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Trabajar cansa
Columna
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La anacrónica pareja

Con tanto rencor, y tan desfasado, muchos pasamos vergüenza ajena, sentimos otra vez esa sensación de abandono al ver que la política despega como un globo y se aleja de la realidad

La portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, en el pleno del pasado miércoles.
La portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, en el pleno del pasado miércoles.Eduardo Parra - Europa Press (Europa Press)
Íñigo Domínguez

No sé qué es más curioso, que para Pablo Iglesias “marquesa” sea un insulto o que Cayetana Álvarez de Toledo se lo tome así, pierda los papeles y le mente al padre. Hay un sentido de culpa de las clases altas que siempre me ha parecido muy humano. A mí me encantaría ser marqués, lo pondría en las tarjetas de visita. Admiro a aristócratas como el marqués de Sade, el vizconde de Chateubriand, el barón de Munchausen o el príncipe de Beukelaer. Pero recurrir a un título nobiliario para insultar es como de la revolución francesa, los de abajo contra los de arriba, e Iglesias pensara que acto seguido la plebe va a salir esgrimiendo la horca y el azadón, cuando tendrían que buscarla en Wallapop.

Fue todo muy anacrónico, porque ahora no tenemos un problema ni de marqueses ni de terroristas, sino otros más actuales. Hablaban de sus padres, del pasado, no de ellos, que están aquí, ahora, y deben resolver los problemas de hoy. Pero ya que estamos, es interesante plantearse qué hubiera hecho Álvarez de Toledo si hubiera nacido antes, no en 1974, y viviera en una dictadura fascista. Viendo cómo se pone y las barbaridades que suelta en una democracia, diciendo que ya casi es un régimen totalitario, no sé qué haría en uno de verdad. Como mínimo, repartir folletos, igual que el padre de Iglesias cuando lo arrestaron. Y su padre el marqués, por ejemplo, luchó en la Resistencia contra los nazis, e hizo muy bien. En cuanto a Iglesias, nacido en 1978, no creo que haya sido humillado por nobles prepotentes en batidas de caza, como Paco el Bajo en Los Santos Inocentes. Ha crecido en una España moderna, fue a una buena escuela pública. Y si hubiera nacido marqués sería absurdo que se lo reprocharan, no es bueno ni malo, depende de la persona, aunque es verdad que se hubiera ahorrado ese pedazo de hipoteca que tiene para vivir como un marqués.

Con tanto rencor, y tan desfasado, de otra época, muchos pasamos vergüenza ajena, aunque en el PP a ella la aplaudieron entusiasmados. Uno hasta se puso de pie. Los demás, en cambio, sentimos esa sensación de abandono al ver que otra vez la política despega como un globo y se aleja, se aleja, de la realidad. Aquí nos quedamos los ciudadanos diciéndole adiós, mientras nos miramos unos a otros con estupor, cierran fábricas y ya se pasa hambre. Es que ni ha trascendido de qué hablaban realmente, la noticia es cómo se han insultado. Era una interpelación urgente para que el vicepresidente explicara “cómo van a influir en la acción de Gobierno los acuerdos políticos con el nacionalismo radical”. Pero en 37 minutos de discusión ni tocaron el tema. Esto de las preguntas en el Congreso a menudo es una pantomima, son solo una excusa para llamarse de todo y salir en la tele o tuitear minivídeos. Dos no discuten si uno no quiere, y tampoco dos hablan si uno no quiere, y es que en el Congreso siempre hay uno que no quiere, o los dos. Deben de creer que a la gente le va la marcha: no, no, por favor, deshagamos este equívoco, no sé por quién nos han tomado.

Álvarez de Toledo recuerda a otra noble de varias nacionalidades, Ira von Fürstenberg, que una vez le dijo a Fellini: “Me gustaría tanto hacer cine…”. Y él respondió: “Tenemos ya un montón de problemas”. Pablo Casado, por si no tenía ya demasiados problemas, pensó que lo mejor era poner todo peor, con ella de portavoz en el Congreso. Como está todo el día enfadada podría llamarse Ira von Álvarez de Toledo. España quiere también una foto suya en el espejo, como la de Casado, pero sonriendo. Como Greta Garbo en Ninotchka, que la promocionaban anunciando que la diva se reía por primera vez. Puede ser una idea para su próxima campaña, si no fuera porque la prioridad es incendiar todo a ver qué pasa.

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Da pena tanto talento desperdiciado. Iglesias sabe ser elegante cuando quiere, reprime al macarra que lleva dentro; Álvarez de Toledo a veces no lo es, aunque ella crea que sí, solo porque piensa que lo lleva de serie. Me encantaría ver un debate constructivo entre dos personas brillantes como estas, de ideas tan distintas, para llegar a conclusiones útiles para todos, no para ver quién insulta con más gracia. Pero temo que nunca lo veremos porque nunca llegarán a él. La política española está atascada en una fase cero, la negación del adversario.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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