Los preparacionistas españoles están prevenidos aunque el mundo no se acabe mañana
Los ‘preppers’ son un colectivo blindado ante un (improbable) colapso. Su figura es síntoma de un clima en el que la realidad está cada vez más contaminada por las distopías de ficción
Prepararse para el fin del mundo –signifique lo que signifique–, parecía hace años algo descabellado. Pero hoy vivimos inmersos en todo tipo de relatos apocalípticos: no solo pandemias y cambio climático, sino también amenazas de colapso económico, caída de la red global o el retorno de la guerra a Europa. La mayoría de estos supuestos es improbable que ocurran. Por ejemplo, ¿puede realmente llegar un evento como el Gran Apagón? “No existe ningún indicio objetivo que haga pensar que pueda producirse un evento de tales características en nuestro país”, ha declarado Red Eléctrica de España a este periódico. “De hecho, un suceso catastrófico, como la borrasca Filomena, en enero de 2021, fue buena prueba de ello: “La resiliencia del sistema eléctrico español no se vio comprometido durante la borrasca y se garantizó el suministro eléctrico”, explicaba esa misma fuente. Pero por muy precisas que sean esas afirmaciones, hay quien vive convencido que puede pasar cualquier cosa propia de la ficción distópica y catastrófica que vemos en las plataformas audiovisuales.
El preparacionismo es el movimiento que aglutina a esas personas que se preparan para estos escenarios poco halagüeños. Los preppers, como se los conoce en las redes, dedican buena parte de su parte de ocio y no pocos recursos económicos a estar listos para salir adelante ante cualquier catástrofe: preparan minuciosamente su casa, adecuan refugios, aprenden habilidades, adiestran a su familia. Para la mayoría son paranoicos o alarmistas, pero ellos se lo toman muy en serio: dicen que no es lo mismo estar preparado que estar asustado. Samuel Guerrero, natural de Cádiz, es uno de los fundadores del grupo Preppers España. Se empezó a interesar de manera progresiva desde que era joven, aunque el gran paso adelante lo dio en 2005, con motivo del huracán Katrina que asoló Nueva Orleans. “Considero mi nivel de preparación alto”, explica a ICON. “Tengo cubiertas casi todas las necesidades básicas que tendría ante cualquier desastre. Nos preparamos por nuestra tranquilidad y la de nuestra familia. Esperamos que nunca nos haga falta usar nada de esto, pero es una forma de vida y abarcamos desde problemas cotidianos hasta situaciones más adversas”.
La pandemia, el azote del temporal Filomena y el miedo a un posible gran apagón (que los expertos consideran “mínimo”: los depósitos españoles de gas natural estaban al 82% en noviembre) aumentaron el número de preppers en España, según Samuel Guerrero. Afirma que es muy complicado contabilizar cuántos son, pero él tiene “localizadas” en sus redes sociales a unas 20.000 personas que forman parte de su organización y afirma que durante los primeros meses de la pandemia la web tuvo 100.000 visitas. Según la web especializada The Prepping Guide, el número de estadounidenses que se han preparado a diferentes niveles para un posible evento catastrófico está entre los cuatro y los nueve millones.
Uno de los elementos fundamentales para un preparacionista es la mochila de 72 horas, que, en teoría, permite sobrevivir ese primer tiempo después del estallido del apocalipsis. Una mochila genérica debe contener, fundamentalmente, varios litros de agua (la mayor parte del peso) y alimentos altamente calóricos (barritas energéticas, latas), linterna, elementos para hacer fuego, botiquín de primeros auxilios o una radio, entre otras cosas. Algunas habilidades que estos grupos consideran útiles son aprender a ocultarse si las cosas vienen mal dadas, a defenderse de los posibles enemigos, a mantener la salud mental evitando la ansiedad y la depresión o a cultivar la propia comida. Algunos preparacionistas, los más avanzados, disponen de búnkeres o refugios habilitados para resistir en caso de colapso.
¿Para qué tipo de eventos se preparan? “Actualmente tenemos varios frentes abiertos en el grupo”, relata Guerrero: “Desabastecimiento por problemas de logística, encarecimiento de productos de primera necesidad, la crisis rusa, por supuesto la covid y el tan sonado apagón”. Pero también ha pensado en problemas muchos más cotidianos, desde quedarse tirado con el coche hasta cortes de electricidad, incendio o inundación. La perspectiva de un desabastecimiento generalizado, por ejemplo, es poco probable: los expertos solo apuntan a la escasez de productos puntuales por la crisis de suministros. ¿Qué le dice la gente? “Solo mi círculo más cercano sabe que soy preparacionista”, confiesa Guerrero. “He conseguido que algunos familiares se unan al grupo y compartimos inquietudes. Otros me respetan, pero no se involucran”.
Si los preparacionistas recopilan material y adecentan sus búnkeres, los expertos en supervivencia aprenden a sobrevivir en la naturaleza simplemente con lo que esta les ofrece. “Lo más importante es aprender a ver el entorno de otra manera, a saber aprovechar las oportunidades que ofrece”, dice Ignacio Ortega, director de la Escuela Española de Supervivencia, que tiene sede en Granada pero que ofrece cursos por diferentes puntos del territorio. La vulgar ceniza, por ejemplo, que nos parece un residuo inservible, puede llegar a tener 61 utilidades diferentes: apagar hogueras, repeler insectos, hacer detergente, desodorizar, etc. En los cursos se aprende a resistir tanto física como psicológicamente. Hacen fuego, aprenden a fabricar herramientas de sílex, practican alfarería, rastrean animales, localizan agua, construyen cabañas e incluso adquieren conocimientos sobre geología, cartografía o astronomía de posición. “Hay que aprender a sobrevivir con lo que uno lleve encima, porque, por lo general, las catástrofes no avisan, te pillan de improviso”, dice el profesor. Por eso, aunque sus cursos suelen ser del gusto de la gente joven deportista y montañera, recomiendan asistir con la pareja, con los hijos pequeños, con la abuela y con la mascota, porque cuando vengan mal dadas habrá que sobrevivir en su compañía.
También hay cursos de supervivencia urbana, que enseñan a generar electricidad en casa, a hacer conservas, a conservar el agua durante mucho tiempo y a cocinar sin energía eléctrica. “La diferencia con los preparacionistas es que nosotros no hacemos tanto acopio, no tenemos la despensa llena, pero sabemos salir adelante”, dice Ortega. En su escuela ha notado un incremento de los alumnos desde el temporal Filomena. Si bien antes el alumnado se formaba por personas interesadas en la vida y el deporte en la naturaleza, ahora el público urbano, habitantes de la ciudad asustados ante improbables catástrofes, ha aumentado. Síntomas de un clima en el que los miedos de la realidad, muchas veces, se mezclan con la ficción.
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