Ir al cine, ver gente, ¿presenciar un crimen? Una defensa de crecer en la ciudad
Hay algo entre magnífico y patético en hacerse adulto en una gran capital
“¡Dios mío, perdón por el retraso! El tráfico estaba fatal hoy”. Esto lo suelta una niña de cinco años que llega tarde a su clase de ballet y lo registra Overheard LA —oído en Los Ángeles—, una cuenta de Instagram y TikTok que, básicamente, se dedica a compartir las frases más ridículas, graciosas o simplemente sintomáticas de la vida en aquella ciudad. Es un retrato del lío que se hacen los angelinos entre sus muchas obsesiones paralelas: la comida orgánica, el dinero, la droga, el cuerpo, el sexo, la ansiedad y el más puro y simple esnobismo. En realidad, Overheard LA se descojona del ensimismamiento de casi cualquier habitante de gran capital:
Persona 1: Me voy a Idaho estas vacaciones.
Persona 2: ¿Dónde?
Persona 1: Idaho, el Estado de Idaho.
Persona 2: Ni idea.
Hay otros overheard —Nueva York, San Francisco—, pero el mejor sigue siendo el de Los Ángeles. La imagen podría resumirse así: un hastiado consumidor de lattes con leche de almendra, inmerso en una espiral de citas fallidas, se queja de su último percance con un conductor de Uber y combina espiritualidad y precariedad económica con una bolsa de tela de 140 dólares del supermercado bio Erewhon. (La bolsa en cuestión y el propio establecimiento tienen sus propios vídeos en Overheard LA, que obviamente a estas alturas también vende su propio merchandising).
“Claro que Los Ángeles es duro. Está lleno de gente que era demasiado buena para el lugar donde nació”, dice alguien, no sin cierta amargura, en el Instagram de Overheard LA. Con frecuencia quien está en un sitio tuvo que abandonar otro previamente. “Yo creo que todo el mundo en el pueblo se siente identificado con querer salir de ahí. Aunque ames tu pueblo, lo odias al mismo tiempo”, dice Luna Pamies en la entrevista que firma Daniel Soufi en el número de mayo de ICON. La actriz brilla junto a Alberto Olmo en El agua, esa película preciosa y un poco desconcertante que refleja la opresiva sensación de hacerse adulto en un pueblo pequeño. Pamies fue descubierta en un botellón por Elena López Riera, la directora del largo, y hoy, a sus 19 años, vive en Orihuela y se gana la vida pintando pisos propiedad de una entidad bancaria. Olmo sí se mudó de Murcia a Madrid, donde trabaja de camarero. El cine aún no les da para vivir pero, de momento, protagonizan una de las dos portadas del número (la otra es para Taron Egerton, el actor galés que puso cara a Elton John en Rocketman y ahora protagoniza Tetris. Egerton sí vive de su trabajo, pero también tuvo que irse de su pueblo, Aberystwyth, eso sí, para después comprarse una casa y poder volver).
Escribo esto mientras leo The Shards, la novela recién publicada de Bret Easton Ellis. Entre sol, piscinas y crímenes, el autor de Menos que cero describe con placer lo adulto que se sentía a los 17 años conduciendo solo por Los Ángeles y enumera, en ese despegado estilo suyo, los nombres de bares, discotecas, películas, canciones y grupos que llenaban sus días. Ir al cine, ver gente, salir de tu entorno inmediato: todo el mundo debería probar crecer en una ciudad, aunque corra el riesgo de convertirse en una niña repelente que se queja del tráfico, un personaje risible que ignora qué es Idaho o alguien que, de repente, se encuentra en Madrid pagando 26 euros por dos bagels y un paquete de café. Me ha pasado.
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