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¿Comer bien por 1,25 euros al día? Sí se puede

Autorretrato de dos blogueros ahorrativos: Anna Mayer y Jorge Guitián.
Autorretrato de dos blogueros ahorrativos: Anna Mayer y Jorge Guitián.
Mikel López Iturriaga

Si me hubieran preguntado hace dos semanas si es posible comer bien en casa por 1,25 euros al día, habría dudado o contestado que no. Hoy mi opinión sería diferente por culpa de dos blogueros y activistas gastronómicos, uno gallego y la otra, italiana. Jorge Guitián, autor del Diario del Gourmet de Provincias, y Anna Mayer, conocida en la Red como AnnaLibera, iniciaron el día 11 un proyecto heróico, casi titánico, consistente en demostrar que una familia de cuatro personas puede alimentarse con dignidad por 5 euros al día durante dos semanas. Y sin renunciar a la calidad en los platos, ni atiborrarse a guarrerías ni pasar hambre, sino comiendo sano y bueno.

Para contar al mundo el día a día de su aventura, Guitián y Mayer han utilizado una página de Facebook en la que han ido colgando menús, cuentas, fotos, productos usados o enlaces a las recetas de los platos. El "proyecto de consumo eficiente", como ellos lo llaman, terminó este fin de semana, pero todavía continúa vivo con las aportaciones de seguidores que han tratado de emular la experiencia. Con el objetivo de saber más sobre este auténtico milagro microeconómico, me puse en contacto con la pareja, y les bombardeé con un montón de preguntas a las que respondieron con su habitual soltura.

¿Seguro que no es imposible comer bien por 1,25 euros al día por persona? ¿Qué habéis hecho para lograrlo?

Anna Mayer: Hemos comido platos que ya hacemos normalmente, con la diferencia de que hemos seleccionado los más económicos, y hemos tenido cuidado de utilizar ingredientes que costaran menos. Por unos días hemos sido calculadoras vivientes. Teníamos una base de productos como arroz y legumbres y a partir de ahí íbamos jugando con los productos frescos que encontraramos en la frutería o en el supermercado a buen precio. Si un día estaban más baratos los calabacines, pues pasta con calabacines, arroz con calabacines, sopa de calabacines... pero podrían haber sido pimientos o repollo.

¿No habéis acabado hasta el gorro de tanto calabacín?

A.M.: Al llevar el proyecto durante sólo 10 días, hemos tenido más problemas creo de repetición, porque queríamos utilizar lo más posible lo que habíamos ido comprando. Si este sistema lo llevas a tu día a día normal, tienes más margen para ir distribuyendo el gasto, y puedes aprovechar mejor las ofertas.

¿Habéis notado un bajón importante en el sabor de vuestras comidas?

A.M.: En producto fresco –carne, pescado, fruta y verdura– no ha habido bajada de calidad. De hecho hemos comido la verdura y la fruta más de temporada, y el pescado más local y de bajura (ventajas de vivir en Galicia). Donde hemos tenido que bajar en calidad algo ha sido en el arroz o en las legumbres - en ciertas cosas se nota más que en otras, pero nada que no me haga plantearme si volver a las marcas de antes. En la pasta yo, como italiana, me he negado a la marca blanca porque ya la he probado y sé que no me gusta: único pequeño lujo.

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¿Cómo se os ocurrió esta descabellada idea?

Jorge Guitián: Un accidente de coche hace unos meses nos tuvo a los dos parados una buena temporada. Los dos somos autónomos, los únicos sueldos que entran en casa son los nuestros y usamos el coche para nuestro trabajo, así que ese periodo de baja forzosa, de incertidumbre, de no saber si la situación se va a prolongar un mes o seis nos hizo poner en cuestión muchas cosas. Nosotros sabíamos que era una situación transitoria, pero en ese momento te das cuenta de que algo así puede ocurrirte en cualquier momento y que tal vez en otra ocasión no sea algo pasajero. O, simplemente, puede que las circunstancias te acaben llevando a tener que ahorrar de una manera brusca por el motivo que sea. Así que en cuanto recobramos el ritmo normal decidimos que era un buen tema sobre el que trabajar.

Imagino que la crisis también habrá tenido algo que ver.

J.G: Sí. Dado que en España hay mucha gente que se ve forzada a recortar su gasto en alimentación y otra mucha que, aunque no sea por necesidad, puede querer hacerlo como medida de ahorro, nos pareció el momento de intentar algo parecido. Y al ser los dos bastante activos en redes sociales, contarlo surgió casi como una consecuencia lógica.

Habréis tirado mucho de marca blanca. ¿Mejor o peor que la marca-marca?

J.G: Sí, hemos consumido bastante marca blanca, algún congelado de tiendas a granel y, sobre todo, mucha fruta y verdura de producción local. Eliminando eslabones en la cadena y, sobre todo, eliminando las condiciones de las grandes superficies, para las que todas las frutas tienen que estar perfectas y relucientes, puedes ahorrar mucho en ese capítulo. En cuanto a la marca blanca, es cierto que hay productos que tienen una calidad claramente inferior, pero también es verdad que hay otros que tienen un nivel más que aceptable o, en algunos casos, superior a los de precios más altos. Se trata de buscar, probar e irte quedando con lo mejor de cada sitio.

¿Cómo encontrábais productos frescos realmente baratos en los mercados?

A.M.: Nuestra situación geográfica ha sido determinante. En Negreira, donde vivimos, hay abundancia de verdura local de temporada, y lechugas buenas o calabacines cuestan incluso menos que las de los supermercados. En cuanto a la fruta, los "almacenes de fruta" son un salvavidas. Ahora en época de melocotones por ejemplo tienen de 3 o 4 categorías, desde los 3 euros el kilo hasta los 0,99. Nosotros íbamos comprando la fruta que estaba a mejor precio: por ejemplo, las nectarinas a 1,20 euros, que aunque pequeñas estaban riquísimas. Con los melocotones a 0,99 hemos hecho mermelada: eran feos de ver, pero de sabor, perfectos. Ojalá hubiera siempre la posibilidad de elegir entre una fruta ‘de primera’ y otra menos bonita pero a buen precio, porque al fin y al cabo siempre es fruta y supongo que desde el punto de vista nutricional no hay diferencia.

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¿Hay algún truco, alguna técnica de compra para ahorrar?

A.M.: En general, y vale para cualquier lugar, creo que el truco está en no salir pensando “voy a por esta verdura” sino “voy a ver qué hay” y a partir de lo que encuentres hacer tu menú. Para esto saber cocinar (un mínimo: un arroz, una sopa, un guiso...) y ser flexibles ayuda mucho.

¿Cúales son las mayores enseñanzas que habéis obtenido con este proyecto?

J.G.: Lo primero que descubrimos es que la calculadora del móvil es tu mejor amiga cuando estás en el supermercado. Cuando compras sin ir calculando tiendes a meter en el cesto un montón de cosas que no cuestan mucho sin pararte a pensar en el total, mientras que si vas haciendo la suma todo resulta mucho más sencillo y mantenerte dentro de presupuesto deja de ser una ruleta. Hemos descubierto algo que intuíamos pero que nos ha quedado aún más claro: es básico cocinar, renunciar a precocinados y a “atajos”. Hay que hacer caldos, hornear pan y dulces, reaprovechar, despiezar el pollo o los pescados en casa. Y si puede ser en cantidades relativamente grandes, mejor. El coste por litro es menor si preparas 10 litros de caldo que si preparas dos. El pan seco no es pan seco: es la tostada del desayuno de mañana, es torrijas, un pudin, picatostes y pan rallado.

¿Algo más?

J.G.: Aprendes que el congelador se convierte en una herramienta básica. Para guardar aguas de cocción (que pueden ser la base de una sopa, de una crema o un caldo para un arroz otro día), para ir almacenando recortes de pollo, de carne o las partes menos tiernas de algunas verduras. Nosotros tenemos un recipiente en el que vamos guardando el verde de los puerros, las hojas exteriores de las coles y cosas por el estilo. En un momento dado te pueden solucionar un caldo de urgencia a coste cero. Hemos descubierto también que unas macetas con hierbas en la terraza (o en la ventana) ayudan a dar variedad al menú. Un toque de albahaca en una salsa de tomate un día, unas hojas de menta en un salteado o un poco de orégano fresco en la tostada con aceite del desayuno convierten cosas que pueden ser bastante anodinas en algo mucho más interesante.

¿Habéis tenido en cuenta el gasto energético de cocinar?

J.G.: Esa es una realidad contra la que tienes poco que hacer. Tanto es así, que hay platos en los que al final gastas más en la energía empleada en prepararlos que en materia prima. Es algo que nos parece desproporcionado y que creo que nos deja en un lugar bastante triste como país: puedes ahorrar en lo que eliges cocinar, pero hasta un tope, ya que nadie te libra de los costes fijos de energía, que casi se han duplicado en pocos años y que ahora mismo, en una dieta basada en un gasto reducido, supone un porcentaje grotesco del total.

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¿Algo que hayáis echado de menos especialmente? ¿Os habéis sentido "a dieta" en algún momento?

A.M.: Yo he echado de menos una copa de vino de vez en cuando, o un café extra, cosas así. Por nuestro trabajo, relacionado con la cocina, tenemos que cuidar a menudo lo que comemos y sinceramente estando a dieta lo he pasado peor! He perdido algo de peso pero porque no había nada extra: esa onza de chocolate (que luego son 3), o unas patatas fritas, aperitivos, cosas así.

J.G.: La caña y la tapita de callos de los domingos. En esta zona en la que vivimos es casi obligatoria y es fácil acostumbrarse a ella.

Tenéis dos hijos de 7 y 10 años. ¿No sufristeis un poco por su alimentación?

J.G.: No. Estamos convencidos de que la dieta que hemos llevado a cabo es equilibrada y, además, en su caso hemos marcado como prioritarios elementos como los lácteos y la fruta fresca. Sí que se ha renunciado, seguramente, a algunos dulces elaborados, pero los hemos cambiado, siempre que hemos podido, por cosas como el pudin de pan que hemos preparado varias veces y que se ha convertido, seguramente, en la revelación de todo este proceso: un postre goloso y que, al final, nos salía por menos de 10 céntimos ración si preparábamos una buena cantidad.

¿Qué opinan ellos de esta aventura?

A.M.: ¡Ni se han dado cuenta! Hemos hecho platos que solemos comer, han tenido meriendas como siempre... Están acostumbrados a que se come lo que hay, no suelen pedir. Un día nos preguntaron por qué estábamos hablando tanto de números, y se lo explicamos, pero la cosa no les impactó en absoluto.

¿Creéis que en general se optimiza el gasto en comida en este país?

J.G.: Al contrario. Creo que tiramos mucho dinero. Y nos incluyo en el lote, que conste.. En España tiramos muchísima comida, nos obsesionan las marcas y seguimos teniendo miedos absurdos a las marcas blancas, a los congelados a granel, a pescados baratos, etc. Muchas veces nos volvemos locos con una mala fruta tropical y, sin embargo, ni miramos para una verdura de temporada. Personalmente, me parece una desgracia que sea más fácil encontrar un coco en mi pueblo que unas buenas ciruelas de la zona. Pero sobre todo, creo que estamos obsesionados por la proteína animal.

¿Por qué?

J.G.: Para mucha gente si no comes al menos una vez al día carne o pescado (o ambos) te estás alimentando mal cuando en realidad es casi al contrario. Y si es un filete, mejor que si es una pieza de segunda, con hueso, o menos aparente. Comer tanta carne no es sostenible en términos ambientales y desde luego tampoco en términos de salud. Y desde el punto de vista económico es un sobrecoste innecesario. Pero, ya sabes, en España el síndrome del chuletón sigue estando muy vivo y muy extendido. ¿Por qué tenemos que comer una carne mediocre cinco veces por semana si es caro, no es sostenible y tampoco es bueno desde un punto de vista saludable? ¿No será mejor reducir el consumo de carne y comprar piezas mejores, apostar por pequeñas explotaciones, por el trato humanitario a las reses durante todo el proceso de producción de carne, por la recuperación de razas autóctonas...? Son muchos temas, lo sé, pero vale la pena tenerlos en cuenta de vez en cuando.

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Resumid en cuatro mandamientos breves los secretos para comer bien y barato.

A.M.: Saber cocinar. Saber comprar. Ser flexible. Y comer de todo.

¿Creéis que el experimento es sostenible a largo plazo?

J.G.: Con algunas adaptaciones, sí. Resumiendo mucho, creo que aprendiendo a reaprovechar, a trabajar en cocina, a elaborar tus propios caldos, a no comprar fileteados, precocinados y olvidándote de la obsesión por el chuletonazo es fácil recortar gasto de una manera racional. Hay básicos que se nos suelen olvidar y que nos aburren de tanto escucharlos pero que son ciertos: más legumbres, más ir al mercado y, sobre todo, más producto de temporada y local (sin obsesionarnos con esto último) ayudan a racionalizar mucho. A partir de ahí, como en todo, con la práctica vas mejorando los métodos, localizando proveedores que te convienen más y desterrando errores. Sólo por eso ya valdría la pena la experiencia.

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¿Cómo ha sido la respuesta de la gente?

A.M.: La respuesta ha sido bastante mayor de lo que imaginábamos al empezar. En general ha sido muy positiva, en plan “por fin alguien habla de esto”. Nos han preguntado mucho cómo hacíamos, y nos ha dado para muchas conversaciones. En la página de Facebook algunos han ido aportando sus ideas y sugerencias, la verdad es que se ha creado un debate muy intenso, no sólo sobre cómo comer con 5 € al día, sino además sobre otros tema: el gasto energético, la sostenibilidad, grandes superficies vs. pequeño comercio, el km 0... Da para mucho.

Habréis tenido críticas, imagino.

A.M: Ha habido críticas, la mayoría bien intencionadas; personas que se preocupaban que por reducir el gasto tuviéramos que recurrir a productos de marca blanca de origen no español, por ejemplo. O quien se quejaba de que en su ciudad no había esos precios. Eso por supuesto es algo que teníamos muy presente, no es lo mismo hacer esto en Negreira que en Madrid, y menos aún trabajando desde casa con horario flexible.

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Sobre la firma

Mikel López Iturriaga
Director de El Comidista, web gastronómica en la que publica artículos, recetas y vídeos desde 2010. Ha trabajado como periodista en EL PAÍS, Ya.com o ADN y colaborado en programas de radio como 'Hoy por hoy' (Cadena Ser), 'Las tardes de RNE' y 'Gente despierta'. En televisión presentó programas como El Comidista TV (laSexta) o Banana split (La 2).

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