Patria y matria
La falta de documentación puede incitar a creer que Yolanda Díaz se había adentrado en la irreflexión lingüística
Algunas personalidades políticas han forzado tanto las costuras de la lengua (los miembros y las miembras, el sujeto y la sujeta, portavoces y portavozas, monomarental, solos, solas y soles…) que cuando llega alguien y acude a una opción bien documentada en la literatura resulta que también se denuncia como despropósito.
Eso le sucedió a la vicepresidenta Yolanda Díaz, quien dijo en un coloquio el pasado día 17: “Me gustaría que abandonásemos, quizás, la carga pesada del concepto ‘patria’ para trabajar sobre el concepto ‘matria’. La ‘matria’ es algo que cuida, que trata por igual a todas las partes, que no discrimina (…). No en términos identitarios sino en términos de matria, de acogimiento, de cuidarnos, de respetarnos”.
Por supuesto, en las redes sociales desaparecieron el “me gustaría” y el “quizás”, porque las redes suelen suprimir esas fórmulas de higiénica distancia respecto de lo que uno mismo afirma; y también se perdió el matiz de “trabajar sobre el concepto”... Para el PP y algunos opinantes de guardia, todo quedó en que “Díaz quiere cambiar ‘patria’ por ‘matria”.
Pero la ministra ni propuso eso ni pareció que proscribiera el término “patria”. Sólo sugirió –sugirió– prescindir de su “carga pesada”. Una carga que la historia le ha echado encima, y que ha costado mucha sangre. La carga que le añadió el franquismo al apropiarse de ellas. De la patria y de su palabra.
Digamos de entrada que la etimología de “patria” nos lleva a “la tierra de los padres” (para los romanos, “terra patria”). Es decir, de la madre y del padre. Con esa misma intención inclusiva de “patria” decimos “mis padres son de Jaén” o afirmamos que una mujer tiene “la patria potestad” de sus hijos.
Por tanto, no procede establecer el desdoblamiento simétrico “patria / matria” como tampoco diríamos “estoy enmadronado en Murcia”, “esto lo matrocina una empresa española”, “la virgen del Carmen es matrona de los marineros”, “se celebraron las fiestas matronales”...; ni tampoco “es el alma pater” o “vinieron ciento y el padre”. Cada una de esas expresiones tiene su historia, sin que medie ya razón discriminatoria alguna, pese a lo que alguien sin mucha documentación pueda pensar.
Del mismo modo, la falta de documentación habrá incitado a creer que Díaz se adentró en la irreflexión lingüística al invocar el uso de “matria” –que, en efecto, no figura en el Diccionario– en vez de “patria”.
Sin embargo, su discurso completo parecía estar más trabajado de lo que algunos creyeron, y recordaba mucho a lo que escribió en 1961 Ernesto Sábato, premio Cervantes 1984: “La patria era la infancia y por eso quizá era mejor llamarla matria, algo que ampara y calienta en los momentos de soledad y de frío”.
Juan de Pineda escribió mucho antes, en el siglo XVI: “Platón y Hierocles dicen ser la palabra patria como de padre y madre, y que es matria mejor para significar nuestra tierra natural –que nos es como madre– que patria, que es nombre que viene del padre, y Plutarco dice ser lenguaje de los cretenses usar de la palabra matria, no de la patria”.
Se pueden hallar muchas más citas en los bancos de datos de la Real Academia. La propia ministra aportó luego en un tuit que “matria” fue usada por Unamuno, Borges o María Zambrano.
No creo que Díaz incurriera en “una barbaridad” como le reprocharon en una radio conservadora. Tal vez fue víctima, eso sí, de que algunas de sus correligionarias hayan venido abonando el camino para que toda duplicación sea tomada ya por una ocurrencia.
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