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‘Vaxxie’, el selfi de tu vacunación: dime cómo te vacunas y te diré quién eres

Son muchos los que cuelgan la foto del pinchazo en las redes y lo dedican cual gol, cual Oscar. En cada país hay usos distintos para los selfis con el brazo en ristre

Un hombre se fotografía mientras recibe la vacuna contra la covid, el 21 de mayo en Murcia.
Un hombre se fotografía mientras recibe la vacuna contra la covid, el 21 de mayo en Murcia.Marcial Guillén (EFE)

Con un 40% de la población española ya completamente vacunada y otro importante porcentaje inoculado a medias, una cosa ha ido quedando clara: el día del pinchazo es mucho más que un trámite médico. En las redes, muchos se fotografían en el trance. A la autofoto con el brazo en ristre se le llama vaxxie, de “selfi” y “vacuna” en inglés, y compartirlo parece casi obligatorio, aplicándole casi siempre otra capa de simbolismo a ese momento.

A principios de año, cuando los vacunados eran gente mayor o sanitarios, solían ser los familiares quienes hacían girar en redes esas imágenes, aprovechando para alabar no ya solo a la abuela o a la prima enfermera, sino a todo su colectivo de resilientes. Después fueron los propios protagonistas quienes iban marcando el momento por partes. Primero la cita para vacunarse, después el hecho en sí. Hay quien la dedica, como si fuera un gol o un Oscar, y quien subraya la intencionalidad política de su vaxxie, acudiendo al centro con una camiseta en defensa de la sanidad pública o dándole un tono patriótico, celebrando con emojis de rojigualdas. En la carrera por la vacunación, algunos siguen los porcentajes de cada país como si fuera la Eurocopa.

Los rituales crean comunidad y nos ayudan a autoexplicarnos, han defendido desde Pascal hasta Byung Chul-Han o Hartmut Rosa, y la vacunación de la covid se ha entendido de manera intuitiva como una gran liturgia colectiva, un paso importante que se da para superar la pesadilla colectiva, pero que cada uno resignifica a su manera. “Es una performance individual, pero que contribuye a un conjunto mayor, a una performance colectiva. Es sentirse parte de la historia, mapear la progresión de la vacunación y tomar posicionamiento en la disputa política”, resume Marcela Fuentes, profesora en el Departamento de Estudios de Performance en la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, y autora del libro Activismos tecnopolíticos (Eterna Cadencia). Fuentes cree que la creación de un relato en torno a la vacuna se debe a que “somos seres de historias y seres en espejo”. Ella ha podido trazar cómo esas narrativas se escriben de manera distinta en cada país.

En Argentina, de donde procede, todo arranca con la cita para vacunarse. Eso se comparte siempre con los grupos de íntimos. “Las amigas responden: ‘Vamooo’. Y tal vez decir ‘vamooo’ es decir ‘una más a salvo’, ‘una menos para duelar’, ‘una más para luchar’. Sirve como grito catártico y, ojalá, como compromiso de memoria”. Después llega la foto del pinchazo, aunque muchos, incluida ella misma, han ido privándose de publicarla a medida que se ha constatado que el acceso a la vacuna era desigual y, por tanto, podía traducirse en una muestra insensible de elitismo, en un “yo sí y tú no”. En Brasil, apunta también Fuentes, los bolsonaristas jamás colgarán su vaxxie porque ellos no se vacunan y, si lo hacen, no lo cuentan. “Ahí jugó el tema de la religión y la postura cínica frente a la muerte. Hay, por un lado, una instrumentalización de la muerte de tono darwiniano que va de la mano de la ideología de supremacía blanca y patriarcal. Y, por otro, un discurso de tono pseudorreligioso fundamentalista que demanda no temer a los designios superiores”.

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También en Estados Unidos vacunarse, y contarlo, está politizado. Allí fueron Joe Biden, Kamala Harris y todos los expresidentes vivos —menos Donald Trump— quienes se pincharon primero en público, siguiendo una tradición de vacunación ejemplarizante que ya se vio con Gerald Ford en 1976 y Barack Obama en 2009. Incluso Elvis Presley se inoculó en 1956 contra la polio ante las cámaras. “Las fotos de líderes vacunándose se consideran una buena práctica”, explicaba David Broniatowski, profesor de Ciencia Aplicada en la Universidad George Washington, en un artículo de The New York Times. “Si ves a un cargo electo haciendo de conejillo de indias voluntariamente, en tu subconsciente empiezas a pensar: ‘Oh, quizá debería hacerlo yo también”.

Allí la inmunización, como el uso de la mascarilla, divide al país en dos mitades que son también geográficas (los Estados de Misisipi, Luisiana y Alabama, sureños, rurales y religiosos, encabezan el ranking de menos vacunados). “En un mundo ideal, la exhortación a la vacuna sería un asunto de salud pública no partidista, pero lo es”, confirma Deen Freelon, investigador de teoría comunicativa y experto en “clictivismo” o activismo en redes. Freelon cree que el vaxxie cuenta como pronunciamiento político, incluso si quien lo cuelga no lo entiende así. “Al final, el objetivo es animar a otros a vacunarse a través de la presión de grupo, bajo la asunción de que los otros harán algo si ven que su familia y amigos lo hacen”.

No solo en Misuri o en Brasil se encuentran antivacunas. En España, la semana pasada, la diputada de Vox Macarena Olona colgó su foto correspondiente en el Hospital Zendal de Madrid. Decenas de sus seguidores se sintieron traicionados: “Cumpliendo con el globalismo, la Agenda 2030 y obedeciendo a Sánchez”, le escribió uno. “Qué decepción tan mayúscula”. “Cuéntame cuánto te pagan por hacerte esta foto”, le afearon.

Además del símbolo del renacer y del posicionamiento político, al momento en el que se recibe la Pfizer, la Janssen, la Moderna o la AstraZeneca —hay, por cierto, productos disponibles de todas las farmacéuticas, casi siempre apócrifos, y se cotizan bien en sitios de venta como eBay y Etsy— también se le ha concedido un sentido más erótico-festivo. Es el que trató de invocar el organismo de sanidad de Provence-Alpes-Côte-d’Azur (PACA), en Francia, en una campaña institucional estrenada este verano. El cartel muestra a una pareja besándose con el lema: “Sí, la vacuna también puede tener efectos deseables”. En la prensa anglosajona se ha acuñado el término hot vaxx summer, el verano caliente de la vacuna, para referirse al frenesí, tanto sexual como económico, que se esperaba para estos meses. Shar Dubey, el consejero delegado de Match.com, una de las principales páginas de búsqueda de pareja, comunicó a sus inversores recientemente que tiene sensaciones inmejorables para la temporada: calcula un crecimiento en este trimestre de entre el 22% y el 24% de uso de sus servicios, lo que se traduciría en beneficios de unos 260 millones de dólares.

Pero de momento, la variante delta y el alarmante avance de los contagios entre los menores de 35 años están enfriando estas expectativas. El verano caliente tendrá que esperar a que los centennials, los nacidos en los dos mil, se puedan hacer su vaxxie.


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