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Manel, con la tristeza no se llega a ningún sitio

El grupo que nació mientras se hundía el sistema financiero publica ‘L’amant malalta’ para recordarnos que si hay algo constante en este mundo es que se acaba

Guillem Gisbert, Arnau Vallbé, Martí Maymó y Roger Padilla miran cada uno a un punto distinto del espacio que rodea a la fotógrafa.
Guillem Gisbert, Arnau Vallbé, Martí Maymó y Roger Padilla miran cada uno a un punto distinto del espacio que rodea a la fotógrafa.CATERINA BARJAU

El mundo se estaba desmoronando en 2008, cuando Guillem Gisbert, Arnau Vallvé, Martí Maymó y Roger Padilla, cuatro ex- compañeros de un colegio de la zona alta de Barcelona, dieron a conocer su visión en catalán del indie pop con Els millors professors europeus (2008). En 2011, cuando esa crisis financiera se había convertido en debacle política, social e institucional, Manel, ya con el cariño de toda España, lanzó 10 milles per veure una bona armadura. Sacaron Atletes, baixin de l’escenari (2013) y Jo competeixo (2016) mientras el mundo se recomponía y terminaron de seducir a los suyos con Per la bona gent (2019). Ahora, un año después del frenazo pandémico, la banda barcelonesa vuelve a reconciliarnos con el mundo con L’amant malalta (Fina Estampa, 2021), “un apéndice de tres cortes que quedaron fuera de Per la bona gent”, como ellos mismos describen y cuyo tema homónimo, que relata una cita frustrada con una amante enferma, parece la premonición de una crisis.

En un día soleado, los cuatro músicos conversan, cómplices, en el piso 22 del Hotel W Barcelona, desde donde se divisa una ciudad sin turistas: “Hay un punto interesante en eso de pasear por el centro desierto. Lo único positivo de esta crisis ha sido la caída del nivel de contaminación”, asegura Padilla. Vallvé hace un guiño a toda esa bona gent saturada de buenas intenciones: “Estamos todos perdidos. Me acabo de leer Conexión, de Kae Tempest [sobre usar la creatividad como remedio para la alienación]. A muchos les iría bien”. Guillem recuerda su paso por Madrid en febrero: “Fue sorprendente sentir de cerca las diferencias en la política de restricciones. Veníamos de una Barcelona entristecida y en Madrid dije: ‘Hostias, no entiendo nada”. Martí culmina: “En una ocasión, nos preguntaron por nuestros bares favoritos de Barcelona. Como no eran lo suficientemente cool, nos llamaron para pedirnos otros. No pasamos por el aro. Hoy han desaparecido los cuatro”.

En 2008, se ganaron el afecto del público castellanohablante con letras en catalán. ¿Cuál fue el secreto?

Padilla: Tocar fuera de Cataluña ha sido lo habitual. Gisbert: Hay grandes trabajos en catalán que no tienen éxito. Creo que el azar pesa: buen producto, momento adecuado y público agradecido.

¿Por qué se cuestiona al artista que canta el catalán y no al que lo hace en inglés?

Maymó: Quizá por ser bilingües. Nadie nunca nos dirá, ‘¿vais a cantar en inglés?’. El catalán es el idioma en el que nos sentimos cómodos.

Gisbert: Siempre hubo un público con interés musical más allá del idioma. En los setenta, Raimon cantaba en catalán y el público tarareaba sus letras.

¿Son sus letras un jeroglífico costumbrista?

Gisbert: A veces dicen que son más evidentes, otras crípticas y otras que tienen algo de alegoría. Ojalá no sean un jeroglífico para nadie. No me fío del autor que diga que sus canciones no deben entenderse.

¿Se entienden desde la tragedia o desde la ironía?

Gisbert: Si vives de esto, no te puedes fiar de la creatividad que nace del dolor. A mí me mueve la ilusión. Si alguien me pidiera un consejo, le diría que desconfiara de la fascinación por la tristeza.

¿Cómo se ha resentido su carrera con la pandemia?

Gisbert: Es devastador. Tocar para un público incómodo con mascarilla no responde a mi idea de ‘ir a un concierto’.

Vallvé: Es muy triste ver el calendario rebosante de bolos que se van desvaneciendo según se acerca la fecha.

¿Cuál es la mejor pregunta que les han hecho?

Padilla: Esta que acabas de hacer.

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