¿Ha muerto el ‘streetwear’? Por qué se habla constantemente del fin de la moda urbana si sigue facturando millones
La tendencia que nació de la contracultura ha sido adoptada por el público masivo, el sector del lujo y los millonarios a costa de su autenticidad
Entre todas las tendencias de la moda urbana de este 2024 que agoniza, probablemente la más predominante de todas sea la que anuncia su propia muerte. Los titulares que proclaman o se preguntan sobre la defunción del streetwear superan con mucho a los de cualquier colección o colaboración de los cientos que se han visto este año, tanto que se ha convertido ya en un lugar común. El supuesto fin de una manera de entender la moda surgida de las subculturas callejeras, del skateboard al hip hop, coincide paradójicamente con el auge de una industria creada alrededor de ella. Según la empresa de estudios de mercado Fortune Business Insights, el valor global de este sector se calcula en algo más de 333.000 millones de euros en 2024, superando a la valoración del año anterior, y la predicción es que siga creciendo. ¿Cómo puede un sector multimillonario, que ha creado una fuerte red de medios y personalidades a su alrededor, estar muriendo?
La conversación sobre la muerte del streetwear, real o no, viene de lejos. Ya en 2019, Virgil Abloh, fundador de Off-White, una de las firmas fetiche de la moda urbana y más tarde director creativo de Louis Vuitton hasta su fallecimiento en 2021, lo anticipaba. Desde entonces, muchas han sido las voces que han secundado el fin de un movimiento. Lo dijo este año Shawn Stussy, creador de una marca fundacional de la cultura skateboard, Stüssy, sobre el movimiento sneaker, y al menos se lo han cuestionado casi todos los medios especializados en moda del planeta. “Ya ni puedo definir qué es”, admitió Harby Li, vicepresidente de estrategia de Hypebeast, la web que surgió como un blog sobre zapatillas en 2005 y que se ha convertido en un conglomerado empresarial aupado al auge del fenómeno. Otros, como el fundador de la firma Denim Tears y antiguo director creativo de Supreme Tremaine Emory, directamente evitan asociarse con la etiqueta: “El streetwear ha muerto porque nunca ha existido”. El concepto streetwear, en efecto, parece estar en sus mínimos históricos.
Pérdida de iconos
Casi todo el mundo coincide en que 2018 fue una fecha crucial para la moda surgida de los movimientos culturales callejeros. Ese año, Virgil Abloh fue elegido director creativo de la línea masculina de Louis Vuitton, en lo que se consideró un hito de la industria de la moda: por primera vez, un diseñador surgido de la subcultura callejera estaba al frente de los diseños de una de las grandes casas de moda. La relación entre el lujo y el streetwear ya era más que fluida entonces, con colaboraciones constantes entre marcas de uno y otro lado, pero esto era un paso más: se había pasado del noviazgo al matrimonio.
Ese momento marca, para muchos, el declive definitivo del streetwear como movimiento estético innovador, iconoclasta y espontáneo. Desde entonces, lo cierto es que el viento no ha soplado en su favor. Al fallecimiento de Abloh se unió la venta de Supreme, la marca que se había convertido en el mayor icono del movimiento, al grupo VF (que posee The North Face, Vans o Timberland), un movimiento que simbolizaba el trasvase definitivo de lo contracultural a lo puramente empresarial. Con otros tótems de la moda urbana com Shawn Stussy cada vez más alejado de la misma, o el japonés Nigo, creador de otra firma tan influyente como A Bathing Ape, también tentado por la industria de la moda tradicional, en su caso como director artístico de Kenzo, el streetwear se ha ido quedando sin iconos.
De manera gradual pero constante, la alta moda ha ido asimilando las tendencias surgidas de la calle hasta hacerlas propias, primero, y después a aquellos que las han ido creando. “Se ha convertido en parte integral de la moda, y ha llegado para quedarse”, explicaba Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga, al New York Times. “El verdadero significado de streetwear, después de todo, es simplemente algo que se viste en la calle, y eso es todo”.
De la contracultura a las megacorporaciones
A medida que la industria del lujo iba asimilando cada vez más el talento surgido del streetwear, el mercado que se había ido creando desde una década seguía creciendo hasta hacerse masivo. El auge de las ediciones limitadas de zapatillas fue la puerta de entrada: hacerse con un modelo exclusivo que poca gente puede tener se convertía en algo que trascendía los círculos minoritarios para convertirse en una industria en sí misma. El propio término, una etiqueta un tanto difusa que podía incluir diferentes estéticas, se convirtió en casi un sinónimo de lo que se había denominado tradicionalmente como sport. El streetwear, en definitiva, se expandió como una plaga.
Como cualquier tendencia o movimiento que se convierte en algo demasiado grande, las voces que lo vieron crecer dejan de sentirse identificadas con ello. “¿Se suponía que el streetwear tenía que convertirse en algo tan grande? ¿Tenía que ser global a estos niveles? No lo creo”, se lamentaba Kelly Acheampong, fundador de la plataforma especializada Undiscovered, en la web Highsnobiety. Otros, como Jehu-cal Emmanuel Enemokwu, diseñador de la marca londinense Jehucal, son aún más críticos: “El streetwear se ha convertido casi en un fetiche de hombres ricos”.
En efecto, en un momento en el que alguien como Mark Zuckerberg, conocido por su anodina manera de vestir, comienza a abrazar algunos de los códigos más asimilados de la moda urbana, algo ha cambiado definitivamente. Lo que comenzó como una forma de expresión en comunidades en los márgenes ahora se ha convertido en una estética masiva asociada a una imagen de éxito. Podríamos decir entonces que el streetwear como negocio no ha muerto, pero su espíritu primigenio sí.
Recuperar parte de esa esencia, basada en el concepto de comunidad más que en el negocio a gran escala, es el objetivo de varias pequeñas firmas surgidas en distintas partes del mundo, que optan decididamente por no llegar a un público amplio. “Muchas firmas de lujo se han apropiado del streetwear, tomando la parte estética e incluso parte de su modelo de negocio, como las colaboraciones, pero las usan como una tendencia, incluso si es una tendencia a largo plazo”, explicaba el periodista especializado en moda Christopher Morency a la web Highsnobiety. “Se convirtió en algo parecido a un movimiento con gente como Virgil Abloh y Demna Gvasalia, pero el lujo nunca llegó a la esencia de lo que es el streetwear, algo hecho por la comunidad y para la comunidad”. Kelly Acheampong apunta a marcas como la londinense Corteiz como recuperadoras de ese espíritu: “Están señalando el camino, tiene esa esencia del streetwear”. Como en las escenas musicales, lo que comenzó como algo marginal ha acabado por ser masivo. La solución, para muchos, está clara: olvidarse de eso y volver a empezar de nuevo.
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