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Columna
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Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez y el fascismo revisitado

¿Favorece más a Vox la tertuliana criticando al Gobierno con sus maneras estebanescas o el presentador prohibiendo la crítica de manera furibunda?

Desde la izquierda, Gema López, Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez, Mila Ximénez y Rafa Mora, en 'Sálvame'.
Desde la izquierda, Gema López, Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez, Mila Ximénez y Rafa Mora, en 'Sálvame'.
Manuel Jabois

Debería existir en España alguien que empezase así un artículo: “La primera noticia que tuve de Belén Esteban fue en 2010 por una tribuna de Josep Ramoneda en EL PAÍS titulada La construcción cultural del fascismo”, entre otras razones para valorar la restitución de la pena de muerte por pedantería, y aunque seguro que muchos sueñan con escribir esa frase pero no se atreven, ese hueco de momento hay que rellenarlo con aquel personaje de Pantomima Full que dice, con borsalino y fular, “que no, que no sé quién es Messi”.

Belén Esteban, para quien lo quiera recordar, se hizo famosa en 1996 gracias a su relación con el torero Jesulín de Ubrique, con el tiempo se convirtió en un personaje principal del salseo televisivo y, efectivamente, en 2010 Josep Ramoneda la convirtió en material de ensayo en un artículo sobre ella titulado ‘La construcción cultural del fascismo’ según el cual Esteban vendría a encarnar “al populismo fascistoide: no representa y da voz a las clases populares, las enardece para que sigan calladas. No suple el silencio del pueblo, al contrario, lo alimenta”, una ideología condensada en su frase “Yo, por mi hija, ma-to”, pues en ella “no hay complejidad. Todo es simple. Un problema, una respuesta”.

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Pero ni Esteban era ya en 2010 clase popular en la medida en que nada es lo que pretende ser cuando la están televisando 24 horas, ni era la construcción cultural de nada que no fuese rentable: su producto “sin pelos en la lengua” en fatal expresión española, con carácter, superada por las emociones, que no mataría por nadie, tampoco por su hija, salvo que la estuviesen matando delante de ella; vamos, lo que haríamos cualquiera. En el discurso de Esteban, eso sí, no hay complejidad ni matices, sino un pedrestre cuñadeo que a menudo desemboca en campechanía, de ahí su título monárquico.

Diez años después de ser sospechosa de espabilar culturalmente el fascismo, Esteban ha vuelto a ser objeto de discusión política. En un reciente Sálvame, cargó contra el Gobierno a causa de la gestión del coronavirus. Recordó que era población de riesgo por diabética, que su marido era conductor de ambulancia, que hubo falta de medios, que hubo una mala gestión del Gobierno, que una amiga suya enfermera se rompió la bata después de tres semanas para que le diesen otra, que otra amiga cobró el ERTE hace poco. Que ha sido “todo una vergüenza”.

¿Es un discurso radical? Varias de las cosas dichas por Esteban están publicadas en los medios y reconocidas por los sanitarios; la pandemia cogió a la mayoría de los países con el pie cambiado y el propio Fernando Simón no solo dijo que no había mascarillas, sino que reconoció haber dicho que no eran necesarias para poder abastecer a los sanitarios primero. Puede debatirse si “todo” fue o no una “vergüenza”, si hubo una “mala gestión” o si es que Esteban sabía bien lo que había porque tenía “amigas que van en metro”. O si tiene más autoridad por ser ella diabética y su pareja conductor de ambulancia, cháchara que destripa lo esencial del discurso populista: a mí nadie me va a contar lo que hay.

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Pero Esteban no fue populista en su discurso: vive del populismo. Está en la televisión por populista, cae bien por populista, grita, llora y levanta el dedito porque es populista y se ha hecho rica así. ¿A Jorge Javier Vázquez le enfada el populismo de una persona a la que La Fábrica de la Tele, la productora de Sálvame, le hizo un documental titulado La princesa del pueblo?

En su populismo, que es el populismo del pueblo del que es princesa, Esteban dijo que había votado a C’s, PP y PSOE, y que le daba igual de qué color fuese el Gobierno, afirmaciones que no son exclusivas de Esteban sino de muchos votantes. Que esa opinión populista o popularecha, en boca del personaje que ella es y con el que se identifica tanta audiencia, sea ”inadmisible” en un programa de televisión, y su presentador no la pueda “consentir”, convierte un discurso vociferante de crítica al Gobierno en peligroso argumentario antidemocrático, como si los reproches al Gobierno fuesen patrimonio de la extrema derecha y, por tanto, susceptibles de ser capitalizados por ella.

¿Favorece más a Vox la tertuliana criticando al Gobierno con sus maneras estebanescas o el presentador prohibiendo la crítica de manera furibunda? Cuando Vázquez, respecto a la destitución del coronel Pérez de los Cobos, escribe en un artículo en Lecturas que Marlaska “habrá metido la pata en algo” pero viendo quienes lo critican “no puedo más que mostrarle mi apoyo”, ¿sugiere que el país sea regido según lo que critique Vox? Volvamos a Ramoneda: “No hay complejidad. Todo es simple. Un problema, una respuesta”.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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