“No queremos vestir como nuestros padres”: si los jóvenes ya no calzan zapatillas de deporte, ¿qué calzan?
La decadencia de la ‘sneaker’ como zapato por excelencia no solo supone un terremoto en el modelo de negocio de marcas gigantes de moda urbana, sino una posibilidad para reivindicar y modernizar otros modelos como los mocasines
Lo que empezó como un rumor creció hasta convertirse en tumulto y, como sucede con las cosas que se repiten a menudo, acabó por aceptarse como una verdad universal. Desde hace unos años, en las conversaciones sobre moda urbana se discutía si ya se podía decir sin tapujos que había muerto la cultura sneaker, esa tendencia que ponía a la zapatilla deportiva en el centro de todo, convertida en objeto de estatus, de deseo y mercancía con la que especular en un mercado de reventa que había crecido hasta convertirse en un monstruo global.
A principios de este año, Shawn Stussy, uno de los iconos de la moda urbana y creador de la firma Stüssy, fue muy directo al declarar la muerte de las sneakers. Su teoría era sencilla: si alguien como Donald Trump podía vender unas sneakers de edición limitada, esa cultura que Stussy ayudó a crear representaba ya todo lo opuesto a sus orígenes. La pregunta que surgía entonces en los círculos de la moda urbana era clara: ¿y ahora qué?
Para entender esta supuesta defunción de la cultura sneaker hay que retroceder un poco, al periodo que va entre 2012 y 2022. En este decenio, la zapatilla se convirtió en algo más que un icono para algunas subculturas urbanas. La proliferación de ediciones limitadas y colaboraciones, muchas de ellas con marcas pertenecientes al lujo, hicieron de esta prenda el elemento central de la vestimenta de personas de todo tipo y condición. Dicho de otra forma, las zapatillas se convirtieron en mainstream. Hasta que la burbuja explotó: en 2023, las grandes firmas deportivas como Nike o Adidas vieron por primera vez en varios años como el crecimiento de las zapatillas se estancaba. Tampoco ayudó la deriva de iconos del streetwear como Kanye West, que llevó a Adidas a cortar relación con el artista –que no con su firma Yeezy–, que continúa comercializando.
Pero la cultura sneaker, sostienen algunos expertos, no ha muerto solo por exceso de oferta y un público cada vez menos preocupado por sus orígenes. Matt Welty, periodista de la revista Complex y conductor de un podcast sobre zapatillas, apuntaba recientemente a otra razón: su público se está haciendo mayor. “¿Y si te digo que esta falta de entusiasmo es tu problema, y no un problema de las sneakers?”, escribió Welty. “Y que esto sucede, probablemente, porque te estás haciendo mayor?”. Su tesis es que esa supuesta defunción de las zapatillas no es tal, porque, tal y como se pregunta, “¿qué vamos a hacer, ir descalzos?”.
El mundo más allá de la zapatilla
Efectivamente, el hartazgo por llevar las piezas más exclusivas, ha llevado a muchos consumidores a dejar de seguir las novedades del mercado pero, al mismo tiempo, diseñadores y firmas de moda vinculadas al streetwear llevan un tiempo explorando las posibilidades del calzado más allá de la dictadura de las zapatillas. A principios de este año, New Balance presentaba su nuevo modelo en colaboración con el diseñador japonés Junya Watanabe, un híbrido entre zapatillas y mocasines que oficializaba la búsqueda de nuevas formas para vestir los pies en la cultura urbana, y de paso hacer que diseños normalmente asociados a lo tradicional pudieran entrar en el universo urbano.
“Ponerse unos mocasines con pantalones de chándal es completamente aceptable ahora, y no parece que te hayas olvidado las zapatillas en el gimnasio”, explicaba Olie Arnold, director de estilo en Mr. Porter, a una de las publicaciones de streetwear más seguidas, Highsnobiety. “Para mí, los mocasines son algo así como la zapatilla original, igual de cómodas y estilosas”. No es el único caso. La firma Reimagine Studio ha destacado recientemente por sus híbridos entre sneakers y el zapato derby o la clásica bota de trabajo, llevando un poco más allá el límite de lo “vestible”. Otras marcas con raíces en la cultura streetwear, como Aimé Leon Doré o Noah, llevan tiempo apostando por la inclusión de mocasines o brogues en sus propuestas, en un trasvase de lo preppy (pijo) a lo urbano que ya vivieron otras como Ralph Lauren en el pasado.
Esta apertura por recuperar modelos de calzado tradicionales se apoya también en los gustos de una generación que no está viciada por los estereotipos de las anteriores. Como sucede con el chino de pinzas, que la Generación Z ha adoptado como alternativa al tejano, la manera de vestir los pies también mira al pasado sin ideas preconcebidas. Lo explicaba el fallecido Fraser Moss, de la firma británica YMC: “Sus padres llevan zapatillas, así que los jóvenes se rebelan vistiendo como lo hacían sus abuelos. Es una reacción en contra de la ubicuidad”.
Ese es uno de los motivos por los cuales las webs y revistas de moda masculina nos muestran ahora looks en los que la ropa deportiva se combina con mocasines, zapatos derby, brogues o monk straps, considerados por la generación anterior como un signo inequívoco de lo anticuado y carca. En efecto, en el mundo después de las sneakers lo antiguo es lo nuevo o, como resumía Moss, “lo normal se ha convertido en subversivo”.
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