Honey Dijon: “La única forma de estar cómoda es saber quién eres. He tenido que crearme el mundo que quería habitar”
La DJ más sabia de Chicago ha enamoado con sus mezclas a Wolfgang Tillmans, a Madonna y a los miles de fans que se agolpan alrededor de su mesa de mezclas
Hace un gran día en Somerset, al sur de Inglaterra, pero Honey Dijon, la DJ, icono de moda y superestrella trans, está atrapada en un hotel: le toca hacer cuarentena como a todo recién llegado de EE UU. Al otro lado de la espera le aguardaban bolos en el festival de Glastonbury —el remedo virtual que se ha organizado este año, más bien—, Croacia y más allá. Pinchará en algunos desfiles de moda y posará en otros, y acaba de actualizar su línea de ropa, Honey Fucking Dijon, desarrollada por Comme des Garçons, la influyente firma japonesa de moda de vanguardia. A la vez, su cara es parte inconfundible de la campaña #Pride de Calvin Klein: sus facciones, definámoslas como diversidad-glam, se verán por todo Manhattan. Es como si el mítico documental drag Paris is Burning (1990) hubiera cobrado vida. Honey Dijon se encuentra, en fin, en lo que prudentemente podríamos denominar un momento estupendo.
“Estoy algo ocupada”, conviene. “Pero la covid ha ahogado muchas de las cosas que estaba preparando. Antes de la pandemia, no me dejaban decir que no a nada; ahora, simplemente no tengo otra alternativa. ¿Pero tenemos que hablar de la covid? ¿No es mejor hablar de Paris is Burning? Podría pasarme la vida hablando de esa película y esas niñas”. Lo suyo es la palabra: está muy informada y calla muy poco. “No hay nada más chic que hablar con seguridad”, sentencia. “He tenido profesores francamente buenos de esto. Me han hecho reflexionar: ¿me puede importar lo que la gente piense de mí si la mayoría no sabe ni lo que piensa?”. No responde, pero suelta otra joya: “Amo las palabras porque todos hemos tenido que encajar nuestras vidas en algún lenguaje u otro. Yo siempre he sido autodidacta, especialmente en arte y moda. Eran mis dos lugares seguros cuando nadie quería que lo asociaran conmigo”.
Nacida en Chicago en un año de cuyos números no quiere acordarse (“no se habla de edad”, protesta), Dijon creció en una época menos amable que la presente con la diversidad de género. “Mi madre odia que lo cuente, pero a los 13 años me iba a escondidas a las discotecas de Chicago”, sonríe. “Me atraía todo eso. Ver a gente diferente, dejarme inspirar por la música... Eso me cambió la vida. Antes de transicionar era un espíritu muy femenino empaquetado de forma muy distinta a la mayoría de la gente. Así que tragué mucha mierda. Crecí en un barrio negro, un sitio duro. Tuve que desarrollar una armadura ya solo para llegar hasta el colegio: la gente te dice quién eres antes incluso de que tú puedas determinarlo. No tuve elección”.
Si bien hoy proyecta una tranquilidad imbatible (acaba de hacer yoga), Dijon tiene una presencia imponente. “Me enfrenté a muchos abusones de pequeña. Mi madre me inculcó la idea de que no necesitas a los demás para ser feliz. Creo que cuando te encajan en la otredad, debes armarte del lenguaje para navegarla, o sea, debes tener una idea de quién eres para poder comunicarte con quienes no encajas. Hay tantas identidades —raza, sexualidad, expresión artística—, que la única forma de estar cómoda es saber quién eres tú. He tenido que crearme el mundo que quería habitar”.
La mejor forma de conocer a Dijon es a través de su música, remezclas que han enamorado a fans como el respetado fotógrafo Wolfgang Tillmans o su amiga Madonna. En la cabina, sigue siendo como una maestra controladora. “La gente sabe qué esperar de mí. Nunca te fíes de un DJ que no baile”, alerta. Verla pinchar un tema a cappella de Stevie Wonder ante una multitud enfervorecida tiene algo de auténtica belleza. “Puedo estar en la fiesta gay más sórdida y después en las cumbres de la moda y me siento igual de cómoda, porque siempre soy la misma. Siempre. Hay gente a la que le cuesta, pero a mí no. Yo es que salí del útero así”.
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