Thom Browne, el hombre que viste al Barça: “Quería crear prendas que reflejen el poder del grupo, que es lo que lleva al éxito”
Thom Browne revolucionó el traje en americana y ‘shorts’. Hoy viste a los jugadores del F.C. Barcelona y ha creado una nostálgica cápsula para el club
“Creo que son todas equivocadas”. Entre contundente y divertido, Thom Browne (Pensilvania, 56 años) descarta así las teorías conspiranoicas que auguran el fin del traje como uniforme masculino en tiempos pospandémicos. Lo hace durante una llamada de Zoom a la que asiste ataviado como buen embajador de su marca, haciendo gala de la estética impoluta teñida de gris que lo ha convertido en el rey de la sastrería contemporánea. La misma sobre la que hace dos décadas construyó su particular sueño americano.
Oriundo de la ciudad de Allentown, en un Estado quizá más proclive a dar economistas –carrera en la que se graduó– que diseñadores, Browne probó suerte como actor en Hollywood antes de decidirse a cambiar de costa e intentarlo en la moda. Tras trabajar en el showroom de Giorgio Armani y ser descubierto por Ralph Lauren, lanzó una primera colección de tan solo cinco trajes que exhibía en una pequeña tienda de Nueva York. Los trajes eran una mezcla del viejo mundo y un futuro desconcertante: tenían impecables acabados de sastrería, pero la silueta era ceñida y las proporciones radicalmente abreviadas. “Lo único que ha cambiado desde entonces es que ahora estoy más ocupado”, sostiene. “Por lo demás, mi forma de entender el trabajo es la misma. Quiero hacer colecciones y desfiles que hagan a la gente pensar. No tengo ningún interés en mostrar solo ropa. Eso me aburre. Quiero contar historias que permitan ver el mundo de una forma diferente”, explica.
Esa capacidad para situar algo tan clásico y funcional como un traje en el centro de un discurso que transita entre lo conceptual y lo dramático –sus desfiles son auténticas performances– es lo que ha hecho de Browne uno de los nombres más célebres de la moda masculina. En las escuelas de moda se estudia desde hace años The Septemberists (2007), uno de los primeros fashion films de la moda reciente en el que Browne entonaba un canto de amor a la sastrería clásica a través de imágenes oníricas que, más allá de mostrar su colección para aquella primavera, contaban la génesis de un traje como si fuera una criatura mitológica.
Desde entonces su influencia se ha dejado notar en estratos muy distintos. Por ejemplo, fue uno de los primeros diseñadores en proponer trajes formales con pantalones cortos, en un homenaje al atuendo colegial. Y pantalones de vestir ajustados y pesqueros que acabaron desembocando en la oleada de tobillos al aire que reina sin apenas competencia desde hace una década. Igual que las americanas cortas, apenas hasta la mitad del trasero, de las que él fue pionero.
Aunque su identidad sigue ligada al imaginario estadounidense, en 2018 el grupo italiano Ermenegildo Zegna, uno de los campeones de la moda masculina de lujo, adquirió el 85% de su firma, lo cual le dio una posición de privilegio en una industria cada vez más global. Parte de la culpa la tiene su relación con el primer equipo del F. C. Barcelona, al que viste desde hace tres años en sus desplazamientos, así como su última colección cápsula para la entidad. Con el objetivo de recaudar fondos para la Fundación Barça, el diseñador ha ideado camisas, bufandas, accesorios varios y, por supuesto, un traje, que conjugan su característica estética en clave blaugrana. “Quería crear prendas que reflejaran el poder del grupo, el trabajo en equipo, porque eso es lo que verdaderamente lleva al éxito”, afirma el diseñador.
Browne está convencido de que los astros del deporte a los que viste, de Leo Messi a LeBron James, “cada vez saben más de moda, la disfrutan y la aprecian. Es como una agradable distracción fuera de su mundo profesional”. Las prendas de Browne no eclipsan a las superestrellas que las lucen. “Quiero que la gente vea a la persona. Que aprecien el trabajo y el esfuerzo que les ha costado llegar donde están. Creo que es importante que las nuevas generaciones sean conscientes de eso”, aduce.
Fanático de los deportes desde que sus padres se aseguraron de que él y sus seis hermanos ocuparan su tiempo practicando alguno –”en mi caso fue la natación, era como una especie de niñera”–, el diseñador recuerda un viaje a los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal como inspiración recurrente. “Eran menos profesionales, pero era muy bello ver a atletas como Caitlyn Jenner o Nadia Comaneci caminando entre el público. Tenían algo muy inocente y muy libre”, rememora el diseñador, que reconoce esa competitividad intrínseca del deporte en su propio trabajo.
La más reciente referencia a aquella experiencia infantil aparece en su colección para esta temporada, que recoge un mítico lema olímpico: “Que comiencen los Juegos”. Un deseo aplicable, tras los tiempos oscuros vividos a causa de la crisis sanitaria, no solo a la pasarela sino también a la vida. “Debemos seguir siendo responsables y respetuosos, pero creo que es hora de aspirar a vivir otra vez, a apreciar lo que teníamos y lo que hemos aprendido en este tiempo”, afirma Browne.
Teñida de un esperanzador blanco –uno de sus colores fetiche– de principio a fin, la propuesta derriba los estereotipos de género con faldas hasta el suelo que se mezclan con chaquetas de distintas proporciones, además de los distintivos trajes de la casa, fruto de una reinvención casi infinita en cada colección que podría parecer alquimia, pero cuyo proceso creativo él prefiere simplificar: “A veces es tan sencillo como cerrar los ojos y pensar en lo que quiero hacer”.
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