Si tiene gato, usted se llama Karen
La historia de la gata Scarlett, que salvó a sus cachorros de un incendio, populariza y dulcifica el término Karen, hasta ahora despectivo
El 30 de marzo de 1996 fue un día de nieve y fuego en el barrio de Brooklyn, en Nueva York. A la tormenta blanca que caía del cielo se le sumó el incendio de un garaje abandonado en el que se traficaba y se consumía droga. Fue el inicio de una historia —contada en un mundo analógico— que dio la vuelta al mundo y el origen de un término —expandido en el entorno completamente virtual— que se utiliza hoy para llamar a las millones de personas que comparten su vida con gatos.
Cuando el fuego estaba ya controlado el bombero David Giannelli se percató de que una gata entraba y salía del local en llamas. Repitió el trayecto hasta en cinco ocasiones: estaba sacando uno a uno a sus cachorros. Según relata Giannelli, en las últimas incursiones estaba ya tan afectada por el humo y las llamas que iba chocando el hocico contra ellos para reconocerlos. Logró sacarlos a todos.
Giannelli entregó los seis animales a la North Shore Animal League, asociación fundada en 1944, que se hizo cargo de ellos. Cuando lograron curarlos comenzó el siguiente reto: encontrarles una familia a cada uno de los cinco gatos —uno de los cachorros murió a causa de las heridas—. El problema, al contrario de lo que suele suceder con las adopciones de animales, era el exceso de candidaturas. En poco más de un mes se habían recibido más de 6.000 cartas. La historia de Scarlett —así se llamaba la mamá gata— ocupó páginas en los periódicos y minutos en las radios y televisiones de varios países. La popular presentadora Oprah Winfrey ofreció billetes en primera clase a Chicago para los gatos, con el objetivo de que participaran en su programa especial del Día de la Madre. El refugio no accedió.
De entre las miles de cartas recibidas para adoptar a Scarlett se seleccionaron las que cumplían los requisitos —se pedía que se explicara en un párrafo los motivos—. Quedaron, primero, cinco finalistas. Después, únicamente tres. “Fue Scarlett la que decidió, porque se quedaba todo el rato encima de mi carta. O, al menos, eso me dijeron…”, explica al otro lado de la conexión por videollamada de Facebook Karen Wellen, la neoyorkina que adoptó a la gata en 1996. Trabajadora autónoma del mundo de la publicidad, había sufrido un grave accidente de coche —”no conducía yo”, matiza— unos años antes. Y eso era precisamente lo que contaba en su carta. “Creía que no iba a tener ninguna opción de adoptarla. Estamos hablando de miles y miles de cartas, en una época en la que no se utilizaba la tecnología como se hace hoy. Poca gente tenía Internet, móviles o impresora…”, señala. Se organizó un gran evento de adopción al que acudieron numerosos medios de comunicación. “¡Llegué a entrar en directo para la BBC!. Fue la primera vez que vimos los colores de Scarlett. Hasta entonces, todas las imágenes habían sido en blanco y negro.”, recuerda.
Cuando Scarlett abandonó el refugio, su rostro guardaba en forma de calvas la memoria de lo vivido en aquella noche en Brooklyn. “Tenía mirada humana. Era una gata muy expresiva. Era muy lista y muy cariñosa. Salía a recibir a todas las visitas. Todo el mundo podía acariciarla, todo el mundo podía cogerla…Pienso todo el rato en ella” recuerda Karen hasta la emoción. “Y le encantaban las cámaras”, añade. En los más de doce años que vivió con ella, la casa se convirtió en numerosas ocasiones en un set de rodaje. “Despertaba interés en todo el mundo. Especialmente en Japón”. También se publicaron varios libros sobre su historia.
Scarlett falleció el 11 de octubre de 2008. Su recuerdo se mantiene vivo en la casa de Karen y en la página de Facebook, que cuenta con más de 23.000 seguidores. Y, en paralelo, ha crecido otra historia global, especialmente en el ámbito iberoamericano. Las redes sociales, en las que existen numerosos perfiles que personifican a los gatos —los del español Kratos, la chilena Sakura o el del colombiano Tommy el gato mono serían un buen ejemplo— han extendido el uso del término “Karen” para las mujeres que conviven con gatos y de “Karen Macho”, para los hombres. Con una sutil mezcla de los dones de la felinidad —esto es, displicencia, superioridad moral, ironía y gracia natural— los mininos protagonistas de los vídeos han popularizado el término Karen para hablar —y criticar; y mandar— a sus dueños.
“Hace algún tiempo, empecé a darme cuenta de que entraban nuevos seguidores desde México, Chile, Colombia… no entendía el motivo. Un seguidor me escribió y me lo explicó. Me parece muy divertido. Y más teniendo en cuenta que en Estados Unidos Karen es poco menos que un insulto, porque se refiere a una mujer de clase media-alta arrogante, agresiva, cansada de todo…Cuando vi que tenía un significado distinto… y tan bonito… me hizo mucha ilusión”.
Preguntada sobre si se plantea adoptar de nuevo, confiesa que tiene dudas: “mi día a día ahora es complicado. En dos años he perdido a mis padres, he tenido algún problema de salud… creo que de momento seguiré cuidando de las colonias callejeras a las que atiendo”. Karen actualiza regularmente la página de Facebook de Scarlett y sube imágenes de gatos y otros animales de la fauna urbana neoyorkina. ¿Por qué no se lanza a la conquista de las demás redes sociales? “Intento mantenerlo lo más sencillo posible. Solo Facebook. Ni Instagram, ni Twitter ni Tiktok. Si abriera todos esos perfiles, no podría levantarme del ordenador. Necesitaría una segunda vida”. Necesitaría, en concreto, ser un gato. Para algo tienen hasta siete.
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