Richard Sennett: “El liberalismo ha debilitado nuestra red de salvación”
El sociólogo estadounidense es profesor en la London School of Economics y en el MIT. Además, es asesor de la ONU, donde elabora estrategias contra el calentamiento global
El coronavirus ha trastocado los planes de este incansable defensor del Estado de bienestar. Este año, el confinamiento y las restricciones para volar han retenido a Richard Sennett (Chicago, 1943) en Londres, donde vive la mitad del año junto a su pareja, la también socióloga Saskia Sassen, e imparte clases en la London School of Economics. El reputado sociólogo no pasará la primavera en Nueva York, donde tiene más al alcance las aulas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). El día de la entrevista, el 27 de abril, Sennett estaba ansioso por volver a su trabajo en la ONU, donde colabora en la elaboración de estrategias para que las ciudades hagan frente a la crisis climática. El organismo internacional reabría tras permanecer varias semanas cerrado a causa de la pandemia. El autor de Construir y habitar. Ética para la ciudad (Anagrama, 2019) está impresionado: sus vecinos londinenses se han organizado y le proveen a él y a su mujer —y a otros inquilinos del edificio— de alimentos. Este detalle le ha infundido esperanza.
PREGUNTA. En esta crisis, ¿qué aprenderemos de utilidad para las futuras transformaciones a las que obligará el cambio climático?
RESPUESTA. Que una de las cosas en las que tenemos que fijarnos, en cuanto a la vida en las ciudades, es cuán densos podemos vivir. Para cuestiones climáticas, la densidad no viene mal. Interesa que la gente viva más compacta, que use el transporte público y no se mueva cada persona aislada en su coche. Pero la densidad también puede ser una amenaza. Así que la cuestión está en elaborar formas de que nuestras ciudades sean tanto verdes como sanas. Y esta es la cuestión a la que ahora mismo estamos dándole vueltas mis colegas en la ONU y yo.
P. ¿Y cómo cambiarán las ciudades?
R. La mejor propuesta que he oído para las ciudades ricas es de Anne Hidalgo, la alcaldesa de París: crear nodos de concentración, lo que ella llama “ciudades de 15 minutos”. En estas la gente puede llegar en bicicleta o andando en 15 minutos a un centro que no necesite de transporte público, que puede llegar a ser muy peligroso en casos como el que vivimos actualmente. Es un cambio enorme. En ciudades como París supone toda una reconstrucción de la urbe. Se parecería más a Londres, que es una especie de cúmulo de muchas ciudades entre las que te puedes mover a pie.
P. ¿Y las ciudades que no son ricas?
R. Por desgracia, en el sur esto no es una opción viable. La gente vive en barriadas o favelas a horas de donde trabajan. Imaginar que pudieran llegar andando es solo una fantasía. La única forma en que podrían lograrlo sería mediante el control estatal de toda la industria y la descentralización de toda la producción. Económicamente sería muy complicado. En el grupo de la ONU en el que estoy trabajando estamos imaginando opciones para São Paulo. Hay maneras de, al menos, crear redes de comunicación para que la gente sepa qué sucede en el resto de la ciudad y pueda reaccionar. Imaginemos que un barrio estuviera muy afectado por la covid-19 o algo similar. Al menos el resto se podría proteger no pasando por ahí. No es una gran opción, pero hay tan poco dinero en la mayoría de las ciudades de países en vías de desarrollo que la situación es completamente otra. A no ser que haya un cambio masivo en la economía y en el poder estatal, es más una estrategia adaptativa.
“Las ‘ciudades de 15 minutos’ no son, por desgracia, una opción para los núcleos urbanos de los países en vías de desarrollo”
P. Y sobre el sistema económico, ¿qué lecciones sacaremos?
R. El liberalismo, como fuerza económica, ha debilitado nuestra red de salvación, lo que nos ayuda en caso de crisis. Ha convertido al Estado de bienestar en algo que no funciona. ¡El Estado nos está enseñando a hacer mascarillas porque no puede proveernos de ellas! En mi edificio hemos creado nuevas formas de comunicarnos entre los vecinos porque no tenemos otra manera de hacerlo a través de ningún organismo público. Tuvimos que fabricar las conexiones nosotros mismos. El Estado va a estar demasiado debilitado para hacer frente al cambio climático. En caso de que hubiera escasez de agua, no es algo que fueran a solucionar los capitalistas. Tendremos que cambiar la economía y decidir cómo supliremos la ausencia del Estado.
P. ¿Qué diferencias ve usted entre ambas crisis, la provocada por la pandemia y la que se está gestando a causa del cambio climático?
R. La gran diferencia entre la crisis que vivimos actualmente y el cambio climático es que esta crisis es abrupta y afilada. Para intentar frenar la pandemia, puedes confinar a la población, hacer test… La cuestión con el cambio climático es que es algo muy lento, sus efectos no son dramáticos. El tema de la temperatura sobre el planeta y particularmente en las ciudades es algo que va a ir pasando año a año. En una década no habrá un momento en que digamos: “Ah, tenemos un problema”, se irá gestando. Debemos empezar a prepararnos para algo que va a pasar de aquí a 20 años y cuesta hacerlo.
P. ¿Qué cree que, al hilo de esta crisis, deberíamos hacer para mantener un equilibrio entre nuestra seguridad y nuestra libertad?
R. No podemos tener ambas cosas. Cualquier actividad es un riesgo. Y eso nos lleva a tomar decisiones concretas en función de cuánto riesgo estemos dispuestos a asumir. Siempre hay opciones en la vida. Puedes anular todo el riesgo adoptando el modelo autoritario, el modelo chino, pero no queremos vivir de esa forma. Filosóficamente he escrito mucho sobre este asunto. La inseguridad es un tema en el que todos los adultos debemos pensar. En qué aspectos te sientes inseguro y cómo. En el caso de la pandemia, a mí no me importa mi propia muerte, pero para mis nietos querría máxima seguridad, ver controles a la familia. La libertad siempre es un riesgo. En mi opinión, la mejor manera de lidiar con ello es a través del Estado de bienestar.
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