Alec Baldwin, un machista peleón reformado en padre de familia y azote de Trump
El actor, que espera su quinto hijo junto a su esposa Hilaria, ha recuperado las riendas de su vida y proclama: “Lo único que quiero es estar en casa con mi mujer y mis hijos”
La vida de Alec Baldwin comenzó un 3 de abril de hace 62 años. Su primera vida. La segunda llegó hace una década. Fue en Nueva York, una tarde cálida de febrero, como él mismo ha recordado alguna vez. Ocurrió en 2011, en uno de los restaurantes veganos más chic de la ciudad, cerca de Union Square. Sentado con un amigo, se fijó en alguien. Una mujer. Se llamaba Hilaria Thomas y era española. El encuentro se convirtió, como un torrente, en romance, boda y cuatro hijos.
Thomas, que desde junio de 2012 y tras pasar por el altar de la catedral de San Patricio se apellida Baldwin, se convirtió en un revulsivo, un motor de cambio para un hombre errático, conocido por su carácter convulso, que le ha costado disgustos con familiares, amigos, informadores y le ha llevado incluso ante los tribunales. El matrimonio pasa por un momento dulce. Ella ha ayudado al intérprete a sentirse mejor mental y físicamente al ponerle en forma como la instructora de fitness y yoga que es. Después de sufrir dos abortos en abril y noviembre de 2019, esperan la llegada del que será su quinto hijo. El pequeño se unirá a la pandilla formada por sus hermanos Carmen Gabriela (de seis años y medio), Rafael Thomas (de cuatro y medio), Leonardo Ángel Charles (de tres y medio) y Romeo Alejandro David (que cumplirá dos en mayo).
La mallorquina no es la única que le ha cambiado la vida al hermano mayor de esta saga de actores. Hay un hombre que le ha colocado en la palestra y le ha hecho tener una segunda vida en lo actoral: Donald Trump. Las perfectas parodias que Baldwin realiza del presidente de Estados Unidos en el programa Saturday Night Live le han vuelto a encumbrar como ese dotado intérprete que se formó con Lee Strasberg y que el tiempo y los escándalos en lo privado habían empañado.
Porque no hay mejor demostración de que una imitación es buena que el hecho de que el imitado se ofenda. Y Trump se ofende, y mucho. “No podría ser peor”, dijo hace un par de años el líder republicano de la actuación de Baldwin. “Saturday Night Live es lo peor de (canal) NBC. No es gracioso, el elenco es espantoso”, soltó en uno de sus tuits. “Acabo de intentar ver Saturday Night Live. ¡No se puede ver! Es totalmente parcial, nada divertido y las parodias de Baldwin no pueden ser peores. Triste”. Material de trabajo para Baldwin, por supuesto. “Publica tu declaración de impuestos y me detendré”, le retaba después el actor, declaradamente demócrata, buen amigo de Bill Clinton y que incluso llegó a pensar en presentarse a la alcaldía de Nueva York.
La mejor época interpretativa de Baldwin hacía mucho que había quedado atrás, con aquellos éxitos de los noventa como Coacción a un jurado, La caza del Octubre Rojo o Ella siempre dice sí, donde la química con Kim Basinger estaba dentro y fuera de la pantalla, como podían contar sus compañeros de rodaje. A mediados de los 2000, la comedia 30 Rock y su personaje del prepotente Jack Donaghy fueron el calentamiento perfecto para colocarse después la peluca y los morritos de Trump. Sus chanzas hacen que las audiencias del clásico programa de humor de los sábados se multipliquen. “Lo hago para entretener a la gente, ni como forma de resistencia ni para humanizarle. Mi única meta es hacer reír”, ha dicho Baldwin.
La suya ha sido una resurrección personal y mediática después de una época oscura que le hizo incluso retirarse durante un tiempo en 2014, como él mismo contó en un artículo en la revista New York. Los 2000 fueron malos tiempos, con el agrio divorcio de Basinger. “Amo a mi mujer sobre todas las cosas. Es como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago, lo más fuerte posible, justo antes de empezar a correr un maratón”, declaraba en 2002, tras nueve años juntos.
Basinger y Baldwin tuvieron una hija, Ireland, de ahora 24 años y que tampoco se libró del mal genio del actor. En 2007, cuando la niña tenía 11 años, fue grabado diciéndole que era una “pequeña cerda odiosa y descerebrada”. “No tienes el cerebro o la decencia como ser humano”, se oía en el mensaje del buzón de voz. “No me importa si tienes 12 u 11 años, que seas una niña o que tu madre sea un grano en el culo”. Basinger lo citó en los tribunales y él la acusó de haber filtrado el vídeo a propósito. Las aguas volvieron a su cauce entre Baldwin padre e hija. Ahora es habitual ver a la joven Ireland, que también ha querido hacerse un hueco en la interpretación, junto a su padre y sus hermanos pequeños, saliendo a comer juntos o posando en un retrato familiar con Mickey Mouse.
El regreso del hijo pródigo, más allá de la familia y la interpretación, ha tenido una tercera pata: él mismo. En una actitud sorprendente en Hollywood, más aún en hombres blancos poderosos que superan los 60, ha agachado la cabeza. Ha reconocido que se equivocó. Que su persecución en pos del dinero le hizo cargarse su carrera. También ha confesado su machismo. “He intimidado a las mujeres. Las he pasado por alto. Las ha subestimado”, decía en noviembre de 2017.
En los últimos años han salido de su boca frases como “Lo único que quiero es estar en casa con mi esposa y mis hijos”; “Lo más duro es que nunca hice lo que debía con mi carrera"; e incluso un “Durante años he sido mi peor enemigo”. Palabras inéditas del que jugaba a ser el tipo duro de Nueva York en los noventa y a quien un presidente igual de chulesco y un restaurante vegano le cambiaron la vida.
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