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Ensayos de persuasión
Columna
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Después será demasiado tarde

Dada la extensión de la covid-19, ¿se puede afirmar que lo peor ha pasado o faltan cosas que ver?

Joaquín Estefanía
Ciudadanos recogen zapatos y otros objetos de un contenedor el pasado 6 de octubre en Barcelona.
Ciudadanos recogen zapatos y otros objetos de un contenedor el pasado 6 de octubre en Barcelona.Miquel Benitez/GETTY IMAGES (Getty Images)

Después será demasiado tarde. Así se titula el informe que Oxfam Intermón ha elaborado para calcular el impacto del coronavirus sobre la pobreza en España: hay 1,1 millones de ciudadanos pobres más en un semestre. Siendo esto tan significativo, es solo uno más de los pronósticos sobre la parte más vulnerable de la sociedad. Por ejemplo, al tiempo en que se publicaba ese informe, la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión proporcionaba datos que complementan al anterior: entre el inicio de la Gran Recesión (año 2008) y el comienzo de la covid-19 (marzo de 2020), se incorporó al ejército de pobres en nuestro país otro millón de personas (en total, cerca de los 12 millones). No es extraño que el presidente del Banco Mundial, David Malpass, tras calificar la situación como “depresión” (que supondrá una de las crisis mayores del capitalismo) y no una mera recesión, avisara de que el virus dejará en el planeta hasta 150 millones de personas más bajo el umbral de la pobreza, alejando el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Lo más valioso del informe de Oxfam es la incorporación del factor tiempo al análisis. Ocho meses después del inicio de las dificultades sanitarias, estas no se han acolchado, como se previó en un principio: la pandemia dura más y sus contagios son exponenciales. En palabras de la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, “todos los países afrontan una escalada larga, desigual e incierta, y propensa a los reveses”. No hay mejor definición. El cuadro macroeconómico de España en 2020 —el más pesimista de los países de nuestro entorno—, elaborado por el propio FMI, es dantesco: decrecimiento de casi el 13% del producto interior bruto, desempleo de casi el 17% de la población activa, déficit del 14% y una deuda pública del 123%. Ningún ciudadano vivo ha conocido una situación parecida. Si Gurb, el extraterrestre de Eduardo Mendoza, aterrizase ahora después de haber pasado en España las últimas Navidades, sería incapaz de entenderlo.

En esta ocasión Europa ha reaccionado como un aliado, no como una madrastra malvada. Se ha olvidado de austeridades prematuras y ha proporcionado abundante munición para ayudar a los países con problemas: liquidez infinita del Banco Central Europeo para domeñar la prima de riesgo, un fondo para mitigar los golpes de la covid en el paro (100.000 millones de euros, de los cuales más de 20.000 serán para nuestro país, dirigidos en buena parte a financiar los expedientes de regulación temporal de empleo) y un fondo de reconstrucción de 750.000 millones de euros, de los cuales hay asignados 140.000 millones, en distintas modalidades (transferencias y préstamos) para España.

La inquietud de los gobernantes

La principal inquietud de los gobernantes sobre este fondo ha sido, hasta ahora, su tardanza en activarse: en qué momento tendrá todos los vistos buenos y se habrán superado las condicionalidades económicas (en qué se invertirán los euros) y políticas (si los países receptores cumplen a rajatabla las normas del Estado de derecho características del viejo continente). Cuándo se podrá disponer del dinero e introducirlo en los Presupuestos del Estado del año que viene. El factor tiempo. Las sensaciones que llegan de Bruselas son de que lánguidamente todo se va retrasando y que el impacto de este fondo se notará más en el medio y largo plazo que en el corto.

Hay otros interrogantes que se multiplican conforme la pandemia se amplía y aumentan los agujeros negros de la economía: ¿lo peor ha quedado atrás o tendremos nuevas cosas que ver?; ¿serán suficientes los 750.000 millones de euros ya programados, con extremas dificultades y divisiones entre los países en el seno de la Comisión Europea, o se quedarán cortos para cumplir sus objetivos?; ¿cómo reaccionarán los países a los problemas que ya están surgiendo en el corto plazo, muchos de ellos angustiosos? Y todo ello en una coyuntura en la que España figura al frente de la lista de los países europeos en dificultades. Nada bueno.

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