¿Qué tiene de bueno (o de malo) el movimiento 'real food'?
Muchos se lo preguntan. ¿Qué es esta nueva moda? ¿Acaso existe una comida "no real"? ¿Por qué está por todas partes? ¿Es beneficiosa para nuestra salud? Te damos las respuestas reales en este artículo.
Restaurantes que abren con la etiqueta “real food”. 7.000.000 de publicaciones en Instagram con el hashtag #realfood. Consiguen que el edamame se agote en las estanterías de algunos supermercados. Tus amigos se definen ahora como “realfooders” y todo indica que vas a seguir encontrándote con el palabro durante mucho tiempo: es un buen momento para aclarar unas cuantas cosas sobre el concepto gastronómico de moda.
En apariencia no hay mucho misterio. “Real food” significa “comida real”. Puedo imaginar que gran parte de los comentarios de este texto serán quejas por utilizar un anglicismo, que si menuda manía con emplear palabras en inglés, que si nos creeremos muy modernos por hacerlo así, que nos estamos cargando la muy noble lengua castellana… pues sí, aquí nos ceñimos a la política de hechos consumados y empleamos el término “real food” porque es lo que usan sus seguidores. Consiste en un estilo de vida, movimiento o tendencia que se basa en consumir comida de verdad y evitar los ultraprocesados.
Si has oído hablar últimamente de él es porque, en el siempre vertiginoso mundo de las modas alimentarias es una de las que más lo está petando, y además lo está logrando no solo online -en las redes sociales-, sino también en el mundo físico, tangible y en tres dimensiones. Puede que la tarta arcoíris aparezca mucho en tus sugerencias de Instagram, pero quizá sea más difícil que la encuentres en tu cafetería de confianza (por suerte). Sin embargo, la real food aparecerá en tus redes, pero también en boca de tu compañero de trabajo: ese es el verdadero termómetro del éxito.
¿Acaso existe la comida irreal?
Aventuro que otros tantos comentarios ironizarán con qué es eso de la real food, de la comida real, preguntando si existe la "comida irreal". Pues sí, existe: para los gurús de la real food los ultraprocesados presentes en la dieta de la mayor parte de la población no son comida, son caca (sic), como los llama Roberto Vidal. Aquellos que los consumen, ignorantes o ingenuos de los peligros que entrañan están, según Carlos Ríos-el gran impulsor del movimiento en España- en Matrix
¿Es beneficiosa la real food?
Sobre esto no hay vuelta de hoja: basar tu alimentación en los ultraprocesados no es lo mejor para la salud, y que la real food ayude a concienciar sobre esto no puede sino aplaudirse. Al habla el nutricionista Aitor Sánchez García, de Mi Dieta Cojea: “Veníamos de un contexto en el que el mantra más repetido era 'come de todo con moderación' con gente muy confundida. El mensaje de la comida real es simple, y si se aplica bien corrige una de los grandes problemas de nuestra alimentación: tomar demasiados alimentos superfluos”.
¿Tomar ultraprocesados debería estar prohibido?
“Una crítica habitual que me hacen es que parece que se infunda miedo o se esté radicalizando el mensaje, que si te tomas un ultraprocesado un día te vas a morir. No es lo que yo digo”, contesta Carlos Ríos, el principal divulgador del movimiento en España. “En mi web o mi libro digo que es mejor evitarlos. Esa recomendación está basada en los últimos estudios científicos, en la clasificación NOVA y en el grupo de epidemiología y salud pública de São Paulo, incluso la organización panamericana de la salud… ese es el mensaje más efectivo”. Dicho esto, Ríos asume que con la presencia que tienen en nuestro medio, es imposible no consumir ultraprocesados jamás. De hecho, hay un porcentaje de consumo que podría ser inocuo o seguro: el 10%.
¿Es algo tan novedoso?
“Realmente la 'comida real' que estamos viviendo en España es una nueva manera de decir lo que se lleva recomendando muchos años: que la gente compre más productos frescos, nada nuevo”, explica Aitor. “Lo que ha sido novedoso es cómo se ha promocionado, con mucho marketing y creando una tribu, con un sentido de pertenencia. Lo que pasó con el running, con el crossfit o con lo que fue en su día la dieta paleo, está pasando ahora con la comida real”. En este sentido, deberíamos estar contentos de que se popularice un concepto gastronómico positivo, no como cosas supuestamente beneficiosas pero oh-sorpresa-al-final-no tipo los batidos détox, la dieta paleo, la Dukan o el crossfit, que como todos sabemos es malísimo para la salud. (Es broma. O quizá no).
¿Por qué triunfa?
Porque aunque en realidad no sea una novedad, para muchos supone una nueva forma de ver la alimentación. En vez de centrarse en contar calorías y grasas, valora los alimentos en sí, y para personas acostumbradas a seguir dietas restrictivas y a considerar su alimentación diaria algo complejo y lleno de restricciones, la real food resulta una idea liberadora. Expone la gran gama de alimentos que se pueden consumir -carne, pescado, verduras…- y se centra en identificar los que deberíamos eliminar, de una forma que casi tiene algo de juego.
Los gurús de la real food emplean YouTube e Instagram como herramientas de comunicación masiva, sazonan sus explicaciones de ejemplos prácticos, paseos por los supermercados y cuadros explicativos de qué es comida real y qué no. Su mensaje es visual, concreto, fácil de entender por cualquiera e invita a compartirlo, a propugnar a los cuatro vientos las bondades de este estilo de vida, que se presenta como un tipo de resistencia heroica frente a la supuestamente maligna y poderosa industria alimentaria.
Algo también muy reseñable es que la real food llama la atención sobre los alimentos etiquetados como “light”, “0%” y “saludables” que en realidad no lo son, así como sobre los productos destinados a un público infantil que son en esencia un contenedor de azúcar y aditivos con un valor nutricional nulo. Descubrir que se ha estado comprando esto confiando en unas bondades inexistentes convierte a uno en prosélito de la real foodde forma inmediata
¿Tiene alguna parte negativa?
“Al llegar a tanta población –casi un millón de seguidores- hay que asumir que mi mensaje podrá llegar a receptores que lo malinterpretan”, responde Carlos Ríos. “Suele criticarse diciendo que no todo lo procesado es malo, algo que en el movimiento queda claro: se destaca una categoría específica de buenos procesados, un procesamiento que no empeora la calidad del producto”. Otra crítica habitual es la acusación de quimiofobia, aunque en su libro especifica cuáles son los aditivos más problemáticos, y aclara que no todos son malos per se.
Algunos de sus detractores también se quejan de que la comida real engorda, que aporta calorías. Ríos apela que “la comida real tiene unas calorías que son saludables, y el objetivo es estar saludable independientemente del peso”, no intenta extender una dieta de adelgazamiento, sino un hábito de vida que te haga estar más sano. Tampoco cree que la ortorexia sea un riesgo directamente asociable a su propuesta. “Otra cosa es que por distintos factores psicológicos o una mala interpretación del mensaje esa persona llegue a tener problemas sociales o de conducta alimentaria, pero de nuevo, esto no tiene nada que ver con el 'realfooding'”. En general, el autor cree que “no critican lo que yo expongo en mi web o en el libro, se basan en opiniones o supuestos casos aislados que llevan el 'realfooding' al extremo”.
¿Se puede radicalizar el mensaje?
“Quizás se ha hecho más hincapié en el 'difunde el mensaje, pásalo' que en capacitar a la gente en interpretarlo y aplicarlo correctamente”, desarrolla Aitor. “Dentro de esta estrategia viralizadora, creo que la parte que menos comparto es la de la evangelización de la misma, en la que se le pide a la gente que a otras personas del entorno que comen mal los 'fakefooders' se les transforme en 'realfooders'. Además de crear bandos innecesarios, creo que puede llegar a tensionar relaciones interpersonales".
El mismo Sánchez García prefiere, a título personal, que los sanitarios capaciten con herramientas a la gente para que puedan mejorar y adaptarse a sus entornos sociales. "Hay quien dice que la comida real está creando una secta y que puede llegar a crear malas relaciones con la comida. Esto lo veo exagerado, y creo que ha mejorado la salud de mucha gente, pero también es cierto que no todo el mundo interpreta bien el mensaje. No todo el mundo parte de la misma realidad a la hora de cambiar sus hábitos, necesitamos cosas diferentes”.
“No es culpa mía, claro, no incitamos a esto, invitamos a ayudar y persuadir a las personas a que cambien su hábitos”, explica Carlos. “No hemos creado bandos, hay una comunidad que se hace llamar 'realfooder', y yo empleo el término 'fakefooders' no como algo negativo en cuanto a la persona, sino a los hábitos”. Ríos asegura que el mensaje es nutricional y no tiene que ver otro aspecto. “A veces quizá el veganismo sí va más allá de lo nutricional, pues tiene que ver con la sostenibilidad y otros ámbitos… incluso el movimiento vegano y las personas que hacen actividad física a veces llegan a temas extremos o incluso perjudiciales”. La posibilidad de radicalizar o malinterpretar el mensaje no debería ser pábulo para matar al mensajero: eso no significa que haya que dejar de hacer deporte “ni que el movimiento vegano debería desaparecer, porque hace mucho bien y bien planificada es una dieta perfectamente saludable”.
¿Cómo se distingue un procesado “bueno” de uno que no lo es?
No hay que demonizar los procesados. Las conservas de pescado y legumbres, la leche, los yogures, el aceite de oliva o los congelados de fruta, verdura y pescado son ejemplos de procesados perfectamente saludables que no entrañan ningún riesgo a largo plazo para la salud. Para identificarlos, básicamente hay que leer etiquetas. El citado Carlos Ríos indica que en la lista de ingredientes de un procesado bueno debería haber “de 1 a 5 ingredientes, en los cuales no se encuentran cantidades significativas -menor o igual al 5-10% del total- de azúcar, harina refinada o aceite vegetal refinado”. Además, llena su cuenta de Instagram de ejemplos muy sencillos y didácticos de procesados “buenos” y ultraprocesados. Por ejemplo, el alimento entero sería una fruta tal cual; un procesado bueno, esa fruta deshidratada, y el ultraprocesado, una pieza de bollería industrial que contiene trazas de la fruta original.
¿Tiene limitaciones?
Las tiene, y casi todas parten de una interpretación incorrecta o demasiado literal del discurso. “Se ha puesto tanto hincapié en repetir el mantra 'comida real', que se ha convertido en la prioridad principal que mucha gente se pregunta”, contesta Aitor. “Todos los días me llega alguna pregunta de si algo es ultraprocesado o si es comida real, cuando en realidad nos deberíamos preguntar si es saludable o si es conveniente para nosotros. El vino, la cerveza, el embutido, el pan blanco, los rebozados o los fritos no son ultraprocesados per se, y ocupan gran parte de la dieta española”.
Lo mismo ocurriría con la carne roja, de cuyos peligros por exceso de consumo se ha alertado en los últimos años. “Somos un país con un gran consumo de carne, y probablemente nos veríamos beneficiados de su reducción. Creo que el mensaje principal a compartir hoy a la población española sería: come más verdura, hortalizas y legumbres, y por supuesto reduce el consumo de alimentos superfluos”. Algo en apariencia muy sencillo pero con implicaciones muy complejas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.