Comida viejuna: el melocotón en almíbar
Postre bajonero donde los haya, el melocotón en almíbar fue un must de las mesas españolas desde los sesenta hasta bien entrados los ochenta. Barato, ultrarápido y chillón, es el epítome alimentario de una época tan ávida de azúcar líquido como obsesionada por enlatarlo todo. Aunque ahora pueda verse como un disparate, el melocotón y otras frutas en almíbar llegaron a considerarse superiores a las frescas, hecho histórico para que el que los estudiosos todavía no han encontrado explicación.
El Comidista ha encontrado varios melocotones en almíbar en una vieja lata abandonada en Mendavia (Navarra). La mayoría no podían ni hablar por la edad y el efecto del sirope y los conservantes, pero uno que estaba un poco verde cuando lo cogieron en 1973 todavía mantenía más o menos intactas sus facultades mentales.
¿Cómo se encuentra?
Fatal. Hecho un asco. Destrozado. De verdad, no sé cómo le podíamos gustar a alguien.
¿Y eso? ¿Tan mala consideración tiene de sí mismo?
Mire usted, le voy a hablar claro, y perdone mi lenguaje. Esto del almíbar es una soberana putada. Yo era una fruta jugosa, refrescante, dulce pero con un puntito ácido, con una textura única... hasta que me cocieron en ese líquido repugnante. Entonces me convertí en una masa babosa, dulzona, aburrida, sin chispa... ¡Qué desastre! [rompe a llorar].
Pero hombre, tranquilícese, que no es para tanto.
Sí, ¡es muy fácil decirlo cuando no te has pasado años flotando en almíbar y no has perdido TODAS TUS VITAMINAS!
Intente ser positivo: tiene usted un colorcito muy bueno, la piel muy tersa, se conserva bien...
¿Colorcito? ¿Piel tersa? ¡Pero si brillo más que los pómulos de la baronesa Thyssen! Y encima este color eléctrico. ¡Parezco una chuchería!
Piense que tiene una ventaja importante: es inmortal.
¿De qué me sirve ser inmortal si mi identidad como melocotón se ha ido a la porra? Soy una especie de Dorian Gray hortofrutícola, con apariencia de joven eterno pero un interior degradado por el azúcar.
Bueno bueno, no exagere, que no está tan malo. Hablemos un poco del pasado, a ver si se anima. ¿Qué recuerda de sus tiempos de gloria?
No mucho, era un crío cuando me envasaron. Pero por lo que decían los otros melocotones de mi lata, e inexplicablemente para mí, la gente nos adoraba. Nos tomaban solos, con helado, con flan, con nata... había un postre que llamaban pijama y que lo hacían con nosotros, ¿no?
Ah, sí, el pijama. Un clásico, fue muy popular en algunas zonas de España, y llevaba todas esas cosas juntas. Tremendo.
Me lo imagino y se me sube el almíbar sólo de pensarlo.
De todas formas, para mí lo peor de los de su especie con diferencia era cuando los ponían picaditos en la macedonia. Bueno, digo los ponían pero en realidad en algunos lugares los siguen utilizando.
Sí, algo he oído. Menuda forma de cargarse un buen plato de fruta fresca. Ahora, no hay nada peor que esas macedonias paliduchas compuestas íntegramente de frutas en almíbar. En la fábrica procesadora coincidí con una piña y unas cerezas y me quedé horrorizado de cómo se quedan al envasarlas.
Pues sí, desde luego puede considerarse afortunado porque lo de la piña y las guindas es mucho más terrible que lo suyo. Especialmente lo de la piña.
Ayyyyyyyy... [histérico y gritando]. Si cojo al que inventó esta manera de embalsamarnos, ¡lo mato! ¡Juro que lo mato!
Tranquilícese, que parece Víctor Sandoval con Nacho Polo. La cocción en almíbar es una técnica de conservación muy antigua, así que seguramente su inventor estará muerto. En fin, concluyendo que se me hace tarde, ¿cree que puede haber un futuro para usted?
No lo sé. Quizá. Cuando me conecto a Internet -sí, tenemos wifi dentro de la lata, qué pasa-, veo que hay personas que nos siguen sometiendo al tormento del almíbar en sus blogs. Seguramente estemos mejor cuando se nos prepara en casa, eso no lo dudo. Así que parece que algunos siguen disfrutando con nosotros. Y bueno, incluso hay una dieta basada en mí.
¿Ah sí? ¿Y en qué consiste?
Hay distintas variantes, pero mi favorita es en la que comes dos melocotones naturales en el desayuno, uno en almíbar en el almuerzo, cuatro naturales en la comida, uno natural y otro en almíbar en la merienda y otros dos naturales de cena. ¿Se imagina usted qué jalandraca te puede entrar?
Lo que no puedo comprender es que la gente esté tan loca de pasar por estas dietas salvajes. Hablando de locuras, ¿la nueva cocina no ha hecho nada con usted?
Creo que en un restaurante muy moderno de cocina nikkei de Barcelona nos ponen en un ceviche de atún fresco, pero no, no me suena que me hayan reivindicado aún en otras partes. Lo más revolucionario que he visto hacer conmigo es un cóctel de marisco sobre melocotón en almíbar.
Dios mío, ¡eso es el Santo Grial de la comida viejuna! ¡Necesito entrevistarlo ya!!!!
Pues son 30.000 euros por la exclusiva.
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