No tiene Instagram, no va a fiestas, no anuncia ropa: Benjamin Voisin es la nueva estrella del cine francés
El protagonista de ‘Verano del 85′ no puede ser más parisino: busca discreción, disfruta leyendo libros en los cafés, no tiene espejos en casa y ama trabajar en el teatro. Pero la cámara lo adora
La nueva estrella del cine francés es tan parisiense que no tiene redes sociales. Benjamin Voisin (París, 25 años) rechaza todo adjetivo pomposo, cualquier exceso de atención mediática y, sobre todo, cualquier mimo de marcas y anunciantes dispuestos a aprovechar su juventud en anuncios y campañas: a pesar de su breve carrera ha sabido establecer rápido los límites de su camino.
Viéndole en persona, de visita en un hotel de San Sebastián, se entiende por qué el director Xavier Giannoli le escogió para interpretar a Lucien de Rubempré, el azaroso protagonista de Las ilusiones perdidas, la obra magna de Honoré de Balzac cuya adaptación estrena este mes: al igual que el joven de provincias que llega a París con la ilusión de encontrar la belleza y la gloria, él tiene ganas de comerse el mundo y habla de esperanza y sueños. Lo único que le diferencia de Lucien, que acaba aplastado por el dinero, los intereses y la usura, es que él no lo hará a cualquier precio. Benjamin Voisin no se someterá a lo que el resto espere de él. El arte no es un negocio.
“Cuando empecé, todo el mundo me decía que debía tener Instagram, pero sinceramente me da igual”, decreta. “Voy a hacer esto a mi manera. Lo más valioso que puede tener un actor es el misterio, y con Instagram lo pierdes. Quiero que el director se pregunte quién es este chico del que hablan tanto, que nadie me conozca. Quiero que me vean por mi trabajo y que luego dejen de verme, desaparecer mientras no esté trabajando”.
Fue Verano del 85 (2020), de François Ozon, la película que, por fin, le dio el impulso que él llevaba buscando desde los 18 años. Se plantó en aquel estreno en chándal (un buen chándal), no por una cuestión de afiliarse a una tendencia, sino, promete, por dejadez, por un (muy parisiense) desinterés. “No quiero pararme a pensar ni un segundo en esas cosas”, cuenta para añadir que ya ha rechazado ser imagen de alguna marca. “¿Cómo voy a aceptar eso después de rodar Las ilusiones perdidas?”.
Tanto Giannoli como Voisin dicen haber encontrado en la obra de Balzac una actualidad alarmante. “Es fascinante cómo a través del destino de Lucien se puede predecir el destino del mundo, se siente la llegada del dinero, del capitalismo…”, explica el actor. “Lo único que no pudo prever Balzac fueron las redes sociales, pero sin embargo es increíble cómo habla de la prensa. Tengo amigos influencers que ganan dinero por dar su opinión”.
También en su industria se cuenta el número de seguidores para conseguir un papel o pagar más o menos. “Sé que ocurre. El distribuidor de esta película pidió que buscaran a alguien más famoso que yo, pero el director se plantó. Supongo que Almodóvar no pregunta si tienes Instagram antes de darte un papel”.
Hijo de un profesor de teatro de la prestigiosa Cours Florent, se diría que Voisin tenía marcado su destino. “Para nada. Mi padre no quería que fuera actor, porque es un trabajo difícil y triunfa uno entre miles. Es un trabajo que puede ser horrible”. A los 18 años, sin embargo, empezó a formarse y a hacer teatro. “La primera vez que me subí a un escenario y sentí que el público se despertaba cuando comencé a hablar, decidí que quería ganarme la vida entreteniendo a la gente”.
Sobre las tablas se dedicó a interpretar a los clásicos –”Molière, Racine, Corneille”– mientras sumaba rechazos en castings para cine y televisión. “Parte de este trabajo es aprender a vivir con el fracaso”, concede. De todas formas, el teatro le gusta más. “Me asusta que me digan que soy mejor actor de teatro que de cine”, confiesa. ¿Lo es? “No lo sé. El teatro es más especial, el cine es más fácil, acción, corten. Bah”, dice con inconfundible deje francés. Pero lo disfruta como un niño: “Solo tienes que ser feliz, si disfrutas de tu trabajo, será bueno. Esa es mi actitud”.
Esa actitud incluye perderse por las calles de París, no tener espejos en su habitación (“soy actor para que me vean, no para verme a mí mismo”), sentarse a ver gente pasar en los cafés y soñar. Siempre con un libro. “Soy más lector que espectador, no veo mucho cine o series”, admite. Descubrió la filmografía de François Ozon tras trabajar con él; lo mismo le pasó con Giannoli y ahora con André Téchiné, con quien acaba de rodar. Le fascinan los escritores (los beatniks) y los actores: “Gerard Dépardieu es el mejor”. Con él, y con Catherine Deneuve, trabajó en su primera película, Bonne pomme (2017). Pero lo importante es otra cosa. “Hago lo que quiero, no estoy siempre en París, no voy a saraos de la industria y si voy, me voy pronto, antes de que empiece lo feo. Y, por ahora, me están dejando hacer lo que quiero”. ¿Y qué quiere además de actuar? “Escribir. Tengo 12 guiones ya escritos, pienso seguir escribiendo y a partir de los 35, espero dirigir alguno”.
Realización: Pedro Canicoba
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