La guerra feroz por la fortuna de los Guerlain
La pareja y el único hijo del famoso perfumista francés Jean-Paul Guerlain libran una batalla en los tribunales con el trasfondo del patrimonio familiar
Algo huele mal en la casa de los Guerlain. Entre los muros de la magnífica mansión en Mesnuls, a unos 50 kilómetros de París, donde Jean-Paul Guerlain se retiró del mundo de la perfumería que porta el nombre de su familia y que él llevó a las cotas más altas de la fama, el grado de podredumbre que han alcanzado las relaciones familiares es algo que ni la mejor de las creaciones de la antaño célebre nariz puede ocultar ya.
El renombrado perfumista, que acaba de cumplir 85 años, es hoy un hombre muy debilitado por la enfermedad de Alzhéimer, que padece desde hace tiempo, y por la batalla que disputan desde hace más de una década Christina Kragh Michelsen, la franco-danesa de 63 años que ha sido su pareja los últimos tres lustros, y Stéphane Guerlain, hijo único del perfumero y su tutor legal, de 61 años.
El enfrentamiento entre Kragh y Guerlain hijo ha sido largo y constante, pero en los últimos meses ha adquirido un tono fuera de lo común, con un cruce de acusaciones cada vez más duras —intento de asesinato incluido— que ha llevado a sus protagonistas repetidamente ante los tribunales.
La última vez fue el lunes 17 de enero. Stéphane Guerlain estaba convocado ante el tribunal de Versalles para responder a las acusaciones de “amenaza de muerte” y “violencia voluntaria” tras una denuncia de Kragh. Una denuncia grave, pero no necesariamente la peor entre dos personas que parecen dispuestas a todo para ganar el pulso que mantienen desde que sus vidas se cruzaron.
La desconfianza nació prácticamente cuando Guerlain padre le presentó su pareja a su hijo, poco después de conocerla en una fiesta en Ginebra a mediados de la década de los años 2000. Para entonces, Jean-Paul Guerlain era ya un más que acomodado jubilado, después de haberse retirado en 2002 tras pasar 47 años en la empresa familiar que, a mediados de la década de 1990, pasó a manos del conglomerado de lujo LVMH. Fascinado por esa mujer dos décadas más joven que él y con quien compartía una pasión por los caballos, la célebre “nariz” a la que se atribuyen renombrados perfumes como Samsara o Vétiver invitó pronto a Kragh a instalarse en la mansión de Mesnuls, donde han vivido las últimas cinco generaciones de la dinastía de perfumeros fundada por Pierre-François Pascal Guerlain en 1828.
Guerlain hijo creyó ver confirmadas las dudas sobre la novia de su padre, de la que siempre sospechó que quería meter mano en la fortuna familiar, una de las mayores de Francia, cuando en 2013 un galerista parisino lo llamó para contarle que una mujer había intentado venderle un cuadro de Delacroix. Era Kragh y la pintura, como bien se sabía en el mundillo del arte capitalino, pertenecía a Jean-Paul Guerlain, recordaba estos días la emisora Franceinfo. Tras ese incidente, Stéphane Guerlain, que es abogado especializado en propiedad intelectual, solicitó que su padre, cuya salud empezaba a empeorar, fuera puesto bajo su curatela, a lo que accedió la justicia. Cinco años más tarde, esa primera custodia se convierte en tutela legal plena en vista del empeoramiento del estado de salud de Jean-Paul Guerlain y de la “considerable importancia de su patrimonio mobiliario e inmobiliario”, según la sentencia de enero de 2018 que recuperó Le Monde.
Para entonces, Guerlain padre y Kragh habían intentado casarse en varias ocasiones, siempre sin éxito. Los abogados del hijo, que han logrado cada vez —la última en 2020— impedir por la vía judicial el matrimonio, aseguran que la boda no es más que un intento de hacerse con parte del considerable patrimonio familiar por parte de Kragh, que “manipula” a su pareja. Afirman además que Jean-Paul habría declarado ante testigos que no quiere casarse y que se sentía presionado, según han recordado estos días varios medios franceses. Los abogados de Kragh contraponen la longevidad de la pareja y el hecho de que ella cuida a Guerlain padre desde hace años. La franco-danesa asevera además que Stéphane no es capaz de soportar la idea de que su padre se case con otra mujer que no sea su madre, de la que Jean-Paul se divorció en 1969. Una tesis que ratificó a Le Monde a finales de 2020 otra antigua novia de Jean-Paul Guerlain, Decia Ruspoli di Poggio Suasa, quien estuvo con el perfumista entre 1985 y 2003.
Mientras tanto, las denuncias se multiplican. En 2016, Stéphane Guerlain demanda a Kragh por “abuso de confianza, falsificación y uso de documentos falsos”. El caso acabará archivado. Tres años más tarde, es Kragh la que denuncia al hijo por violencia, aunque también será archivada.
En los últimos meses, la guerra judicial se ha recrudecido. En octubre de 2021, un tribunal absolvió a Kragh de la acusación de “abandono, puesta en peligro y falta de cuidados de una persona vulnerable” por la que la fiscalía había pedido 18 meses de cárcel con exención de pena.
En este 2022 es el hijo el que tiene que defenderse ante la justicia. Desde mediados de enero debe responder por presunta amenaza de muerte contra Kragh a raíz de una disputa en mayo de 2020 que esta grabó. Además, tras ser absuelta en octubre, Kragh llamó a un agente judicial para que evaluara el estado de abandono de la mansión de los Guerlain, de lo que acusa al hijo del perfumista. Según el abogado de la franco-danesa, Frédéric Bélot, Stéphane hace vivir a la pareja “con 120 euros semanales, sin calefacción ni televisión […] están completamente aislados, amenazados e injuriados. Todo para que ella se marche”, dijo a la emisora Franceinfo.
No son meras amenazas, asegura Kragh: el 10 de diciembre, presentó otra denuncia contra Stéphane, esta vez por “tentativa de asesinato”. Asegura que trató de arrollarla con su coche cuando paseaba cerca de la propiedad familiar a mediados de noviembre pasado. La defensa del hijo de Guerlain niega fehacientemente todas las acusaciones y habla de una “instrumentalización de la justicia penal”. Pero según Le Figaro, la fiscalía de Versalles ha confirmado la apertura de una investigación por “tentativa de homicidio voluntario”. El olor de la batalla no se disipa.
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