¡Es por amor!
Cristiano quiere regresar a Madrid para extender su mano al que considera su heredero; los Borbones regresan a sus vacaciones pagadas en Mallorca, y Ana Obregón vuelve del pasado al posado
Encuentro un tanto antipática la polémica generada entre las peñas del Atlético de Madrid por la posible incorporación de Cristiano Ronaldo al equipo para la próxima temporada. Cristiano siempre trae noticias, dinero, comentario, expectativa. ¿Por qué va a privarse un equipo como el Atlético de semejante excitación? Es cruel denostarlo con el argumento de la edad, cuando Cristiano parece demostrar que el futuro estará lleno de futbolistas como él, que envejecen acompañados de avances nutricionales, médicos y con envejecimiento controlado. Antes que Ronaldo envejecerán otros grandes deportistas y él seguirá activo.
Pero me gustaría ir más lejos. Cristiano ve sus éxitos como la construcción de un mito y ese mito necesita más que goles y ligas. Tiene que encontrar un sentido, una herencia. Y ese sentido se llama João Félix, el bello jugador portugués que, muchas veces, han comparado con Cristiano, hasta querer ver en él un continuador. Comparten mánager, nacionalidad y amor por el deporte. En una ocasión, Cristiano jugó con la Juventus contra el Atlético, yo estaba allí junto a Loles León. Fue un partido pesado y complicado. Asistimos a la pitada monumental, ruidosa, que recibió a Cristiano y que ya no se desprendió de él durante todo el juego. Vi en directo la reacción del jugador. Estoica, firme como uno de sus goles. Bajo ese ruido estruendoso atravesó el campo para acercarse a estrechar la mano de su compatriota. ¡Cristiano el rey de los gestos! Lo que estaba haciendo era sellar su condición de mito y referente para nuevas generaciones, representadas por João. En mi exaltada opinión no creo que existan antecedentes de una vinculación tan simbólica desde los tiempos en que el emperador Adriano regresaba de sus conquistas marciales a abrazar a Antínoo. La afición del Atlético podría también verlo de esta manera. Y permitirle iniciar su despedida desde sus filas.
Así como celebro este posible regreso, también brindo por la recuperación del tradicional posado veraniego de Ana Obregón. Algunas cosas no deben desaparecer. Y debemos agradecerle a ¡Hola! y a la propia Obregón haber tomado esta decisión, empleando la piscina familiar, en convertir el posado en una exaltación mística, un maridaje entre el bañador y el espíritu. El poder del spandex como reparador. Obregón es un referente para sus seguidores. Muchas de las cosas que hoy asumimos con normalidad se las debemos a ella. Por ejemplo, el postureo como naturalidad. Es una buena señal en estos tiempos convulsos e incendiarios que ella recupere uno de sus legados más icónicos. Además, ahora lo inyecta de nuevo sentido, de nueva espiritualidad. De nueva elección cromática y de lo que sufrimos, ella habla de relativizar, porque la vida ha sido cruel y su enseñanza es que no debemos dejar pasar la felicidad porque puede desaparecer.
A última hora, coincidiendo con el overbooking en el palacio de Marivent, Alberto de Mónaco, que fue novio de Obregón hace miles de años, visitó Atapuerca. Llegó al yacimiento sin esposa y sin hijos, sin ataduras pero con un propósito antropológico claro: ”Es fundamental saber quiénes somos”. Y tras despacharte con esa afirmación filosófica se marchó a degustar alubias y merluza como un neandertal más.
No cabe duda de que en ese amor por el ADN, en ese buscar la herencia genética incluso debajo de las piedras, aflora una preocupación muy aristocrática. En mi alborotada cabeza, todo parece estar conectado por un mismo ADN. Cristiano quiere regresar a Madrid para extender su mano al que considera su heredero, una gesta que puede entenderse como un acto solitario de amor al fútbol, empapado de ese deseo de “saber quiénes somos”. Los Borbones en masa regresan a sus vacaciones pagadas en Mallorca. Y Obregón vuelve del pasado al posado porque, tras dos años de doloroso luto, regresa a la vida, a la arena. Al origen.
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