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¿Sabe mejor la comida si la pones en Instagram?

Dos estudios (supuestamente científicos) aseguran que fotografiar alimentos va más allá del postureo, porque aumenta el placer y el compromiso con la experiencia gastronómica. ¿Perdón?

Igual se te enfría, pero te sentará mejor
Igual se te enfría, pero te sentará mejorLOS FOODISTAS

Voy a hacer una revelación que no es precisamente el descubrimiento del choripán ni una exclusiva de las que salen en ‘The Newsroom’: Instagram está llena de comidistas. Es más: Instagram está lleno de comidistas como tú. Quién no haya subido una pieza de sushi que tire la primera alga nori. Sí, tú también has alzado los brazos para captar de forma proporcionada ese plato de paella y has retirado la servilleta y las migas de pan de forma sutil del encuadre. Y cada vez que comes en un restaurante con buen emplatado sientes un impulso primitivo hacia el filtro Mayfair.

Hay infinitos tipos de comidistas en Instagram, pero estos son algunos de los equipos principales:

El foodie artístico

¿Qué ven mis ojos? ¿Es esta una creación edénica? ¿Acaso caben más colores en una paleta gastronómica? ¿Esa comida es real? ¿Llevan siempre un puñetero pantone para medir la escala cromática de cada uno de los ingredientes que utilizan?¿Pueden ver más colores que el resto de la humanidad?

El foodie sobrehumano

Con una capacidad gástrica digna de estudio anatómico, el foodie sobrehumano se alimenta a base de hamburguesas de buey de treinta centrímetros de grosor. Su pasta carbonara nada en queso y nata. Sus pupilan reflejan el destello de gofres con virutas y chocolate glaseado. Desayuna cachopos. Son el Chuck Norris gastronómico. El foodie sobrehumano también sube fotos en el espejo para constatar que a él le afectan las calorías notablemente menos que a ti.

El foodie sin pretensiones

No busca nada en sus fotos salvo compartir lo que come. No pretende la efímera gloria de los likes. No pone hastags #instafoodies. Tan solo quiere mostrar las lentejas de su madre o ese atascaburras que se está metiendo entre pecho y espalda en un bar de Albacete.

El foodie saludable

Cúrcuma en polvo, eneldo, rábanos, col lombarda, arroz thai, superalimentos, polvo de baobab…El foodie healthy te ha abierto las puertas a un universo desconocido: las tiendas ecológicas. Te ha descubierto que hay más especias que ese bote de orégano o de ajo en polvo que tienes en la encimera, y que los superalimentos no son berenjenas con capa que salvan a otras hortalizas desvalidas. Y, sobre todo, que deberías comer mejor.

El foodie cliché

Fotos de vasos de Starbucks, fotos de tostadas de aguacate en el local de moda de la ciudad, fotos de yogurt helado en verano, más aguacate, un poco más de aguacate, etc. Si algo se pone de moda, el capitán cliché estará ahí para retratarlo. ¡CAPITÁN CLICHÉ!

El foodie mayor

Tiene masa madre. La albahaca crece con ímpetu en una maceta de su propio jardín. Elabora su propio fermento láctico. Cocina kibe libanés con la misma facilidad con la que tú abres una lata de atún. Quieres vivir en su casa, aunque sea retorcido en el bidé en posición fetal.

Todos sentimos un odio intrincado y más o menos irracional hacia alguno de los perfiles descritos –o más–, aunque a veces sea envidia disimulada. Desconfías de la perfección de los primeros, sopesas el Almax consumido por el segundo o te preguntas las acciones que tiene el quinto de la susodicha cadena de cafés. Odias a los que lo cocinan todo sin aparente rastro de imperfección. Y también odias cuando tu amigo te hace esperar bajo un sol traicionero hasta retratar ese helado con una pared de ladrillos de fondo. Pero sentimos decirte que ellos lo están haciendo mejor que tú.

Ver fotos de comida te puede hacer sentir miserable, pero no así hacerlas. Hacer fotos de comida puede lograr incluso que ésta sepa mejor. Es la conclusión de un estudio publicado en la revista Journal of Consumer Marketing en el que se determinó que fotografiar alimentos provoca un retraso momentáneo en el consumo que activa el placer y aumenta, por tanto, la sensación positiva del momento. Quizá la conclusión más interesante sea la siguiente: los comensales que hicieron fotos de los alimentos percibidos como saludables los valoraron más que quienes no hicieron la foto.

Otro estudio publicado en la revista Journal of Personality and Social Psychology también reveló que fotografiar algo te ayuda a disfrutarlo. En el ensayo se incluye a personas comiendo en un mercado, y se encontró una evidencia sustancial de que las fotos aumentan el compromiso de los participantes con las experiencias. Y que ese compromiso termina derivando en un mayor disfrute de las mismas.

Así que cada vez que encuadres la foto de un brunch y alguien te diga que eres el rey del postureo, piensa que en el fondo puedes estar gozándolo más que él. Compartimos fotos de lo que comemos de la misma forma que lo hacemos de un paisaje, de la portada de ese libro que estamos leyendo y nos encanta o de una noche de fiesta: porque son cosas que nos provocan placer. Y bueno, porque en ese momento hay una luz lateral perfecta.

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