Rosa López: “Vivo en pelotas, pero ya no le tengo miedo a nada”
La primera ganadora de ‘Operación Triunfo’ es hoy una mujer madura que celebra el vigésimo aniversario del concurso que cambió su vida sin omitir los peajes personales que se cobró su éxito
Rosa López Cortés peina canas. Algunas hebras blancas motean el sencillo moñete tirante con el que se presenta a ser entrevistada —y fotografiada— en la redacción de EL PAÍS, adonde llega en un modesto turismo conducido por Nacho Alonso, su novio y representante. Cálida, locuaz, hipersensible hasta quebrarse varias veces durante la charla, Rosa parece mostrarse, a la vez, en cueros vivos y con una coraza de varios centímetros de acero. De vez en cuando mira a su pareja, Nacho, un policía local de Madrid, como para comprobar que no se sale del tiesto donde ha decidido permanecer para no meterse en charcos. Si no está escaldada con los medios, lo parece.
Pregunta. ¿Cuándo se dio cuenta del efecto de su voz sobre los otros?
Respuesta. Con 13 años actué con mi tío Hernán en una terraza de mi pueblo. Él y su mujer amenizaban las noches de verano cantando pachanga para que la gente cenara a gusto. Me sacó y canté I will always love you, de Whitney Houston, y se hizo un silencio precioso en medio del bullicio. Sentí algo inexplicable, me quedé con ganas de más, y hasta ahora.
P. ¿Qué significaba cantar para usted?
R. Todo. Yo venía del colegio y no hacía los deberes: me metía en mi templo, que era mi cuarto, echaba la cortina, me ponía mi pletina y se me venían las horas encima. Me tiraba horas muertas cantando, probándome ropa, haciendo videoclips delante del espejo del baño. Me autoproducía.
P. Lleva una mascarilla contra el acoso escolar. ¿Conoce el paño?
R. Todos lo hemos sufrido en algún momento, aunque seas bellísimo. Es verdad que en mi infancia, sí sufrí algunas circunstancias, pero mi bullying está superadísimo. Si no fuera porque yo era fuerte sin saberlo, y por los valores que me transmitieron mis padres, hubiera tenido una autoestima aún más baja de la que tuve en Operación Triunfo.
P. ¿Que tampoco era muy alta?
R. Bueno, era una autoestima de la edad que tenía de cabeza, que no eran 20 años, sino 13 de los antiguos, no de los de ahora, que una cría tiene sus estudios, viaja y es capaz de manejarse en sociedad y mirar a un adulto a los ojos.
P. ¿Usted no lo era?
R. [Se emociona] Me cuesta volver atrás. Bueno, tenía poca experiencia, poca cultura, o insuficiente. La suficiente para estar en mi casa, pero para esa nueva vida que me tocó era insuficiente. Es curioso, porque la gente me veía como una persona frágil, pero ahora me doy cuenta de que si eres capaz de subirte a un escenario, no eres ni débil ni inseguro.
P. Una cosa es estar arriba y otra abajo.
R. Son toros diferentes, presiones diferentes. Que te vea un país entero no pasa todos los días, pero soy más fuerte de lo que pensaba.
P. Antes me ha dicho que tiene miedo a los titulares. ¿Qué titular pondría usted a esta entrevista?
R. Que, después de 20 años, ha llegado el momento de aplaudir al público. Porque para mí la música es una herramienta para mi verdadera vocación: ayudar.
P. Pero de ayudar no se come.
R. Sí, se come a nivel emocional, y también profesional porque en mis conciertos, aunque sean pequeñitos, vienen familias enteras después de una pandemia.
P. No la veo muy ambiciosa.
R. Ese es uno de los problemas más gordos que he tenido en la vida: no ser ambiciosa económicamente. Sí lo soy en ayudar, en trasmitir amor a la gente.
P. ¿De dónde le viene el altruismo?
R. De mis padres [vuelve a emocionarse]. Perdona, no sé qué me pasa. Creo que es psicológico. Los sitios cerrados y con una luz enfrente, como esta salita, me recuerdan a Operación Triunfo. Yo a lo que me aferraba en cada gala era a la luz, al focazo, y siempre que una luz me enfoca me lo recuerda. Estoy sensible.
P. ¿Qué piensa cuando le restriegan el éxito de sus compañeros?
R. Que somos unos morbosos y unos egoístas de cojones. Queremos que alguien lo pase mal para ayudarle, o que esté de puta madre para decir lo hijo de puta que es. En el velatorio de mi padre me pedían autógrafos. ¿Eso es respeto? ¿Guerra? Ninguna, porque mientras yo no la quiera no la hay. Para mí Bisbal es un ganador de vida, igual que Mireia. Cada persona que se sube a un escenario merece respeto.
P. En su vídeo Por fin pienso en mí, de 2018, aparece como una marioneta. ¿Se sentía utilizada?
R. Quería retratar las ataduras que una misma se hace, no echarle la culpa a los demás, que es lo que todo el mundo quiere oír.
P. ¿Por qué cree eso?
R. Porque hay una lupa muy grande sobre la Rosa triunfita.
P. ¿Hasta dónde está de ella?
R. Hasta ningún sitio. La veo con amor. Es como un padre que te regaña, pero es tu padre.
P. Dicen que hay que matar figuradamente al padre para crecer.
R. He luchado contra ese juego y para no dejarme mimetizar con un personaje. Han pasado 20 años, lo normal sería crecer con el público. Pero la lupa solo se fija en la Rosa de hace 20 años, pobrecita, a la que hay que ayudar.
P. ¿Y ya no es pobrecita?
R. No he sido pobrecita nunca. Lo que menos me gusta en esta vida es dar pena. Ni la doy, ni me pasa nada para darla, ni quiero darla. Es todo lo contrario. Soy una mujer fuerte, con 40 años tengo mucho más que contar, piso el suelo con más fuerza, o eso pienso yo, y, aunque se me hace más duro porque estoy sola e independiente, dirijo mi carrera.
P. ¿Su ruptura con su discográfica fue huida o liberación?
R. Respeto mucho a la industria musical porque vengo de ahí y mi carrera es gracias a eso. Para estar en la industria tienes que estar en las radios, en los festivales. Y yo me he sentido valorada como celebrity, no como artista.
P. ¿Cómo de rápido se pasan 20 años?
R. Pues muy rápido, porque yo creo que aún tengo 20, y no los tengo. Han pasado muchas cosas, y bien que me lo dice cada día mi situación de vida y el espejo.
P. Yo la veo guapísima. ¿Cuánto ha tardado en verse bella usted?
R. Pues es que eso ha sido siempre una lucha dentro de mí. Creo que fue a los treinta y tantos, ya había muerto mi padre, que se me murió cuando yo tenía 27. Fue un todo a la vez: verme sola, con una pareja, bajo un techo mío, con mi dinero, con mis propias decisiones, con el control de mis emociones, mis pensamientos, con mi disciplina, mis buenos hábitos. Tardé lo mío.
P. ¿Cuánto le ha pesado la responsabilidad familiar a la chepa?
R. Pensaba en mi madre, en mis hermanos. Mucho. Por eso creo que es importante la ayuda profesional, porque parece que no, pero la vida pesa. Y no quiere decir que sea malo, pero hay un momento en que tienes que descargar mochila para poder con ella.
P. Y eso le ha llevado tiempo.
R. Sí, la terapia está megahecha, todo está trabajadísimo, lo que pasa es que aun así... Un artista es vulnerable. Es como un jugador que no juega en su campo jamás: si se mueve, se marca un gol él mismo, y si no, los demás.
P. ¿Ha sentido clasismo?
R. He estado en palacios y en cabañas, sí. Y sí que he notado clasismo, hasta que dejé de verlo y empecé a sentirme cómoda y a hacer sentir cómodo al de enfrente.
P. ¿Qué es el triunfo para la ganadora de Operación Triunfo?
R. Gané OT, pero no he tenido vida de ganadora. Vivo en pelotas, pero ya no le tengo miedo a nada. Mi madre dice que yo, por dar, doy hasta el chocho [ríe]. He aprendido que el triunfo más bonito no está en el escenario [mira a su novio]. Estoy en el mejor momento de mi vida. Mi poder no es mío, es del público. Como se aprovechan de mí, voy a aprovecharme yo para algo bueno. Todo el mundo quiere que digamos barbaridades o secretos para sacar titulares, a ver quién celebra mejor este año. Yo busco lo que sea más puro. ¿La gente quiere OT? Vale. Pero ha llegado el momento de que el protagonista sea el público que lo hizo posible.
'¿ROSA DE QUÉ?'
Ni Rosa de España, ni Rosa la triunfita, ni Rosa la gorda. Así se presentaba Rosa López (Granada, 40 años) en 'Soy Rosa' un documental de 2017 en el que ajustaba cuentas con su imagen pública de Cenicienta. Hoy, la ganadora de la primera edición de 'Operación Triunfo' celebra el 20º aniversario del legendario programa que le cambió la vida. Ganó, pero no ha llevado vida de ganadora, confiesa la cantante que enamoró al país con su participación en Eurovisión y que, después, no ha cosechado el éxito de ventas que sí ha acompañado a otros de sus compañeros de concurso, como David Bisbal, David Bustamante, o Chenoa. A cambio, vive como quiere.
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