El regreso de Carlos III al ‘Britannia’, el yate en el que celebró su luna de miel con Diana de Gales

Hay lugares que traen al recuerdo momentos e historias pasadas. El yate Britannia es más que un barco de lujo para la familia real británica: fue inaugurado en 1953 por una jovencísima Isabel II que acababa de subir al trono tras el fallecimiento de su padre, el rey Jorge VI; y fue el lugar en el que hasta cuatro parejas de la monarquía británica disfrutaron de su luna de miel... aunque se les acabara después el amor. Muchos lo han considerado como un palacio flotante, porque ostentaba todas las facilidades para la corona, pero en alta mar. En 1997 dejó de navegar para convertirse en un museo situado en Leith, un barrio de Edimburgo. Aprovechando su viaje a la capital escocesa para la ceremonia de coronación de este miércoles, el rey Carlos III ha visitado el yate 42 años después de su boda con la princesa Diana de Gales. Un buque al que subieron a bordo para una luna de miel por seis países.

El monarca se encuentra en Escocia para recibir los Honores, tal y como marca la tradición: una ceremonia en la que se le mostrarán las Joyas de la Corona más antiguas del Reino Unido con motivo de su coronación. Durante este viaje le acompaña la reina Camila, aunque no ha estado presente en el tour al yate Britannia. Una vez al año, la familia real se traslada al palacio de Holyrood para celebrar una serie de actos tradicionales escoceses, pero esta ocasión es especial: ya que culmina con un acto especial en honor del nuevo monarca. La agenda de Carlos de Inglaterra estuvo este lunes repleta de actos en Edimburgo: recibió las llaves de la ciudad, para terminar embarcándose, décadas después, en el Britannia.

Este navío estaba pensado para mejorar la salud del rey Jorge VI, pero nunca lo llegó a disfrutar. Su inauguración fue en abril de 1953, cuando Isabel II —a punto de ser coronada— pronunció unas palabras para brindar por el acontecimiento: “Llamaré a este barco Britannia. Le deseo éxito a él y a todos los que naveguen en él”. Durante 44 años se convirtió en uno de los barcos más significativos de los Windsor, que sirvió a la reina y a otros de sus familiares en sus viajes alrededor del mundo. La reina llegó a confesar que el Britannia era “el único lugar donde relajarse”.

El 11 de diciembre de 1997 el buque fue retirado del servicio tras recorrer más de un millón de millas náuticas y 135 países. Varado y convertido en museo desde entonces, Carlos III ha querido regresar a donde una vez mostró su felicidad (al menos en apariencia) con la que por aquel entonces era su reciente esposa: la princesa Diana de Gales. A bordo del barco, el monarca ha tenido la oportunidad de hablar con antiguos marineros de la tripulación y de revivir tradiciones navales. Para conmemorar los 25 años en los que el yate ha estado varado, brindó con ron y dedicó unas palabras a los asistentes por cómo han cuidado el barco durante este tiempo.

A pesar de que fue construido como una residencia real —contaba con cinco pisos y con un personal de más de 240 marineros— también se llegó a plantear la posibilidad de que, en un momento dado, fuese un hospital marítimo. Nunca llegó a cumplir este último propósito, pero sí fue utilizado en una misión de rescate para evacuar a ciudadanos europeos de Yemen del Sur en 1986. No solo la familia real británica se embarcó en él, personalidades de la talla de Winston Churchill, Nelson Mandela, Ronald Reagan o Margaret Thatcher también surcaron los mares a bordo del Britannia.

Los 240 marineros que trabajaban en el yate tenían que cumplir ciertas exigencias, como comunicarse haciendo señas y gestos con las manos, para evitar los gritos y dar una sensación de paz y tranquilidad, que era lo que buscaba la familia real. También tenían que cambiarse de ropa seis veces al día para cumplir con los distintos protocolos.

Más allá de convertirse en un simple barco en el que los miembros de corona pasaban sus vacaciones o disfrutaban de unos días de tranquilidad, también fue el medio de transporte con el que los recién casados de la familia recorrían el mundo. La primera en hacerlo fue la princesa Margarita en 1960, para celebrar su luna de miel en el Caribe con Anthony Armstrong-Jones, de quien se divorció 18 años después. Los siguientes fueron la princesa Ana en 1973 junto a su marido Mark Phillips. Se divorciaron 19 años después. A ellos les siguieron en embarcarse en la ya tradicional luna de miel el príncipe Carlos y la princesa Diana; era 1981. A bordo del barco visitaron el Peñón de Gibraltar, Argelia, Túnez, Sicilia, Grecia y Egipto. Otra pareja que acabaría en divorcio, 15 años después. Los últimos en hacerlo fueron el príncipe Andrés y Sarah Ferguson en 1986 para visitar las Azores; estuvieron casados 10 años. Un barco que, en el caso de los recién casados, solo trajo divorcios.

Décadas de travesías e historias que terminaron en 1997. La familia real quiso construir otro barco de reemplazo, pero el Gobierno se negó a financiarlo. Los relojes del Britannia permanecen detenidos en las 15.01, hora en la que la reina descendió del barco por última vez para cerrar sus puertas como palacio y abrirlas como museo.