Menú semanal de El Comidista (24 a 30 de julio)

Las berenjenas poseen muchas virtudes y un defecto: absorben grasa como si fueran papel de cocina. Con este método, ya no más.

El sorprendente proceso para estos dos pescados nos regalan dos texturas diferentes en un mismo plato. Las lentejas sirven como base al festín.

Una sandía está buena si pesa, suena hueca al golpearla con los dedos y tiene una mancha amarilla en la piel por haber madurado en la planta.

¿Crees que el calabacín es el mayor sosainas de la huerta? Descubre esta forma de prepararlo sencilla, sabrosa y muy moruna.

Hechas por ti, las bolitas de Ikea se transforman en un pequeño prodigio de ternura y ligereza, al que acompaña en perfecta armonía una salsorra deliciosa.

La receta es más simple que una alpargata, y lo único que hay que cuidar es que el jarabe de la cocción no espese demasiado. Eso, y usar un vino potable.

Esta versión de la ensaladilla del restaurante El Sifó es más ligera que la rusa y perfecta para comer tal cual o untar encima de una tostada.

Una versión del ceviche rapidísima de hacer, que no requiere calor y se sale un pelín de la forma más tradicional de preparar este plato.

De color entre naranja y rosáceo, con una ligera pelusa, olor intenso y dulce, además de una pulpa densa y sabrosa: así es un buen melocotón de viña.

Rebozar un aguacate puede parecer raro, pero el contraste entre la capa exterior crujiente y el interior cremoso es una fiestón para los sentidos.

Esta receta se hace casi sola y dignifica el pescado al vapor como un manjar de primera con la ayuda de las hierbas aromáticas y demás acompañantes.

El pijama, ese mítico postre ochentero con de todo se puede perpetrar en casa con muy buenos resultados y mil combinaciones posibles.

Salmorejo sedoso, sabroso y perfectamente aderezado: no, no hace falta que hagas la maleta, te enseñamos las normas básicas para prepararlo.

Panceta tierna y crujiente, encurtidos caseros y una salsa con mucha vidilla son los intérpretes principales de este bocata inspirado en el bánh mì.

Esta mutación del melocotonero es originaria de China y tiene una versión sin pelusa, la platerina, muy dulce y más prieta que su hermana mayor.

El pollo en sí no tiene más misterio que el de ponerle unas hierbas y la salsa está lejanamente inspirada en el romesco, aunque es mucho más rápida.

Hacerla da un poco de trabajo y puede que sólo de pensarlo os dé un sofocón de caloret, pero el mundo es un lugar injusto y en invierno no hay cerezas.

El secreto de estos macarrones está en la salsa: una crema untuosa y engordante (qué le vamos a hacer) en la que el queso es la estrella.

Más que un postre completo, esta receta es una propuesta de acompañamiento para helados, yogures o quesos frescos bien fríos.

Esta copa no es ni muy dulzona, ni pastosa ni aromática en exceso. Eso sí, tiene bastante peligro porque entra como un zumo, y no lo es.