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Trabajar cansa
Columna
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El PP no sabe cómo ser de derechas

Si ante la duda han preferido echar al presidente, no se comprende por qué no hacen ya a Díaz Ayuso la jefaza del partido. Muchos medios conservadores lo tienen clarísimo

Pablo Casado PP
Pablo Casado tras ser elegido como líder del PP, en Madrid, en julio de 2018.Óscar González (NurPhoto via Getty Images)
Iñigo Domínguez

Estos días he recordado una frase de Indro Montanelli sobre Silvio Berlusconi: “No tiene ideología, solo intereses”. En ese caso estaba muy claro, sobre todo los intereses. Ahora me pregunto no solo cuál es la ideología de Díaz Ayuso, que es más un estilo, sino también la de Alberto Núñez Feijoo, porque ni idea de lo que piensa de casi nada. Y por lo que nos cuentan, son los dos extremos del partido. Pero más bien es un antagonismo de tipo temperamental, una cuestión casi espiritual: estamos ante un problema de metem­psicosis. Según el Diccionario de la Real Academia, es la doctrina religiosa y filosófica “según la cual las almas transmigran después de la muerte a otros cuerpos más o menos perfectos, conforme a los merecimientos alcanzados en la existencia anterior”.

Hablemos de la existencia anterior. El PP tenía dos almas, y en un momento degenerativo una de ellas abandonó su cuerpo y echó a andar sola, y se llamó Vox. Quizá es hora de cambiar de punto de vista: no es que el PP sea la matriz original y Vox un apéndice, tal vez sea al revés, se les fue la masa madre y se quedaron con una carcasa y una sede para vender. El PP se quedó sin alma, y la otra no la encuentra. Desde hace cuatro años no hace más que palparse el cuerpo y buscar por los bolsillos. No sabe cómo ser de derechas. Qué quiere ser de mayor. Lo que le sale cuando quiere sonar auténtico son cosas que suenan a Vox, se les ha olvidado cómo ser una derecha europea y moderna. Bueno, a casi toda la derecha europea se le ha olvidado.

Asistí por razones de trabajo al congreso del PP de julio de 2018, en que fue elegido líder Pablo Casado. Su discurso de candidatura era todo adrenalina, batasunos, Torra, Venezuela, Cuba, la España que madruga. Era puro humo, pero psicotrópico, allí les hacía ver y soñar cosas. Después de Rajoy y su puro, querían caña, meterse algo fuerte. Salieron como si se hubieran fumado algo. Vox ya estaba en el aire, aún no era real, pero ellos mismos deseaban que existiera algo así. Se hizo realidad poco después, pero en otro ser. Vox llenó Vistalegre en octubre, su primera aparición seria en los medios, y en las elecciones en Andalucía tomó cuerpo. Un nuevo cuerpo más cachas que el del PP, con más testosterona, hasta con cetme.

En el discurso que Casado pronunció al ganar aquel congreso proclamó: “¡El PP ha vuelto! ¡Hemos vuelto!”. No, en realidad seguía perdido. Donde vuelve ahora es al mismo sitio, la misma encrucijada. Cuatro años después, otro congreso, y si entonces les dio igual un máster regalado, ahora deben decidir si también pasan del contrato a un hermano en plena pandemia. El estilo Trump como tentación, las barbaridades como manual de estilo. El problema Díaz Ayuso, capaz de cargarse el partido si le da por ahí, sigue intacto. Núñez Feijoo, o el que venga, se lo encontrará exactamente donde estaba, y más crecido. Si ante la duda han preferido echar al presidente del partido, no se comprende por qué no hacen ya a Díaz Ayuso la jefaza del PP. Para qué perder más tiempo. Muchos medios conservadores lo tienen clarísimo. Casado tuvo un único momento estelar en estos cuatro años, cuando mandó a Vox al diablo en el Congreso. Pero fue un discurso de un día. Luego ya no supo cómo seguir, o sintió un vacío en el cuerpo.

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Sobre la firma

Iñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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