Dónde comer en los alrededores del Sónar
Para desayunar
El Olivia Café (Pintor Fortuny, 22) es pequeñito, pero muy agradable por sus grandes cristaleras; su carta es breve, pero cuidada y deliciosa. Si desayunas salado, como le gusta hacer a la gente en Barcelona, el bocata de brie, tomate seco y aguacate es absolutamente obligatorio. Si tienes tendencia al vacaburrismo, no te arrepentirás de su tarta de zanahoria, una de las mejores que he probado. También tienen desayuno convencional de tostada, zumo y café, claro.
Paz y tranquilidad. / FACEBOOK DE OLIVIA CAFÉ
Para comprar comida para tomar por la calle
En la parte norte de El Raval tienes dos buenas panaderías donde venden bocatas, quiches y otras maravillas fáciles de comer en cualquier esquina: el Forn Boix (Xuclá, 23) y Barcelona Reykjavik (Doctor Dou, 12). Si te lo complementas con una ensalada de fruta de las que venden en el mercado de La Boquería -nunca pensé que recomendaría una turistada como esta, pero reconozco que para estos casos no vienen mal- o un zumo de los de Romantics que puedes comprar en el Veritas de Doctor Dou, ya tienes montado un desayuno-almuerzo-merienda sano y barato.
Para tomar un menú del día
Algunos de los mejores menús del día de Barcelona se sirven muy cerca de donde se celebra el Sónar de Día. En El Fortuny (Pintor Fortuny, 31) dan comida fresca, de mercado de verdad, sencilla pero con un punto original y a muy buen precio (aviso: si preguntas por él, recuerda que la pronunciación correcta del nombre es "fortuñ", no "fortuni"). Au Port de la Lune (Plaza de Sant Galdric, 1) un estupendo restaurante francés pegado a La Boquería, ofrece un menú de 15 euros con ensaladas, puerros a la vinagreta, bavette o una hamburguesa de buey mortal que el dueño se niega a servir muy hecha. Otra opción más que apropiada es el Antic Forn (Pintor Fortuny, 28) que aunque tiene un aire más clasicón también da muy bien de comer a un precio imbatible.
Declaración de intenciones en el Au Port de la Lune. / EL COMIDISTA
Para merendar
Llevas todo el día para arriba y para abajo, y te espera un Sónar de Noche en el que no sólo quemarás neuronas, sino también calorías. ¿Qué mejor momento para pegarte un homenaje hipercalórico de chocolate con bollos, bizcochos o tartas en la Granja Viader (Xuclá, 4-6)? Este templo del lácteo debería ser monumento histórico: allí fue donde se inventó el Cacaolat, y donde un siglo después se sigue sirviendo la mejor nata montada de la ciudad.
Para terracear
Si te gusta más la calle que a Berta, Crista y Sole, las terrazas bajo los arcos de la plaza Vicenç Martorell son un refugio para huir de los ruido de los coches o del bullicio sonaril. Para mí, la mejor con diferencia es la del Kasparo, con platos y bocadillos muy dignos y prensa para leer si es que todavía haces cosas de esas.
Mesa cuca con pan. / LO DE FLOR
Para tomar un cóctel
La madre de todas las calles de copas de El Raval es Joaquim Costa, un extraño lugar en el que se los bares de hipsters y guiris más o menos enterados se hermanan con las fruterías y locutorios de paquistaníes y filipinos. Allí encontrarás el Betty Ford (número 57), cuyo nombre rinde homenaje a la legendaria clínica de desintoxicación, y el Negroni, en el que se sirven los mejores cócteles del cosmos ravalero. El problema, una vez más, es el sitio, por lo que se recomienda visitarlos a horas tempranas.
Para cenar
Con el objetivo de cenar bueno y a precio razonable, nos desplazamos un poco hacia el Raval profundo. Como su propio nombre indica, Lo de Flor (Carretas, 18) es el restaurante de Flor, una energética uruguaya que sirve comida mediterránea, ultrafresca, sencilla y muy bien cocinada en uno de los espacios más bonitos del barrio. Justo enfrente está Las Fernández (Carretas, 11), en cuyo ambiente entre kitsch y retro se pueden degustar platos pop como las papas don't preach o fantásticas especialidades leonesas. Ahora bien, para experimentar la esencia gastronómica del Ravalkistán, nada mejor que ir a un paki más-auténtico-imposible como el Zeshan Kebabihh (Marqués de Barberà, 26). No te asustes con los dulces de colores fluorescentes que suelen poner en la entrada: allí se comen fastuosos corderos, carnes y delicias vegetarianas a precios de hace diez años.
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