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Los problemas de Isabel II cuando la ficción se convierte en la realidad aceptada

Las historias que cuenta ‘The Crown’ sobre la reina y su familia generan malestar en palacio. Testigos de algunos hechos se quejan de su falta de rigurosidad

La reina Isabel II con su hijo, Carlos de Inglaterra, y su entonces prometida, Diana Spencer, en marzo de 1981 en el palacio de Buckingham.
La reina Isabel II con su hijo, Carlos de Inglaterra, y su entonces prometida, Diana Spencer, en marzo de 1981 en el palacio de Buckingham.Getty
Rafa de Miguel

La cuarta temporada de la serie The Crown ha removido el recuerdo de las dos figuras que más han dividido a la sociedad británica en las últimas décadas: Lady Di y Margaret Thatcher. No es casualidad que el título escogido sea La corona, y no La reina, porque el propósito último de una producción de factura millonaria y elegancia estética exquisita es utilizar la ficción para entrar en la intimidad de una institución, y de la familia que la habita, del único modo posible: imaginando las escenas, los diálogos y hasta los gestos de una historia que todo el mundo cree conocer ya y de la que tiene su propio veredicto.

A medida que la serie se ha ido acercando al presente, las heridas están más abiertas. Y tanto para los fervientes monárquicos que defienden los esfuerzos de Carlos de Inglaterra por ser digno del trono que algún día ocupará como para los políticos conservadores que mantienen vivo el legado de Thatcher, las licencias que se ha tomado el guionista y creador Peter Morgan han producido caricaturas injustas. “A veces debes renunciar a la exactitud, pero nunca puedes renunciar a la verdad”, ha admitido el escritor. El historiador Hugo Vickers ha encontrado un filón en el trabajo de prospección de la serie, y acumula los errores fácticos que, según él, restan rigor al relato.

Lord Mountbatten, quien ejerció sobre el príncipe de Gales una autoridad paterna, nunca le escribió esa carta mezcla de cariño y reproche antes de que el IRA le asesinara. La familia real no humilló con tanto escarnio a Margaret Thatcher en su visita al castillo de Balmoral. Carlos de Inglaterra nunca tuvo esa comunicación tan fluida, casi diaria, con el amor de su vida, Camilla Parker Bowles, durante los primeros años de su matrimonio con Diana Spencer. O la reina, según Vickers, no estuvo detrás de la filtración al diario The Times que describía a Thatcher como una persona “insensible”. Vickers puede dedicarse el resto de su vida a seguir encontrando fallas en la serie —no le faltará trabajo—, pero como decía la famosa frase del periodista Maxwell Scott en El hombre que mató a Liberty Valance, “cuando la leyenda se convierte en hechos, publicamos la leyenda”.

El director de The Times responsable de llevar a portada la tensión entre el palacio de Buckingham y Downing Street, Andrew Neil, ha escrito recientemente que Morgan intentó concertar con él una cita para recabar datos sobre aquel episodio. “Nunca volví a saber de él. Quizá estaba preocupado por que la realidad se pusiera en medio de su licencia dramática, que es el modo elegante con que se denomina a veces al hecho de inventarse las cosas”, asegura Neil. Y, sin embargo, el periodista disculpa a la reina y rechaza que tuviera una intervención directa en la filtración, pero no tiene la menor duda de que su fuente —el entonces secretario de prensa de la Casa Real, Michael Shea— “reflejaba ampliamente la opinión que la reina y otros miembros de su familia” tenían sobre la señora Thatcher.

Y Charles Moore, el biógrafo oficial de la Dama de Hierro, que también acumula gazapos en la descripción de un personaje que llegó a conocer mejor que a sí mismo, ha admitido que la interpretación de Gillian Anderson es la única que, hasta la fecha, le ha resultado convincente. “La alteración de los hechos se convierte en un problema serio cuando es una grosera injusticia con los personajes concretos, o cuando impide que la narrativa siga adelante. A fin de cuentas, la audiencia siempre va a pensar que lo que está viendo es esencialmente la verdad. Solo cuando perciben que no es así, la trama se deshilacha”, ha dicho.

Y luego está Diana. No hay día en que la verja del palacio de Kensington no tenga algunas flores o tarjetas anónimas para mostrar afecto a la que Tony Blair definió, en un ejercicio de cursilería de gran eficacia política, como “la princesa del pueblo”. Ni el palacio de Buckingham ni Clarence House (como se denomina la residencia de Carlos de Inglaterra) han hecho comentario alguno sobre la serie. No es habitual que la Casa Real entre al trapo. Para eso están los tabloides. El Daily Mail ya se ha encargado de publicar el profundo disgusto que, según sus allegados, tienen el príncipe de Gales y su esposa, la duquesa de Cornualles, por regresar al papel de malvados de una historia que llevan más de dos décadas intentando dejar atrás. “Se han dedicado a resucitar cosas ocurridas durante una época muy difícil, hace 25 ó 30 años, sin pararse a pensar en los sentimientos de las personas. No es justo ni cierto”, ha proclamado desde el anonimato una de esas personas “cercanas” a la pareja, que estos días ve resucitar en las redes sociales un odio hacia Camilla Parker Bowles que pertenecía a épocas pasadas.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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