Cuando Judas Priest fueron acusados de inducir al suicidio a dos ‘fans’: crónica del juicio más infame de la historia de la música
En diciembre de 1985 se responsabilizó del intento de suicidio de dos jóvenes (uno falleció) a los mensajes subliminales que, supuestamente, contenía la canción ‘Better By You, Better Than Me’

El 23 de diciembre de 1985 dos jóvenes hicieron un pacto de suicidio en Sparks, una localidad del estado de Nevada (EE UU) de unos cien mil habitantes. Por la tarde, habían estado consumiendo alcohol y marihuana y escuchando durante seis horas seguidas el disco Stained Class (1978), del grupo de heavy metal Judas Priest. Al anochecer, se encaminaron a un parque infantil contiguo a una iglesia con una escopeta del calibre 12. Raymond Belknap, de 18 años, se puso el cañón bajo la barbilla, apretó el gatillo y murió al instante. Su amigo James Vance, de 20, hizo lo propio, pero sobrevivió, aunque su rostro quedó desfigurado.
Tanto Belknap como Vance procedían de familias ultrarreligiosas y muy desestructuradas, con problemas de alcoholismo y violencia intrafamiliar, fracaso escolar y propensión a caer en todo tipo de adicciones y cometer delitos menores. Vance había intentado escaparse de casa en 15 ocasiones y Belknap ya había tenido otros intentos de suicidio anteriormente. En una ocasión, le había dicho a su hermana que, en el futuro, quería ser un asesino en serie, así que parecía claro que sus circunstancias sociales y ambientales habían sido las semillas que hicieron crecer la tragedia. Pero los padres de los chicos no lo veían así, y decidieron que la culpa había sido de… Judas Priest.

En una carta enviada desde el hospital por Vance a la madre de Belknap, el superviviente escribía: “Creo que el alcohol y la música heavy metal como la de Judas Priest nos dejaron hipnotizados”. Las familias decidieron creérselo a pies juntillas, y demandar a la banda británica y a su compañía discográfica, CBS, como responsables del suicidio.
Al principio, la acusación decidió utilizar como prueba la letra de la canción Heroes End, pero el juez lo desestimó, ya que el contenido lírico estaba protegido por la libertad de expresión según la primera enmienda. Entonces, el abogado de las familias, Ken McKenna, decidió darle una vuelta y aducir que otro de sus temas, Better By You, Better Than Me, contenía mensajes subliminales ocultos.
Según él, la banda había introducido unas partes de la canción grabadas al revés y provocaban que, al escucharlas, al cerebro del oyente le llegase inconscientemente el mensaje “Do it” (hazlo) repetidamente. De existir esta intención, podemos certificar que no tuvo mucho efecto, pues, de las 500.000 personas que compraron el disco, solo los dos desafortunados chicos habrían captado la esencia del mensaje. Encima el tema ni siquiera había sido compuesta por Judas Priest: era una versión de un tema original de 1969 del grupo Spooky Tooth.
‘Heavies’ trajeados en el banquillo
A pesar de todo ello, la demanda fue admitida a trámite y, el 16 de julio de 1990, los componentes de la banda de metal creada en Birmingham (Reino Unido) se tuvieron que sentar en el banquillo de los acusados en un juzgado de lo civil en la localidad de Reno. El grupo, liderado por Rob Halford, tuvo que suspender la gira que tenía entonces en marcha para comparecer en un juicio que duró mes y medio e incluyó a más de 40 testigos, y a cuyas puertas acudieron cientos de seguidores de la banda para ofrecer su apoyo. Entre la interposición de la demanda, en 1986, y el comienzo del juicio, sucedió otro hecho luctuoso: James Vance falleció en 1988 por sobredosis de metadona. Pero, durante el juicio, sus padres minusvaloraron todas las evidencias que apuntaban a una historia vital muy conflictiva y llegaron a declarar que, pese a haber tenido una etapa problemática en los años inmediatamente anteriores al pacto de suicidio, él había “cambiado a mejor” y abrazado la fe cristiana después de que “la música basura de Judas Priest le hubiese llevado por el mal camino”.
“Nosotros estamos en la música para que la gente se lo pase bien, no para que se muera”
El juicio quedó plasmado en un interesante documental estrenado en 1991: Dream Deceivers: The Story Behind James Vance Vs. Judas Priest (Traidores de sueños: La historia detrás del juicio de James Vance contra Judas Priest). Más aún que eso. Su director, David Van Taylor, comenzó a filmar tras el suicidio entrevistas a James Vance y su familia. “Cuando vi la noticia me pareció ridículo. Simplemente no podía creerlo. No conocía las circunstancias, pero no podía creer que alguien atribuyera semejante trauma, semejante acontecimiento, a un disco. Y tenía la fuerte sospecha de que pasaban otras cosas en esas familias”, declaró el documentalista a The Washington Post en 1992.
“Creo que ellos [por Judas Priest] mataron a Ray. Son unos asesinos”. Es una de las primeras frases que dice el joven Vance en la película, francamente dura de visionar cuando el espectador se enfrenta a su rostro completamente deformado, reconstruido después de cientos de horas de cirugía, y a la sensación de locura opresiva y de disociación con la realidad que se desprende de su entorno familiar. En la entrevista de The Washington Post, Van Taylor reconocía su asombro ante el hecho de que James y sus padres se mostrasen “impávidos” ante el hecho de ser expuestos ante las cámaras.

La investigación judicial se extendió también a un estudio de grabación, donde se analizó pista por pista el contenido de la canción. Tanto el ingeniero del sonido como el productor del disco fueron llamados a testificar. Son realmente delirantes las secuencias en las que, durante el juicio, se reproduce la grabación al revés, una y otra vez, en pequeños segmentos de ruidos cuasi cacofónicos para discernir si había mensajes ocultos o no. Allí testificó también Wilson Bryan Key, el más famoso experto en el uso de mensajes subliminales en la publicidad, y considerado por muchos un farsante. Key dijo ver indicios de mensajes subliminales en la canción, y también recomendó que lo analizaran con un ingeniero de sonido llamado Bill Nickloff. Después se supo que el tal Nickloff era, en realidad, biólogo marino y no poseía la experiencia de la que presumía.
El momento culminante fue cuando compareció el vocalista Rob Halford, impecablemente trajeado en contraste con su habitual look de cuero y tachuelas, y el juez le preguntó si había contenido subliminal en la canción. “Yo no he inventado una forma de cantar al derecho para que fuera entendida al revés”, afirmó él. Acto seguido, el juez le pidió cantar el tema. “Tuvimos que sentarnos en ese juzgado de Reno durante seis semanas. Era como Disneylandia. No teníamos ni idea de lo que era un mensaje subliminal. Aquello era solo una combinación de extraños sonidos de guitarra y la forma en que yo exhalaba entre las palabras. Tuve que cantar Better By You, Better Than Me en el tribunal a capela. Creo que ahí fue cuando el juez pensó: ‘¿Qué estoy haciendo aquí? Ninguna banda hace esto para matar a sus seguidores”, declaró el vocalista de Judas Priest años después.
En efecto, el juez Jerry Whitehead no vio indicio ninguno de culpabilidad en la grabación, aduciendo que era simplemente una combinación accidental de sonidos. Pero la sentencia (de más de cien páginas) no contentó a nadie. Aunque absolvió a la banda, condenó a CBS a una multa de 40.000 dólares (unos 35.000 euros) por retrasarse en la entrega del material requerido, y los Judas tuvieron que pagar su parte de las costas del juicio, además de perder las fechas canceladas de su gira. El doctor en psicología Timothy E. Moore, uno de los testigos de la defensa, criticó posteriormente en un artículo académico la falta de rigor de todo el proceso, pues este se amparaba en lo que él consideraba pseudociencia. Y, lo más grave de todo, la sugestión de que, aunque no se habían encontrado pruebas incriminatorias, la sentencia tampoco descartaba la idea de que escuchar un disco pudiera incitar a matar y, además, sentaba un precedente. “Esto deja la puerta abierta para que pueda volver a suceder”, declaró Rob Halford.

Para Judas Priest también fue un golpe que terminó por afectarles. De forma bastante frívola, todo ese largo juicio lanzó, a nivel mediático y popular, una sospecha tanto sobre ellos como sobre el heavy metal. “Me enfadé muchísimo”, declararía posteriormente Rob Halford, “porque todo eso iba en contra de lo que la banda era y lo que significaba. Nosotros estamos en la música para que la gente se lo pase bien, no para que se muera”. Durante el documental, los miembros del grupo también hablaban de que su música era “una expresión artística del sentimiento de aislamiento y frustración que puede generar vivir en el mundo moderno” y el vocalista remarcaba: “No todos cantamos sobre el amor. El 99% de la lista de éxitos de Estados Unidos, en cualquier momento, son canciones de amor. Creemos que nosotros somos un poco más intelectuales que eso”.
Tampoco agradó la sentencia a David McKenna, el abogado de la acusación, quien declaró que todo lo expuesto era demasiado nuevo para ser entendido por el tribunal pero que, en un futuro próximo, este caso sería recordado como el que demostró la relación entre el cáncer y el consumo de tabaco. “Dentro de cinco años, todos sabremos que esta música provoca violencia y muerte entre los adolescentes”, aseguró.
Un clima general de criminalización del rock en EE UU
Afortunadamente, McKenna no acertó en su pronóstico, pero tampoco se debe considerar esta historia una anécdota ni un hecho aislado. Está muy contextualizada en el clima social de aquella época en EE UU. Conviene apuntar también que, aunque era el cénit de la era Reagan, no fue algo exclusivo de los sectores más conservadores. Los mismos Judas Priest ya habían vivido un amargo precedente con la censura. En el verano de 1985, el Parents Music Resource Center, un organismo gubernamental fundado por Tipper Gore (esposa del político demócrata Al Gore) y financiado, entre otros, por Mike Love, de The Beach Boys, incluyó su canción Eat Me Alive en una lista que se denominó The Filthy Fifteen, y que incluía las canciones que el comité consideraba más censurables por su contenido lírico. Fue el paso previo a la creación de las célebres pegatinas con el logo de Parental Advisory. Explicit Content. Lo curioso de aquella lista de la infamia es que, aunque predominaban las canciones de heavy metal, también había títulos de Prince, Madonna y Cyndi Lauper, cuestionados por su contenido sexual.
Pero el de Judas no fue el primer caso en que se intentó acusar a un grupo de heavy metal de incitar al suicidio. De hecho, es probable que la familia Vance y David McKenna se hubieran inspirado en un caso sucedido un poco antes. El 1 de noviembre de 1985, los padres de John Daniel McCollum, un chico de 19 años que se había suicidado en Indio (California), demandaron a Ozzy Osbourne y, de nuevo, CBS Records, al considerar que su canción Suicide Solution había incitado al joven a quitarse la vida. En este caso, no llegó a haber juicio al no ser punible el contenido de las letras. Hubo otros dos chicos que se suicidaron, en 1986 y 1988, aparentemente después de escuchar la canción, y otra nueva demanda desestimada en 1990. “Sería un paso bastante malo para mi carrera escribir un tema que dijera Coge un arma y mátate. No me quedarían muchos fans”, declaró al respecto el recientemente fallecido Ozzy.
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