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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Mallorca, estabilidad y vino rosado

Uno de los momentos cumbre de cualquier visita un día soleado a la isla es coincidir o atisbar a algún miembro de nuestra Familia Real o de la de Grecia

Leo Messi a su llegada a París el pasado martes, después de haber fichado por el PSG.
Leo Messi a su llegada a París el pasado martes, después de haber fichado por el PSG.CHRISTOPHE PETIT TESSON (EFE)
Boris Izaguirre

De todas las cosas inventadas por Inglaterra, dos de ellas nos afectan directamente: la seguridad social y el turismo. Este último es muy importante para Mallorca, especialmente el turismo alemán, que le ha otorgado un tercer idioma a la isla y esa sensación de estabilidad tan propia del Bundesbank. Pero, ojo, eso no significa que sea aburrida.

No es Sotogrande, te explican apenas pruebas el primer champán. Primero, las familias alemanas son esbeltas, lucen un envidiable rubio natural y están comprometidas con el medio ambiente. Ver a padres e hijos alemanes confirma el bien que hacen los hábitos alimentarios sanos. Esa convivencia con lo germano puede resultar distante, pero simpática. Un poco como se redefine el duque de Alba actual a sí mismo, hermético pero simpático. En una mesa donde hay pan negro y ensalada de pepino, escucho una delirante conversación sobre la posibilidad que la poderosa empresa inmobiliaria Engel & Völkers pudiera intentar una aventura conjunta con la galería Hauser & Wirth, que ha abierto sede en Menorca, para integrar más las dos islas en un único mercado inmobiliario. De darse esa fusión conseguiríamos una maravillosa ensalada de siglas necesaria para entender y saborear del todo a las Baleares. Los ingredientes serían el QR (imprescindible), la PCR, el DNI y también H&W+E&V.

A este plato le acompaña la sorprendente victoria del vino rosado. Este año se ha normalizado su consumo en las mejores mesas. Los alemanes lo disfrutan con desparpajo y los españoles, sobre todo los catalanes, superando prejuicios. El vino rosado te hace sentir ligero, sexy, con un punto orgulloso y pícaro. Libre de la tiranía cisgénero del blanco y del tinto. Muchos bebedores saben que una precursora del vino rosado es Corinna Larsen. Fue promotora y fan de una bodega provenzal participada por Angelina Jolie y Brad Pitt. Los Brangelina disolvieron su participación tras su divorcio, pero eso no ha hecho mella en el éxito del vino. En Mallorca se habla de todo esto sin el menor tabú.

El vino rosado acompaña muy bien una navegación relajada, mientras observas los ejercicios de la Copa del Rey de Vela, que cuenta con la presencia del Rey entre sus tripulantes. Uno de los momentos cumbre de cualquier visita un día soleado a Mallorca es coincidir o atisbar a algún miembro de nuestra Familia Real o de la de Grecia. Desde el barco de nuestros amigos (mi marido y yo vivimos bajo el lema atribuido a Truman Capote: “Es preferible ser invitado a un barco que poseerlo”), también coincidimos con el Magic. El Magic es un catamarán gigante lleno de turistas sudorosos que hace recorridos de medio día y es una alternativa viable a la regata oficial. Uno no sabe a qué embarcación mirar. Alguien de nosotros aseguró que el Aifos (Sofía a la inversa), la embarcación del monarca, se acercaba. Viví un error de protocolo al quedárseme el culo pegado al escay de la cubierta y no pude levantarme a tiempo cuando el jefe del Estado pasó frente a nuestro barco. Son hechos que constatan el cambio climático: el escay se vuelve adherente. Absorbido por el semicuero, como en Latinoamérica denominamos el escay, me pareció que el soberano sí saludó como debía. Demostró que en efecto sabe llevar el timón y al tiempo ejecutar su labor monárquica. Y eso, mira por dónde, logró despegarme del asiento.

Marta Gayá, en Mallorca en octubre de 2020.
Marta Gayá, en Mallorca en octubre de 2020. JOAN LLADO (GTRES)

Las calles del Born transportan a otros siglos y culturas. El atardecer colabora al suave colocón del vino rosado, lo ves todo rosa. Al entrar en la primera galería de arte, sustituyes con elegancia isleña, el rosado por el champán sin necesidad de pasar por la sangría. Entre sorbo y sorbo, admiramos la colección de joyas de Chus Burés en la galería Red. E irrumpió, atractiva y amigable, Marta Gayá, a quien todos saludan y reconocen como la auténtica reina de Palma. Gayá fue en los años noventa noticia por el interés romántico del hoy rey emérito. El paso del tiempo ha sido distinto con los dos. El rey es pasado y Gayá, en cambio, es todo presente, cortesía y encanto. “La historia de España habría sido muy distinta si Marta hubiera sido reina”, suelta locuaz uno de los presentes. Gayá, luciendo anillo cúbico de Burés, no alcanzó a escucharle. Y me alegro, me parece una demostración de su capacidad de supervivencia. Hacer caso omiso de lo que piensen los demás.

Después de visitar la recién inaugurada Galería Baró, que hace crecer sin aspavientos la oferta de arte en la isla y donde se presentaba la obra reciente de J. M. Sicilia, llegamos por fin al restaurante Flanigan, que ha perdido definitivamente el soporte estético del juancarlismo. Porque, como todo el mundo sabe, el juancarlismo se ha ido a pique. Hubo un tiempo en el que, al entrar Juan Carlos en Flanigan, se desataba la locura, como cuando Elvis llegaba a Las Vegas. Ahora sí, el éxito del local sigue siendo palpable. Las croquetas magistrales y el vino rosado favorito de Corinna permanece en la carta.

Al día siguiente, la resaca. También estable. Dejamos Palma buscando descanso en la finca de unos amigos barceloneses, en el interior, muy interior de la isla. Se desata el escándalo Messi. En vez de estar tumbados acompañados por el canto de las chicharras, asistimos al llanto del ídolo, casi cuatro minutos sostenidos de estupor. La sensibilidad estalló apenas el astro vio a sus hijos sentados en primera fila. Su atenta esposa mantuvo su bolso Chanel abierto para acercarle kleenex. Se puede escribir mucho acerca de la despedida y marcha de Messi a París, pero es seguro que se podrían haber convocado mejores asistentes. Y más institucionales. Aparte de los jugadores, en diversos estados de shock, ninguno de los periodistas supo abandonar la actitud facilona y caer en la cuenta de que estaban ante un momento histórico que merecía unas palabras diferentes a eso de “felicitaciones por tus triunfos”, escupidas con la boca pequeña. Un “Leo, gracias por tus triunfos”, habría sido más propio. Más rosado.

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