El arqueólogo del perfume
Thierry Wasser es la ‘nariz’ de Guerlain. "Estoy convencido de que los perfumes no tienen sexo", dice
“Siempre me dicen que soy el primer nariz de Guerlain que no se apellida Guerlain. Y siempre respondo lo mismo: que me da igual”. Por si las moscas, Thierry Wasser (Montreux, 1961) se anticipa a la primera pregunta. Resuelta la incógnita, empezamos a hablar de perfumería. De lo que se siente al llevar nueve años al frente de la casa más longeva de la industria (Pierre-François-Pascal Guerlain la fundó en 1828), y también del peso de la tradición.
“Lo mejor que me ha pasado en la vida ha sido conocer a Jean Paul Guerlain [su predecesor en el cargo]”, explica. “Cuando charlaba con él sobre manufactura o sobre materias primas hablaba con alguien que había sido educado por su abuelo, nacido en 1874. Si lo piensas, es una locura, pero ¿por qué privarme de una fuente de información tan fenomenal?”.
Wasser llegó a la casa en 2008, después de haberse hecho un nombre trabajando para distintas firmas durante tres décadas. La creación de perfumes no le pillaba de nuevas, pero lo demás sí. “Al principio no sabía dónde me estaba metiendo, porque no tenía ni idea de fabricar ni de adquirir materias primas. Hoy paso un tercio de mi tiempo viajando para visitar proveedores y controlar la producción”, explica.
¿Un buen perfume implica materias primas naturales? “Los ingredientes no determinan la calidad de un perfume, sino las ideas. Hay buenas ideas que cuestan un euro y malas ideas que cuestan 1.000. Es como una pintura. Los mismos pigmentos se pueden usar para hacer una obra maestra y para hacer basura. Hay sintéticos que son alta tecnología y que hicieron posibles muchos clásicos de Guerlain. El error está en poner un sintético donde no toca. Si sustituyes el jazmín por una molécula, el cliente lo nota”.
Acaba de presentar L’Homme Idéal Sport, una nueva declinación de L’Homme Idéal (2014), que en su momento supuso un pequeño terremoto al introducir notas de almendra amarga en un perfume masculino. “L’Homme Idéal tenía algo de humorísico, porque el hombre ideal no existe, así que L’Homme Idéal Sport tampoco es necesariamente un perfume deportivo”, apunta Wasser. “Tiene notas verdes, eucalipto, acordes de fougère. Podría ser un hombre que va al gimnasio o un superhéroe”.
¿Le sorprende que cada vez más hombres empleen Jicky o L’Heure Bleue, clásicos de Guerlain que en su origen eran femeninos? “Estoy convencido de que los perfumes no tienen sexo. Aquí creemos que el cedro es para los chicos y la rosa para las chicas, pero vas a Oriente Medio y no tiene nada que ver. Las convenciones olfativas existen, pero lo interesante es jugar con ellas”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.