La reflexión más íntima del violinista Ara Malikian tras el confinamiento
El músico lamenta haberse perdido importantes momentos personales por la esclavitud del trabajo y agradece los meses de parón obligado para reencontrarse consigo mismo y los suyos
Ara Malikian ha sido de los pocos artistas que se ha atrevido a agradecer abiertamente el confinamiento que ha vivido España los últimos tres meses debido a la pandemia del coronavirus. El violinista libanés de origen armenio y afincado en España desde hace más de 20 años ha acudido a sus redes sociales para expresar una íntima reflexión sobre lo que ha supuesto para él parar todo este tiempo. Una necesidad, la de hacer un alto en el camino, que para el artista ha significado mucho más que dejar a un lado su trabajo y sus proyectos, sino que le ha servido para reencontrarse consigo mismo y con los suyos, a los que tanto les ha quitado por su profesión.
“Cogí trenes, aviones, buses, motos, helicópteros, burros y llegué a hacer hasta cuatro conciertos al día. Algunas veces estuve a punto de matarme, me rompí. Llegué tarde el día que nació mi hijo. No acompañé a mi madre sus últimos días. A mi padre lo despedía ya muerto. No fue casi una decisión, fue una forma de vivir llevada por un impulso salvaje por trabajar. En mi caso desde pequeño, el que no trabajaba se moría, literalmente”, comienza su texto Malikian. “Ahora, después de parar tres meses, sé que volveré a los escenarios pero me he rendido ante mi gran miedo. No pasa nada por nada, no pasa nada por parar. Nada. Así sí que se puede volver, sin ser un esclavo”, delibera el virtuoso violinista, de 51 años, que también lamenta la pérdida de los compañeros del mundo de la Cultura que han fallecido en este tiempo. “Me pregunto si todos aquellos artistas que se fueron tan pronto tenían el mismo miedo que yo, que dejaran de quererlos. Por eso vivieron a mil por hora. Gracias confinamiento”.
Malikian no ha tenido una vida fácil. Nació en El Líbano y a los 14 años tuvo que abandonar Beirut debido a la guerra. A partir de entonces se convirtió en un nómada y en un “ciudadano del mundo” que ha trotado por múltiples ciudades y países hasta afincarse hace dos décadas en España, concretamente en Madrid. Según ha contado en algunas ocasiones, su pasión por el violín fue prácticamente autoimpuesta por su padre, quien también tocaba. “Todo lo que he podido hacer profesionalmente fue gracias a mi padre. Sin él no habría tocado el violín, ni se me habría ocurrido, tenía que obligarme a ensayar”, reconoció el artista en una entrevista con EL PAÍS en 2015. Una afición que llegó de casualidad a su abuelo, quien consiguió escapar del genocidio armenio gracias a este instrumento. Según el músico, alguien le dio un violín y él fingió que formaba parte de un conjunto musical, y gracias a eso puedo huir al Líbano. A los 15 años, Ara Malikian consiguió una beca para estudiar música en Alemania, una gran oportunidad pero muy dura. “Fue más duro estar solo en Alemania que vivir bombardeos en El Líbano”, revelaba el pasado octubre en La Ventana de la Cadena Ser. Toda una ardua trayectoria personal y profesional que está recogida en el documental Ara Malikian: una vida entre las cuerdas, dirigido por su esposa, Nata Moreno, que el pasado enero consiguió el Goya a mejor película documental.
Tras vivir en Alemania, Inglaterra y Francia, llegó a España a finales de 1998 y desde entonces no se movió. “Fue un amor a primera vista, un flechazo. Fue aterrizar en Madrid y sentirme a gusto. El sol, la comida, vivir en la calle...”, contaba a este diario hace diez años, y lograr la nacionalidad y formar una familia junto a la cineasta Nata Moreno, con quien tiene un hijo, Kario, de seis años, lo corroboran. Después de tocar en cafés, pequeños pueblos, teatros medianos, circos, anuncios, programas de televisión, formar parte de la orquesta del Teatro Real y unas cuantas paradas más, Malikian acarició el éxito hace unos años, cuando se convirtió en un fenómeno popular entre niños y adultos. Su trabajo ha sido constante y, como él mismo ha dicho en sus redes sociales, muy intenso. Ahora, tras tres meses de obligado parón ha sido capaz de levantar el freno del acelerador y mirar al futuro sin ese miedo a volver a ser “un esclavo”.
No es la primera reflexión que el violinista hace durante el confinamiento. Pocos días después de que el Gobierno declarase el Estado de Alarma e instara a todos los ciudadanos a permanecer en sus hogares, Malikian acudió de nuevo a sus redes sociales. Allí aseguró que ese día su práctica al violín estaría dedicado a todos los sanitarios y demás profesionales que combaten la pandemia del coronavirus desde la primera línea, pero también rememoró su infancia, cuando permanecía encerrado en el sótano de su casa debido a los bombardeos que había en el exterior. “Estos días, mientras estamos metidos en casa me he acordado de hace 35 años, cuando estábamos metidos días y semanas en un sótano en Beirut protegiéndonos de las bombas. Cuando cesaban los bombardeos salíamos del refugio, pero ahora no sabemos cuándo vamos a poder abandonar nuestras casas”, contó entonces volviendo, una vez más, su pasado.
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