para descalificar una serie de movimientos de larga data y de muy diversa índole.

La palabra identidad es una de esas que, de tan utilizadas, ha ido diluyendo su significado. La identidad necesita del contraste y del reconocimiento colectivo al mismo tiempo y es un proceso que va más allá de los movimientos sociales aunque esté en relación. En ese sentido, los movimientos de derecha también necesitan de discursos identitarios para sostener posturas nacionalistas con las que llaman a frenar la migración, la misma pertenencia a movimientos de derecha genera una identidad por contraste con respecto de la izquierda, y este contraste es fundamental para la construcción de las identidades políticas en los Estados-nación modernos. Por otro lado, la llamada conciencia de clase genera también procesos identitarios de pertenencia así como la misma militancia en movimientos de izquierda que necesita de símbolos, himnos y otros muchos marcadores identitarios. Si llamamos política de la identidad a toda política que genere contrastes y pertenencias identitarias, la misma construcción del espectro derecha e izquierda lo sería también y la frase “política de la identidad” perdería todo poder descriptivo.

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Me parece peligroso que la lucha de los pueblos indígenas quede categorizada bajo la etiqueta de “políticas de la identidad”, pues le niega su potencia política. La categoría indígena no es identitaria, yo misma no me enteré de que era indígena hasta que llegué a la ciudad, es decir, aunque pertenezco a un pueblo indígena esto no significó que lo experimentara identitariamente. ¿Qué me puede unir a todos los pueblos indígenas del mundo? No una misma identidad, ciertamente, nos une el hecho de haber sufrido colonización y haber quedado encapsulados dentro de los Estados-nación modernos. La categoría indígena es entonces profundamente sociopolítica y nuestra lucha también lo es. La identidad se cuece más allá.

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