Más de 50 días después de nacer, Lilibet, hija de Enrique y Meghan Markle, aparece en la línea de sucesión al trono británico
Mientras que su hermano mayor Archie apenas tardó dos semanas en ser incluido, la casa real se ha tomado más tiempo para actualizar el estatus de la pequeña en su sitio oficial
El 4 de junio de 2021 llegaba al mundo Lilibet Diana Mountbatten-Windsor, la segunda hija de los duques de Sussex, Enrique y Meghan. Sus padres anunciaron su nacimiento dos días después, el 6 de junio, y entonces la familia real se deshacía en felicitaciones y gestos cariñosos hacia la pareja y la recién nacida. Sin embargo, han tenido que pasar casi dos meses para que Lilibet sea reconocida como una más de los Windsor y para que sus derechos dinásticos se vean reflejados.
No ha sido hasta el 26 de julio, 52 días después de su nacimiento, cuando la página web oficial de la familia, royal.com, ha actualizado el listado de la línea de sucesión al trono británico. Y ahora por fin aparece en él la pequeña. Miss Lilibet Mountbatten-Windsor, como es anunciada, se coloca en el octavo puesto de la lista, desplazando así al noveno a Andrés de Inglaterra (tercer hijo de Isabel II y que, aunque prácticamente repudiado de la familia y alejado de las tareas públicas, no ha perdido sus derechos dinásticos). Tras él llegan sus hijas, Beatriz y Eugenia, y su nieto Jack; después, Eduardo de Inglaterra (el menor de los vástagos de la reina) y sus dos hijos, Severn y Louise; y más adelante Ana de Inglaterra (segunda hija de la soberana, pero más retrasada en la lista por ser mujer), sus dos hijos, Peter y Zara, y sus cinco nietos. Un total de 23 personas, encabezadas por el príncipe Carlos, su hijo Guillermo y sus nietos, Jorge, Carlota y Luis.
La sorpresa por el hecho de que Lilibet no apareciera en la lista oficial de sucesión al trono llevaba semanas rondando los medios británicos, que destacaban que su hermano mayor, Archie (séptimo tras Enrique, que es el sexto), había tardado apenas un par de semanas en ser incluido en la misma. El príncipe Luis, tercer hijo de Guillermo y Kate Middleton, se había incorporado en solo 12 días. Sin embargo Jack, el hijo de Eugenia de York, o Lucas Tindall, hijo de Zara, han tardado también un par de meses en ser incluidos. Es decir, que Lilibet ha sufrido los tiempos de los miembros de menor calado de la familia real, al contrario de lo que sucedió con su hermano Archie.
Este significativo retraso parece ser una página más de los muchos capítulos de tensiones entre los Sussex y su familia británica, que se han acrecentado tras el nacimiento de Lili (como la denominan sus padres). Desde que se anunció, llamó poderosamente la atención que la niña se llamara Lilibet —más que Diana, una opción previsible por la madre de Enrique—. Lilibet es el nombre con el que los Windsor llaman a la reina Isabel II en la intimidad desde hace décadas. Un apelativo que tenía que haber llevado el visto bueno de la soberana. Eso dijo Enrique, pero rápidamente el palacio respondió de forma tajante y oficial que no, que nadie les había consultado acerca de tal asunto.
“El duque habló con su familia antes del anuncio; de hecho, su abuela fue la primera persona a la que llamó [cuando nació su hija]”, afirmó un portavoz de Enrique y Meghan Markle a la BBC pocos días después del nacimiento de la niña. “Durante la conversación, él compartió su deseo de llamar a su hija Lilibet en su honor. Si ella no se hubiera mostrado alentadora al respecto, ellos nunca hubieran usado ese nombre”. Sin embargo, desde palacio pronto se refutó que era fuera la realidad. El portavoz de los duques volvió a insistir: se había consultado. Pero el palacio, en un gesto poco frecuente, reincidió en que no había habido ninguna charla al respecto del nombre.
La polémica se extendió cuando se supo que Enrique de Inglaterra y Meghan Markle habían registrado varias webs con los posibles nombres de su hija, para así evitar que alguien se hiciera con ellas. “Su equipo compró una cantidad significativa de dominios de cualquier nombre posible para así protegerse contra su explotación una vez que fuera elegido y públicamente compartido”, afirmaron sus portavoces. Pero no habían comprado uno, sino “una cantidad significativa”, es decir, que tenían más opciones. Por tanto, o no lo tenían tan claro con respecto al nombre o el “sí” por parte de la reina no había llegado tan rápidamente como ellos quisieron hacer ver.
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