Negro, homosexual y “el verdadero rey del rock”: así escribió Little Richard la historia de la música popular
Se estrena en cines ‘Little Richard: I Am Everything’, documental consagrado a uno de los pioneros del género, que tuvo a Elvis, los Beatles o los Rolling Stones entre sus alumnos, pero nunca se sintió suficientemente reconocido
Mick Jagger durmió en el suelo de su habitación, Paul McCartney recibió clases para imitar su característico grito y Elvis Presley le reconoció como “el verdadero rey del rock”. Sin embargo, Little Richard (Macon, Georgia, EE UU, 1932 – Tullahoma, Tennessee, 2020) siempre estuvo lejos de tener la inmensa entidad comercial y popular de sus más célebres alumnos. “Deberíais estar todos peleando por grabarme un disco. Los más grandes han estado conmigo, Jimi Hendrix, James Brown, los Beatles, Mick Jagger… ¿Mick, te acuerdas?”, dijo, en tono de broma pero muy en serio, ante la plana mayor de la industria en 1989, con motivo de la inclusión de Otis Redding en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
Su legado lo homenajea ahora la película Little Richard: I Am Everything, estrenada en cines de España el pasado viernes 26 de enero, un documental que repasa la biografía del cantante, sus decisivas contribuciones musicales y el carácter rompedor de su figura. Que el rock se entendiese como un sinónimo de rebeldía, desde luego, tuvo mucho que ver con que uno de sus arquitectos fuera un hombre negro y notoriamente homosexual que actuaba en el racista y homófobo sur de Estados Unidos en plenos años cincuenta.
“En la historia del rock, durante mucho tiempo, se ha querido dejar fuera a figuras como Little Richard o Esquerita”, dice por videollamada a ICON Lisa Cortés, la directora de Little Richard: I Am Everything. “A menudo es difícil poder contar las historias de la población negra y queer, porque suelen contradecir la narrativa oficial. En este caso, sucede con Little Richard y el relato de que Elvis fue el padre del rock”. Un segmento del documental es dedicado a narrar cómo los éxitos de Little Richard eran inmediatamente versionados por artistas blancos como Pat Boone, quien basó su carrera en adaptar canciones de músicos negros, como Tutti Frutti, y restarles toda mordiente para ajustarlas a lo socialmente aceptable en la era de la segregación racial. Y también para llevárselo crudo: Boone amasó una fortuna (solo Elvis Presley vendió más que él en su época), mientras Richard apenas cobraba derechos por las versiones. El ritmo frenético de temas como Long Tall Sally respondía a una estrategia de Little Richard para boicotear a Boone, que no era capaz de cantar a esa velocidad.
Nacido y crecido en una ciudad del sur estadounidense, Macon, que había sido depósito de suministros del ejército confederado en la Guerra de Secesión y donde los linchamientos a las personas negras estaban a la orden del día, Richard Wayne Pennyman, como realmente se llamaba, fue el tercero de 12 hermanos (siete varones y cinco mujeres) y tuvo una dura relación con su padre, debido a su homosexualidad y a su gusto por el maquillaje y las prendas femeninas. La canción con la que alcanzó la fama, Tutti Frutti, tenía una letra sobre sexo anal, convenientemente reescrita en la versión de estudio después de que el productor Bumps Blackwell le escuchase interpretarla en directo y la identificase al instante como un bombazo. El grito de guerra con el que se inicia (castellanizado, “¡Aumbabuluba balambambú!”), que imita fonéticamente el sonido de una batería, y el aporreo salvaje del piano de Richard se convirtieron en historia de la música. Y la canción generó aún más historia, puesto que estableció el estándar rítmico del rock.
“Lo que hizo a Little Richard un genio fue su don para mezclar en su música aspectos del blues, del góspel y otros distintos medios de expresión, que se combinaban con su faceta queer. Que alguien en 1955 fuera capaz de elaborar una receta así de única es algo impresionante”, reflexiona Lisa Cortés. El artista, que encontró en la música de iglesia una escuela y que subió por primera vez a un escenario invitado por la cantante y guitarrista evangélica Sister Rosetta Tharpe (ídolo para él y considerada precursora del rock), dio algunas de sus primeras actuaciones vestido de mujer, con el apodo de Princess LaVonne. En una entrevista de archivo recogida en el documental, Richard sostiene que exageraba la pluma y el amaneramiento para que los hombres blancos no le viesen como una amenaza para sus mujeres y pudiese actuar en sus locales. “Él ciertamente lo creía así. Pero no tiene mucho sentido”, opina la directora. “Esos ambientes eran también muy homófobos y alguna vez le arrestaron porque consideraban su conducta indecente”.
Llámeme reverendo
El sentimiento de culpa de Little Richard con respecto a su sexualidad condicionó en gran medida su vida. En lo más alto del éxito, cuando vendía millones de copias y llenaba recintos por todo el país, el cantante decidió abandonar el rock para estudiar teología, se casó con una mujer y pidió a todo su entorno que se refiriese a él con el nombre de reverendo Richard. En aquella época, publicó discos puramente góspel, como los dos volúmenes de Pray Along With Little Richard (Reza con Little Richard, 1960), y se negó a interpretar en directo las canciones por las que era famoso, como Lucille, Keep A-Knockin, Good Golly, Miss Molly o las anteriormente citadas, al estar el rock, explicaba, “alejado de lo divino”.
Su carácter competitivo, sin embargo, le llevó en 1962 a regresar a sus canciones de siempre durante una gira en Europa con Sam Cooke, dados los celos que sentía por el recibimiento enfervorecido del público a su compañero de cartel. A continuación, tuvo lugar su, a posteriori, sonada alianza con los entonces primerizos Beatles, a quienes, agradecido porque le admirasen, aleccionó, aconsejó y apadrinó. Con ellos compartió la temporada musical en Hamburgo que terminó de forjar a la banda británica.
Divorciado de su mujer, Richard volvió a admitir su homosexualidad, aunque, lejos de normalizarla, en múltiples ocasiones dejó claro que sus inclinaciones le parecían impuras. En 1982, en una entrevista en Late Night With David Letterman, renegó otra vez de su orientación y proclamó que “Dios creó a Adán para que estuviera con Eva, no con Esteban”. También reconoció en público su adicción a las drogas, bromeando con que, en ocasiones, se le debería haber llamado Little Cocaine. En el libro La extraordinaria vida de Little Richard, de Mark Ribowsky, editado en España el pasado 2023 por Libros Cúpula, otras sombras del personaje son señaladas, como su tóxica relación laboral con Jimi Hendrix, que por un tiempo fue su guitarrista y a quien, de acuerdo con la entonces novia del malogrado músico, Richard hostigó sexualmente. “Me pagaba mal, vivía mal y me quemaba”, resumió Hendrix al final de su colaboración. Según el libro, la estrella era tiránica con los miembros de su banda, a quienes, entre otras directrices, prohibía sonreír en el escenario.
Redescubierto por una nueva generación en la era de la psicodelia y, más tarde, reconvertido en una figura simpática que aparecía con frecuencia en galas, programas de televisión y películas, Richard mantuvo en los ochenta y noventa posturas contradictorias y cambiantes. El cineasta John Waters, que aparece en el documental y asegura que se dejó su distintivo fino bigote en homenaje a Little Richard, le entrevistó en 1987 para Playboy y provocó la ira del cantante por tomarse a risa su supuesto renacimiento como heterosexual; no obstante, dada su necesidad de atención, Richard se sintió halagado cuando se publicó el texto. También recorrió emocionado diversas entregas de premios en los años noventa, cuando recibió de golpe todos los homenajes que, como a tantos intérpretes negros, le habían escatimado a lo largo de su trayectoria.
“Hay muchas contradicciones en la figura de Little Richard. Pero es que toda su vida consistió en navegar esa zona gris, a través de la cultura popular y de la transgresión”, explica Lisa Cortés. Ringo Starr, Brian Wilson o Keith Richards le rindieron homenaje públicamente a su muerte en 2020, y la película Elvis (2021), de Baz Luhrmann, le representaba y situaba en el lugar que merecía en la historia de Presley, sin esconder la huella del cantante afroamericano sobre su música. Por sus polémicas apariciones finales en medios cristianos ultraconservadores, Waters, por su parte, lamentó que Richard muriera “completamente homófobo, diciendo cosas terribles sobre los gais y las personas trans”. Sobre si el cantante logró hacer las paces consigo mismo, Cortés cree que “solo se puede elucubrar”. “De lo que no cabe duda es de que, en esos últimos días, su relación más importante era con Dios. Él sentía que no tenía a nadie más”, cuenta. Al margen de creencias religiosas, el estreno del documental en cines de todo el mundo prueba que Little Richard, de una forma o de otra, ha logrado trascender con creces.
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