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Un bebé da tregua a la agitada vida de la familia real de Luxemburgo

La llegada del primer hijo del heredero calma el escándalo de los Grandes Duques a los que se les reclama transparencia y a quienes se cuestiona por su comportamiento intramuros

El duque Enrique de Luxemburgo junto a su hijo Guillermo y bebé de este, el príncipe Carlos.
El duque Enrique de Luxemburgo junto a su hijo Guillermo y bebé de este, el príncipe Carlos.Cour grand-ducale / (Cour grand-ducale /)
Lluís Pellicer

En tiempos de gran convulsión, la llegada del príncipe Carlos se antoja como un bálsamo para Luxemburgo. No solo por haber nacido durante la crisis más grave que atraviesa Europa desde la Segunda Guerra Mundial, sino también por haberlo hecho en el momento más delicado de los 20 años de reinado de los grandes duques Enrique y María Teresa. El demoledor informe Waringo, que destapaba el miedo y la ansiedad que padecían los empleados de la familia real, conmocionó a la sociedad luxemburguesa.

El príncipe Carlos se criará en el seno de una de las familias más pudientes de Europa, pero que está bajo la lupa de un gobierno que le reclama transparencia. Su nacimiento, el pasado 10 de mayo, viene a poner paz después del escándalo que agitó la habitualmente apacible vida política y social del país. De ahí que las fotografías que Enrique de Luxemburgo se ha tomado esta semana con sus descendientes trasciendan el mero retrato real.

En las imágenes, Enrique posa junto al príncipe Guillermo (38 años), heredero al Gran Ducado, y el pequeño Carlos, de seis semanas y segundo en la línea de sucesión. Lo hace, sin embargo, delante del retrato del Gran Duque Juan de Luxemburgo, padre de Guillermo y fallecido en 2019 a los 98 años.

No se trata solo, pues, de un simple disparo de cámara. La fotografía está cargada de un simbolismo que no ha pasado desapercibido entre los observadores de la realeza. Juan, máxima autoridad del país entre 1964 y 2000, fue un héroe de guerra. En 1940, aún siendo príncipe heredero, huyó al exilio, se unió de forma voluntaria al ejército británico y participó en el Desembarco de Normandía, la batalla de Caen, la liberación de Bruselas y la expulsión de los nazis de Luxemburgo

La familia real se reivindica como sucesora de una estirpe que en el pasado no dio la espalda al país. Y lo hace en un año en el que no han cesado de arreciar las críticas por las conclusiones del informe elaborado por el inspector, hoy jubilado, Jeannot Waringo, sobre las prácticas que se llevaban a cabo intramuros respecto al personal.

Los Grandes Duques de Luxemburgo, con su familia.
Los Grandes Duques de Luxemburgo, con su familia.GTRES

El documento desgrana con una impecable sutileza, a la vez que con una implacable contundencia, actitudes calificadas incluso como “dictatoriales” por la prensa del país y que provocaron que 51 de los 110 empleados dejaran el palacio. Todas las acusaciones apuntan hacia una misma dirección: la Gran Duquesa María Teresa, de 64 años y perteneciente a una familia cubana que dejó el país por la dictadura castrista.

María Teresa había tratado de forjarse hasta entonces un perfil comprometido con la lucha contra las injusticias y la pobreza. Eso no disuadió a la prensa luxemburguesa de criticar con frecuencia su costoso modo de vida. En una entrevista en Paris Match, María Teresa admitió que la realeza lleva una “vida privilegiada”, pero decía que no todo es como parece: solo se ve la “alfombra roja” y no las “restricciones”.

El informe del exinspector Waringo acabó por tocar esa imagen al recomendar que se apartara a María Teresa de la gestión del personal de palacio. De tal magnitud fueron las críticas recibidas que incluso Enrique tuvo que salir a defenderla del linchamiento público. El documento, sin embargo, no solo fue carne de cañón para la prensa. También fue analizado por el gobierno del liberal Xavier Bettel y por el Parlamento e incluso mereció la apertura de una investigación por parte de la fiscalía. Los titulares más sosegados han regresado por fin ahora al Gran Palacio Ducal con el nacimiento de Carlos, hijo de Guillermo y la princesa Estefanía.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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