Pablo Rouss: “No llevo siete años trabajando para acabar siendo el de los jerséis de malla de ‘Operación Triunfo”
Su labor como productor ya le ha dado dos Latin Grammy y éxitos con cientos de millones de escuchas, pero ha sido el ‘Operación Triunfo’ de Prime Video el que hizo célebre su rostro justo antes de publicar su primer álbum como solista
La mañana siguiente a que terminara Operación Triunfo 2023, Pablo Rouss (Pamplona, 29 años), que ha sido uno de los tres miembros del jurado de la última edición emitida en Prime Video, llega directamente desde la estación de Atocha a la sede de su sello para comenzar una jornada más de promoción de su nuevo álbum en solitario, ASINTOMÁTICO, un trabajo elegíaco que ha escrito y producido para su madre, fallecida hace dos años. Rouss apenas ha dormido tres horas (la celebración del final de OT 2023 se prolongó hasta altas horas de la madrugada en el Parc Audiovisual de Catalunya). Su labor como jurado televisivo se ha unido a crear contenido en TikTok a diario, seguir produciendo a artistas (Belén Aguilera, Recycled J, Hens), y grabar un disco. Además entrena en el gimnasio a diario y, siempre que puede, lleva una dieta medida al máximo.
Para entender una organización tan espartana tal vez haya que mirar a los orígenes. Su madre, Pepa, era española con raíces francesas. Su padre, Juan Olivier, nació en Francia. Ambos eran profesionales de las artes marciales. Su padre es cuarto Dan de Aikido e Iaido. Su madre, a quien dedica el disco, era maestra de Taichi, una de las pocas discípulas europeas y única representante en España de Wang Xi An, el gran maestro chino de la disciplina a nivel mundial. “He bebido mucho de la educación japonesa y china, que es muy recta”, explica Rouss. Prácticamente, no salió de fiesta hasta los 18, “¡ni en San Fermín!”. Pero cree que eso le ha hecho conectar más con su mundo interior. “He estado mucho en Francia, porque toda mi familia es de allí. Mi educación fue muy francesa, que es mucho más rígida, mucho más reticular. La educación española es más festiva. Por eso yo tengo también esta manera de hablar y de comunicar”.
Rouss practicó el Aikido hasta ser cinturón negro primer Dan cuando cumplía la mayoría de edad. Lo dejó (“estaba cansado de pegarme todo el rato y de llegar cascado a casa”) para dedicarse a la música. Quizá si no lo hubiera dejado estaríamos hoy hablando de él en lugar de Ilia Topuria. A día de hoy, confiesa Rouss “el deporte sigue siendo mi vía de escape”. Rouss rompe con los estándares romantizados de la creación, del dolce far niente o la vida disoluta que a veces se asocia al artista:
¿Cómo es un día normal en su vida, entonces? Mi día a día está bastante automatizado. Me levanto a las ocho de la mañana para ir a entrenar. A las 11 estoy en casa duchado y desayunado. A las 12 en el estudio, y hasta las siete u ocho de la tarde estoy ahí. Al terminar llego a casa, le dedico tiempo a mi novia, a veces salimos a cenar...
A alguien ajeno al mundo artístico le puede chocar una rutina tan mundana. Creo que la creatividad también se genera. Si trabajas todo el rato con un horario y no te dejas llevar demasiado por encontrar el alineamiento de los astros para hacer música y te centras en trabajar y en hacerla, te das cuenta de que todo se ejercita. Y si alguna vez me encuentro a alguien que funciona así, mi deber como productor es traérmelo al lado del trabajo.
Rouss comenzó tocando la guitarra con siete años, pero se empezó a curtir de adolescente en bandas de la efervescente escena metalera del norte de España. “Mi padre sabía tocar tres o cuatro canciones con la guitarra. Tocaba siempre las mismas. Un día para impresionarle, saqué una de ellas a oído. Tendría seis o siete años. Supongo que mis padres se dieron cuenta que eso no era demasiado normal y me animaron a seguir”. Durante años se batió el cobre en proyectos independientes, girando por todo el país y tocando para 20, 30 o 100 personas. Acabó en Madrid, como tantísimos otros aspirantes a estrella. Aquí recaló en los legendarios estudios Metropol para grabar y producir a artistas alternativos muy alejados del mainstream. Algunos de ellos pasaron, bajo su batuta, de artistas emergentes a la nueva normalidad del pop nacional. En todas sus variantes: si alguien se quería acercar a la electrónica, ahí está Rouss. Si alguien mira a las guitarras, también. Si hay que volver al rap, también.
A día de hoy Pablo Rouss ha trabajado con artistas como Lola Índigo o Belén Aguilera (a quien conoció al producir una canción a su compañero de piso). Con ellas ganó su primer Disco de Oro, por La Tirita. “Cuando tenía 18 años mis amigos me regalaron un Disco de Oro falso del primer álbum de mi primera banda de metal. Cuando me dieron el de La Tirita solo podía pensar que iba a ser el primero y el último.” No fue así. Con él a los mandos, artistas como Hens (que acaba de llenar un WiZink Center); Walls (que acaba de llenar cuatro salas La Paqui en una semana) o Recycled J (que hizo sold out en Vistalegre en enero) han evolucionado y dado saltos increíbles en sus trayectorias. Fueran veteranos o noveles. Ese Disco de Oro se ha multiplicado. también han llegado Discos de Platino.
“La música es un poco como las matemáticas. Cuento muchas sílabas, estructuro mucho. Para mí lo importante es el discurso melódico. El oyente medio, cuando escucha una canción, no analiza tanto, simplemente escucha, y si tú creas un discurso melódico con sentido y con dinámica, llega sin necesidad de prestarle atención.” Como muestra, un botón: Rouss confiesa que cuando escucha una canción oye las melodías, no atiende tanto a las letras. “Yo nunca he considerado que sea bueno y que por eso me pueda permitir ciertos lujos. Sí que he pensado que tenía oído y gusto para saber si algo molaba o no y, simplemente, me he puesto a prueba. Todo lo que he aprendido ha sido trabajando”. También reivindica el trato con las personas: “Lo importante no es tener talento, lo importante es conectar con los demás. Hay más grandes artistas por ser buena gente que por ser muy talentosos”, insiste. En un taxi, recorriendo la M-30, afirma no tener prisa: “Si ves que alguien que estaba por debajo de ti empieza a crecer, tienes que seguir ahí apoyándole. Si confías en ti hay un sitio para ti. Aquí hay sitio para todos”.
De cambiarle la cara al pop joven español, a ganar dos Latin Grammy junto a Sebastián Yatra con Tacones Rojos, una de las canciones más escuchadas en el mundo de habla hispana el último lustro: supera, en Spotify, los 600 millones de reproducciones. ¿Cómo lo hizo? “Estaba grabando en los estudios Metropol cuando vi a Sebastián Yatra en otra sala. Me acerqué porque habíamos trabajado antes en otra canción, pero sobre todo porque nos llevábamos bien. Me dijo que cuando terminase me pasase a producir con él. Si la relación solo hubiera sido profesional no habría pasado eso, nunca me habría llamado para echar el rato haciendo música”. Pasó lo mismo con su primer tema fuera del rock: “Coincidí en los estudios con Linda Rodrigo, una finalista de La Voz, y le dije a un amigo que estaba produciendo con ella que cuando quisiera trabajábamos juntos. Al final soy una persona de personas, lo más importante es comunicar.”
Quizá esa pasión por la comunicar es lo que le llevó a aceptar la oferta de Operación Triunfo. Se ha mostrado moderado y neutral en el programa, no necesitaba impactar. “Me ha servido para salirme un poco de la rutina en la que estaba metido, me ha ayudado a desconectar.” A pesar de haber centrado sus intervenciones como jurado en los aspectos meramente musicales, sin dar pie a ningún tipo de exabrupto, ha recibido reacciones de odio en las redes sociales. Cuando empezaron a conocerse los adelantos de ASINTOMÁTICO y su inspiración, comenzaron a llegar mensajes que aprovechaban el fallecimiento de su madre para criticar sus intervenciones en el talent show. La semana pasada lo denunció públicamente en su cuenta de X, otrora Twitter: “Ojalá nadie que haya perdido a su madre tenga que leer esto nunca”. “Esto” era un comentario repugnante donde llevaban una de las habituales bromas alrededor de esta edición de OT (las incontables camisetas de rejilla de Rouss) al terreno de lo personal y lo macabro.
Rouss, así como los demás miembros del jurado, ha vivido un tipo de exposición muy particular: picos altísimos de visibilidad durante un tiempo muy reducido que impiden cualquier tipo de conocimiento sobre la persona que ves en pantalla. “A mí no me gustaría convertirme en Pablo el del jersey de malla o Pablo el que cuenta chistes en Operación Triunfo. No llevo siete años trabajando para quedarme solo en eso.” A Pablo le da miedo no poder explicarse. “Ya de niño montaba argumentos super elaborados para que mis padres me dejaran bajar a jugar al fútbol al parque. Lo que me da palo es tener solo un minuto para decir algo y equivocarme. A mí me gusta enrollarme al hablar, conectar con la gente con la que hablo. La primera vez que llegué ahí no me reconocía. Te sientas en el plató, lleno de gente, saludas ahí al público y tienes media hora antes de empezar sentado sin nada que hacer. Es muy curioso. Siento que ahora tengo una oportunidad con las entrevistas y con las redes para que la gente me conozca de verdad”.
¿Aplica la misma metodología a la música que a las redes sociales? Claro. Es una herramienta más de mi profesión. He pasado mucho tiempo aprendiendo a editar. Todas las noches le dedicaba una hora u hora y media. Ahora ya puedo editar en unos pocos minutos aprovechando un viaje. Mi novia me dijo que no podía ser el último en subirme al carro de TikTok, y tenía razón.
Mientras llega a una de las radios más grandes del país para dar una entrevista, la voz de Rouss sale de su teléfono repitiendo las cuatro mismas palabras. Está editando su vídeo de TikTok de hoy. “Antes le pedía a mi novia que me ayudara, porque a ella se le da mucho mejor, pero me di cuenta de que no podía depender de ella para esto.” En lo que dura el trayecto ya tiene lista la pieza. Rouss sonríe satisfecho. “Es increíble. Me grabo rápidamente en casa, edito y ya está fuera”. La sorpresa es normal en un hombre que puede estar semanas editando y perfeccionando una canción.
“En algún momento tengo que bajar el ritmo”, concede. “Creo que puede estar bien seguir así un tiempo más, quizá hasta los 35. Sí. Diez años en la industria al máximo nivel son suficientes, y es agotador. A partir de cierta edad me gustaría relajarme y dar un paso atrás; dedicarle tiempo a mi familia, trabajar en proyectos puntuales, y dejar a las nuevas generaciones que hagan lo que tienen que hacer.” Se supone que la clave del Aikido es experimentar la derrota antes, para poder alcanzar después el masakatsu agatsu katsuhayabi, o sea, la victoria verdadera. Ésta no supone la derrota del otro, sino la mejora de uno mismo, la forja del carácter. Así, alguien como Rouss ha podido hacerse con el mayor premio de la música en español, sentarse delante de millones de personas, lidiar con el odio en las redes sociales, ser el acompañante silencioso y necesario de las mayores estrellas del país y hacer el luto por su madre a ritmo de pop sin perder la templanza.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.