Álvaro Rico: “Los ídolos tienen gente protegiéndolos constantemente, pero a cambio deben pagar un precio”
Álvaro Rico es costalero en La Puebla de Montalbán, Toledo, y sale de fiesta en Milán con Dsquared2. Aparece en ‘El Cid’, la serie más grande de los últimos tiempos, y protagoniza ‘Dribbling’, una pequeña obra de teatro. Son las dualidades en las que se mueve esta joven estrella desde que triunfó en ‘Élite’
La primera cita con Álvaro Rico es para tomar una caña y un pincho de tortilla. Hay que hacer tiempo hasta que llegue el coche que le llevará de la nave industrial donde ha tenido lugar la sesión de fotos al rodaje de Alba, la adaptación que Antena 3 prepara de la telenovela turca y fenómeno de masas Fatmagül. El actor charla sobre El Cid, superproducción de Amazon Prime Video en la que Jaime Lorente, su compañero de Élite, interpreta al mito castellano mientras que Rico hace de Nuño, su compañero de batallas. “Rodábamos en los campos de Soria con 200 caballos, 200 figurantes y 50 especialistas. Tengo varias escenas de batalla y me lo pasé de puta madre, pero también es cierto que cuando llevas cinco días con la lucha de espaditas acabas reventado. Y a las ocho de la mañana en Soria, a cero grados, se te congelan las manos. Yo alternaba el rodaje de El Cid con el de Élite y no estaba todos los días, pero me contaron que a David Castillo le dio una hipotermia. Llegó un momento en el que no sabía si estaba actuando o estaba sobreviviendo”, recuerda.
Encadenar, e incluso solapar, cuatro series (el actor también participa en la próxima temporada de La caza, en TVE) llevó a Rico a cierto acomodamiento que le disparó las alarmas. “Al enganchar un proyecto con otro, haciendo tele a saco durante tres años y además encantado de hacerlo, empecé a controlar lo que funciona y lo que no. El cuerpo tiende a no ponerse en riesgo y a quedarse en una zona de confort en la que más o menos sabes que gustas. Y entonces decidí jugármela al teatro”, explica. Dribbling es una obra con dos personajes en la que Rico interpreta a un ídolo del fútbol que, en plena espiral de autodestrucción, es acusado de violación. Álvaro se termina la caña y se despide improvisando una invitación: “Tienes que venir a vernos ensayar”.
Una semana después Nacho Fresneda, quien interpreta al posesivo representante del futbolista en Dribbling, explica qué están haciendo dos actores ensayando una obra en un bar semiabandonado del Barrio de las Letras de Madrid: “Esto debería estar siendo ahora mismo una tasca de puta madre, el Taller Margarita, pero lo abrí con unos colegas justo antes de la pandemia y, como lo tuvimos que cerrar, propuse que ensayásemos aquí para aprovechar el local. Ahora es un espacio de teatro, pero volverá a ser una tasca”. La relación paternofilial entre ambos personajes es tóxica, codependiente y abocada a la tragedia. Para añadir solemnidad al ritual, este ensayo tiene lugar la noche después de la muerte de Maradona. Álvaro Rico calienta antes de salir al campo y en 80 minutos atraviesa episodios de euforia, desfase, calamidad, berrinche, éxtasis y resaca. Al terminar, en un estado que él siempre asegura que es “lamentable”, solo le quedan fuerzas para arrastrarse hasta la cama. Y a la mañana siguiente, le toca seguir encadenando series.
Dribbling ha empujado a Álvaro a reflexionar sobre las consecuencias de su propia fama. En un momento de la obra, el manager le recuerda al chaval que su condición de ídolo le arrebata el derecho a tener una identidad: “No te perteneces. No tienes derecho a tener una vida, este don conlleva una obligación”. “Uno de los motivos para hacer esta obra fue que, de alguna manera y aunque no a ese nivel, yo lo he vivido en mis propias carnes. Era una forma de desahogo personal”, afirma. “Los ídolos tienen gente protegiéndolos constantemente, pero a cambio deben pagar un precio: siempre tienen que poner buena cara cuando quizá no les apetece o no tienen un buen día. Pierden toda su privacidad”. Él sabe lo que significa pagar ese peaje: durante un viaje secreto a París con su entonces novia, Ester Expósito, alguien montó un entramado de espionaje haciéndose pasar por comercial de la aerolínea para sonsacarle todos los datos de su itinerario y así poder seguir a la pareja.
Dentro de Álvaro Rico conviven el chaval apegado a su pueblo (Puebla de Montalbán, en Toledo) donde ha ejercido como costalero, a quien le encanta el cine de Berlanga y Saura y que a veces saca la guitarra en la sobremesa y se arranca por flamenco, con la estrella que de la noche a la mañana empezó a correrse unas juergas de esas que a los anónimos nos suenan casi mitológicas. “He ido mucho a Milán por colaboraciones con marcas de ropa y he vivido unas noches mágicas allí”, admite entre risas casi abochornadas. “Voy con Dsquared2 a no sé dónde, luego a una fiesta privada con amigos y de ahí a las seis de la mañana a la de Armani. No me he reído ni he disfrutado tanto en mi vida. Pero entiendo también que son unas noches irreales, porque yo hablo con mi hermano y me dice: ‘Pues yo fui a Milán y me aburrí’. De hecho, lo más irreal no te lo puedo contar. Pero a veces veo La gran belleza y encuentro ese espíritu, el de la dolce vita italiana. Yo estoy viviendo eso”.
Realización: Cristina Malcorra. Maquillaje y peluquería: Jose Carlos González.
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