Cómo este surfista se convirtió a los 31 años en un “guerrillero humanitario”
El californiano Jon Rose, a través de su ONG Waves for Water, ha conseguido proporcionar acceso a agua potable a cuatro millones de personas. Ahora, de la mano de Dockers, da otro salto en su compromiso solidario.
Jon Rose nunca podrá terminar su misión. “Planeamos llevarle agua potable a todas las personas que podamos. No vamos a parar hasta que el problema de la desigualdad del agua no se haya solventado”, explica a ICON este surfista profesional ya retirado. Teniendo en cuenta que alrededor de mil millones de personas –uno de cada nueve habitantes del planeta– carece todavía de acceso a agua potable, el objetivo se antoja inalcanzable, pero este californiano está convencido de que todo puede lograrse. Tiene motivos para ser optimista: en apenas diez años ha conseguido proporcionar acceso a agua potable a cerca de cuatro millones de personas en 44 países.
“Haz lo que amas y cambia tu mundo”. Esa es la consigna que ha movido a Rose desde que decidiera empezar el proyecto solidario Waves for Water, cuyo objetivo es el de luchar contra la crisis global del agua, un recurso tan escaso como irregularmente distribuido. La organización sin ánimo de lucro basa su acción en proporcionar sistemas portátiles de filtrado de agua a las comunidades sin acceso a este bien y también coordina iniciativas de asistencia en catástrofes, de construcción o renovación de pozos y de implantación de sistemas para la recolección y almacenamiento de aguas pluviales.
Sus logros no han pasado desapercibidos para Dockers. El clásico de la moda masculina ha unido sus fuerzas con la ONG en la iniciativa Work Forward: una colaboración para inspirar a pasar a la acción, que se extenderá durante los próximos tres años y en los que la autoridad por excelencia en pantalones chinos desarrollará nuevas prácticas para ser sostenible y minimizar su impacto en el planeta mientras ayuda a Waves for Water a maximizar el suyo. ¿El fin último? Originar una reacción en cadena que provoque una transformación auténtica y duradera.
Jon Rose sintió la llamada solidaria un 30 de septiembre de 2009, mientras atravesaba uno de los momentos más bajos de su vida. Tenía solo 31 años y acaba de retirarse del surf después de una larga carrera como profesional. “Para ser honestos, yo no dejé mi carrera de surfista, ella me dejó a mí. Ya no lo hacía tan bien como antes, y no podía hacer nada al respecto”, admite honesto el californiano –él lo califica de “realismo”–. A pesar de lo difícil que fue digerir el hecho de que el único trabajo que había conocido ya no tenía sitio para él, un terremoto en Padang, Indonesia, cambió su vida. Rose, que había llegado al país para surfear con unos amigos, se topó con un seísmo de magnitud 7.6 en la escala de Richter. Por consejo de su padre –un carpintero con experiencia en labores benéficas en África–, Rose llevaba en la maleta una decena de filtros de agua potable de cerámica que iba a donar a una comunidad balinesa, pero terminaron sirviendo de ayuda en las zonas más golpeadas por el seísmo e inspirando al joven para perseguir su verdadera vocación.
En la visión del futuro de Dockers, Rose se erige como la personificación de un doble propósito: del compromiso activista y deseo de justicia social y, estilísticamente hablando, de un regreso a las raíces californianas de la marca que impulsó la moda informal desde mediados de los ochenta. El filántropo está convencido de que es esencial que las grandes firmas den un paso adelante en su compromiso activista y exhiban conciencia, tanto de su impacto en el mundo como de sus intentos para corregir cualquier desequilibrio. “Si queremos preservar nuestro planeta y nuestra forma de vida necesitamos, como individuos y como empresas, tener un cambio radical en la forma en la que equilibramos nuestro consumo”, añade.
Durante los últimos diez años, la organización ha ido dando pasos exitosos en la búsqueda de su objetivo gracias a un enfoque que denominan como “Humanitarismo de guerrilla”. Han hecho un esfuerzo deliberado para mantener un equipo reducido con el propósito de esquivar el colapso burocrático en el que organizaciones más grandes suelen verse estancadas. Sin embargo, el perfil del californiano no solo no se adscribe al arquetipo de ‘salvador blanco’ sino que califica de “obsoleta, ineficiente e ignorante” la mentalidad tradicional del cooperante extranjero. “Aunque venga de un país con más recursos, oportunidades y educación, eso no significa que sepa qué es lo mejor para la gente del sitio en el que trabajo. La mayor parte de la gente de esos lugares sabe más sobre su medio ambiente y sus circunstancias de lo que yo nunca podré saber. Lo único que puedo hacer es proveerles de nuevas herramientas para que den forma a sus propios planes”.
Y aunque los tiempos de crisis sanitaria que vivimos puedan desalentar el ánimo de quienes anhelan hacer del mundo un lugar mejor, Jon Rose concluye advirtiendo de que estas situaciones difíciles son, a la postre, nuestra mejor fuente de crecimiento personal. “Honestamente, yo ya no recuerdo las épocas fáciles en mi vida; pero puedo recitar, dando detalles, cada momento complicado por el que he pasado. Estos tiempos y estas experiencias son las que nos empujan a cambiar y a mirar más allá, y mejor”.
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