_
_
_
_

Así ha logrado Taylor Swift perpetuar “la última gran dinastía americana”

En su nuevo disco, la cantante le dedica una canción a la rica heredera Rebekah Harkness, amiga de Dalí y Warhol y que vivió en la mansión que ahora posee la estrella del pop

Rebekah Harkness (izquierda), en marzo de 1965, y Taylor Swift, en enero de 2020.
Rebekah Harkness (izquierda), en marzo de 1965, y Taylor Swift, en enero de 2020.Getty Images/Gtresonline
María Porcel

La sorpresa llegaba el 24 de julio. Taylor Swift lanzaba de madrugada, habiéndolo anunciado solo unas horas antes, su octavo álbum de estudio, Folklore. En él, 16 canciones contaban, como decía la propia cantante de Pensilvania, sus “caprichos, sueños, miedos y reflexiones”. En cuanto se pudo escuchar, los fans de la artista empezaron a destripar el contenido de los temas, cargados siempre de mensajes y de referencias personales, puesto que es la propia Swift quien compone sus letras.

Tras The 1 y Cardigan, el single de lanzamiento, la tercera de las pistas es The last great American dinasty, (La última gran dinastía americana). El que ha sido calificado como un “tema perfecto”, incluso el mejor de su carrera, es además una historia real: la de Rebekah Harkness, una de las grandes herederas y filántropas del siglo XX, pero también una gran anfitriona, juerguista y derrochadora.

Rebekah Harkness, en su Harkness Ballet en 1966.
Rebekah Harkness, en su Harkness Ballet en 1966.Jack Mitchell (Getty Images)

“Rebekah subió al tren de la tarde, estaba soleado. Su casa de sal en la costa le hizo olvidar Saint Louis”, arranca la canción, que es también como arranca la parte de la vida de Harkness que Swift cuenta. Como ha explicado el diario The New York Times, esta mujer, hija de un corredor de Bolsa, nació en esa ciudad en 1915 para luego mudarse a la Costa Este y allí casarse en segundas nupcias con William Bill Hale Harkness. En Rhode Island, en el pueblo de Watch Hill, el matrimonio vivió en una típica mansión de la zona (de las que precisamente se denominan “casas de sal”, como dice la cantante) a la que llamaron Holiday House, “Casa de Vacaciones”. Para redondear la historia, la vivienda pertenece ahora precisamente a Taylor Swift. La artista la compró en el año 2013 por 17 millones de dólares (14,5, millones de euros). Allí ha dado tantas fiestas y montado tantos escándalos como la propia Harkness, por lo que la autocomparación tiene sentido.

Cuenta en su letra Swift que “Bill era el heredero del nombre y del dinero de Standard Oil”, una de las petroleras más importantes del país, fundada en 1870. “Y la ciudad decía: ‘¿Cómo lo ha conseguido una divorciada de clase media?‘ [...] Sus fiestas eran deliciosas, aunque algo ruidosas. El doctor le dijo [a Bill] que se lo tomara con calma, debió ser culpa de ella que le fallara el corazón”. Efectivamente, Harkness había estado casada durante siete años a principios de los cuarenta con Dickson W. Pierce, descendiente de un presidente de EE UU, con quien tuvo dos hijos, Allen y Anne Terry, antes de divorciarse. Los mismos siete años duró su matrimonio con el heredero Harkness (también separado), con quien tuvo una hija, Edith, que se suicidó en los años ochenta, con 33 años. Él fallecería en 1954. Después, llegarían dos matrimonios más para Rebekah, con sendos médicos, con quienes estuvo apenas cuatro y tres años, respectivamente.

Vista general en 2014 de la mansión de Rhode Island comprada por Taylor Swift.
Vista general en 2014 de la mansión de Rhode Island comprada por Taylor Swift.Patriot Pics/FAMEFLYNET PICTURES (©GTRESONLINE)

Pero la viuda Harkness supo cómo invertir y gastar su fortuna. “La mujer más loca que jamás había visto ese pueblo, que se lo pasaba bomba estropeándolo todo”, como la describe Swift, puso la mansión patas arriba, con una obra en la que añadió 21 cuartos de baño y ocho cocinas. “¿Quién sabe qué hubiera pasado si ella no hubiera aparecido?”, como dice Swift en su letra.

En la casa, “llenaba la piscina con champán y nadaba con grandes tipos, y tiraba el dinero en chicos y en el ballet, perdiéndolo en partidas de cartas contra Dalí [...] y en una pelea con un vecino le robó el perro y lo pintó de verde lima”, canta Swift. Al parecer, a la heredera lo que le gustaba era limpiar la piscina con Dom Perignon y lo que tomó prestado para pintar de verde fue un gato, cuenta el Times. Su pecera solía estar llena de whisky escocés. A sus fiestas, además del pintor catalán, también acudían el artista Andy Warhol o el escritor J. D. Salinger, autor de El guardián entre el centeno.

El Harkness Ballet, en la casa de Watch Hill (Rhode Island). Abajo en el centro, quinta por la derecha, Rebekah Harkness, sentada.
El Harkness Ballet, en la casa de Watch Hill (Rhode Island). Abajo en el centro, quinta por la derecha, Rebekah Harkness, sentada.Jack Mitchell (Getty Images)

Harkness era una gran admiradora de los artistas y del arte. De hecho, fundó una compañía de ballet en los años sesenta en la que invirtió millones de dólares, pero que finalmente cerró en 1975. Mujer elegante, patinadora, bailarina y deportista en su infancia, poseía también un intenso sentido del humor, tanto como para mover miles de dólares de un banco a otro solo para divertirse volviendo locos a sus administradores.

Salvador Dalí se convirtió en un buen amigo de Harkness, que le encargó varias obras, entre ellas una urna a medida para guardar sus cenizas, pese a que la heredera creía en la reencarnación. Aunque al final su hija Anne Terry las llevó en una bolsa de supermercado cuando Rebekah murió, en 1982 a causa de un cáncer. Tenía 67 años pero ahora una estrella mundial del pop que entonces ni había nacido perpetuará su recuerdo.

“Cincuenta años es mucho tiempo. La Casa de Vacaciones se quedó tranquilamente en esa playa. Sin mujeres locas, ni sus hombres, ni sus malos hábitos. Y luego la compré yo”, escribe la cantante casi al final de su historia. “¿Quién sabe qué hubiera pasado si yo no hubiera aparecido? Aquí viene la mujer más ruidosa que jamás ha visto el pueblo, pasándoselo bomba estropeándolo todo”.


Letra de The last great American dinasty

Rebekah rode up on the afternoon train, it was sunny

Her saltbox house on the coast took her mind off St. Louis

Bill was the heir to the Standard Oil name and money

And the town said: How did a middle-class divorcée do it?

The wedding was charming, if a little gauche

There’s only so far new money goes

They picked out a home and called it Holiday House

Their parties were tasteful, if a little loud

The doctor had told him to settle down

It must have been her fault his heart gave out

And they said

There goes the last great American dynasty

Who knows, if she never showed up, what could’ve been

There goes the maddest woman this town has ever seen

She had a marvelous time ruining everything

Rebekah gave up on the Rhode Island set forever

Flew in all her Bitch Pack friends from the city

Filled the pool with champagne and swam with the big names

And blew through the money on the boys and the ballet

And losing on card game bets with Dalí

And they said

There goes the last great American dynasty

Who knows, if she never showed up, what could’ve been

There goes the most shameless woman this town has ever seen

She had a marvelous time ruining everything

They say she was seen on occasion

Pacing the rocks, staring out at the midnight sea

And in a feud with her neighbor

She stole his dog and dyed it key lime green

Fifty years is a long time Holiday House sat quietly on that beach

Free of women with madness, their men and bad habits

And then it was bought by me

Who knows, if I never showed up, what could’ve been

There goes the loudest woman this town has ever seen

I had a marvelous time ruining everything

I had a marvelous time ruining everything

A marvelous time ruining everything

A marvelous time I had a marvelous time




Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_