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“Mi exnovio me decía que las mujeres no podíamos dedicarnos a la música electrónica. Supongo que ya habrá escuchado lo que hago”

Entre lo poco bueno que ha salido del último año y medio está el auge de la DJ greco-peruana Sofia Kourtesis, asentada en Berlín como una productora clave de la música electrónica

Es peruana y alemana a la vez; es vunerable pero indestructible; es fiestera pero res-ponsable: aquí, Sofía Kourtesis con flores.
Es peruana y alemana a la vez; es vunerable pero indestructible; es fiestera pero res-ponsable: aquí, Sofía Kourtesis con flores.HILDA MELISSA

Oculto en Oberschöneweide, una gris zona industrial del este de Berlín donde la gentrificación ni ha llegado ni se la espera, se encuentra el imponente Funkhaus Berlin, sede de la radio pública de la RDA reciclada en estudio de grabación y auditorio. Un compacto bloque de ladrillos naranja que esta mañana contrasta con la menuda figura de Sofia Kourtesis (Lima, 37 años), una de las productoras que más ha despuntado en la escena electrónica gracias a su tercer elepé, Fresia Magdalena (2021).

De raíces griegas pero nacida en Perú, la vida de Kourtesis ha sido un no parar. “Mi papá fue perseguido en la época de Fujimori porque era abogado y llevaba casos de matanzas de civiles ejecutadas por militares”, recuerda hoy, en la terraza de Funkhaus. “Cuando la cosa se puso seria, mi familia nos mandó a Alemania a mi hermano y a mí hasta que la situación se calmara”. Con 10 años regresó a Perú, pero tuvo que volver. “Me sentía como una nómada. Durante la adolescencia no sabía a dónde pertenecía ni quién era. También experimentaba por primera vez con la sexualidad sin tener muy claro si era hetero, lesbiana o bi. Una vez en Lima me botaron de una escuela de monjas por besar a una chica”.

Ahora hace 18 años del día que decidió mudarse definitivamente a Berlín. “Mi corazón es peruano, pero mi motor es alemán”, razona. Tras dos prometedores EPs –Sofia Kourtesis (2019) y Sarita Colonia (2020)–, fichó por el prestigioso sello británico Ninja Tune y empezaron a lloverle peticiones de remezclas para Georgia, Diplo e incluso Coldplay. Sus inicios, eso sí, no fueron sencillos. “Mi exnovio, que también era músico, me decía que las mujeres no podíamos dedicarnos a la electrónica, que necesitábamos mucho más tiempo para entender estos aparatos. Eso me daba tanta cólera que cuando terminamos quise demostrarle que estaba equivocado. Supongo que ya habrá escuchado algo de lo que he hecho”, dice.

Fresia Magdalena, una aleación de deep house con leves toques andinos y experimentales, rinde homenaje a su madre, aunque fue compuesto durante el duelo por el fallecimiento de su padre. “Refleja mi vulnerabilidad, mi miedo a la muerte, a la soledad. Es asumir que está bien estar mal”. La obra ha recibido críticas monumentales. “No me esperaba todas esas reseñas tan buenas de Pitchfork o Mixmag. Aún sigo confundida. Con esas expectativas me asusta pensar en un elepé, aunque la idea es sacarlo en 2022. Es que los comentarios tan positivos me causan ansiedad”.

Para angustioso, el actual estado de los clubs en Berlín, que han pasado casi dos años cerrados hasta reabrir hace unas semanas. Ni Berghain, ni Chalet, ni Watergate. “Es súper frustrante”, asegura. “Amo esta ciudad porque me dio la libertad de expresión que nunca tuve”. ¿Un paraíso de la fiesta en bucle? “Antes era muy fiestera, sí”, ríe. “Ahora estoy más calmada. Sin embargo, a veces he desaparecido dos días, mi teléfono se ha apagado, y mis amigos ya estaban preocupados, y yo no había salido del Berghain en todo ese tiempo. Pero siempre he sido muy estricta para no perder mi trabajo”.

De agujeros negros nocturnos, Kourtesis sabe lo suyo. “Recuerdo que una noche estaba en Berghain y al día siguiente me tenían que sacar la muela del juicio. De pronto me encontré con mi dentista, totalmente desnudo, con sus cositas afuera. Le dije. ‘Oye, ¿tú no me tienes que operar mañana?’ Me contestó: ‘Sí, Sofia, por eso deberías irte a descansar para estar relajada”. Por supuesto no pude pegar ojo pensando que mi odontólogo seguía en el cuarto oscuro. Fui a la clínica muerta de miedo y, efectivamente, a las nueve apareció él, impe- cable y listo para trabajar. Esa experiencia, surreal pero eficaz, me cambió la vida”.

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