La inteligencia artificial, un trabajador más de la empresa
El espacio BAIC cumple dos años como acelerador de la implantación de esta nueva tecnología en la industria vasca
Cómo sabe Netflix qué serie nos va a enganchar? ¿Por qué Spotify acierta con sus sugerencias musicales? ¿Cómo puede un restaurante asignarnos mesa para cenar sin que al otro lado del teléfono haya un ser humano? La respuesta a estas y otras muchas preguntas del día a día más reciente es compartida: gracias a la inteligencia artificial. Esta nueva tecnología ha llegado para revolucionarlo todo, desde el transporte de personas o mercancías por carretera hasta el tipo de películas en las que una productora decide invertir su dinero, pasando por la creación de guías de compra en tiempo real para los clientes.
Volvamos al ejemplo de Netflix. La popular plataforma de streaming recopila constantemente datos de sus usuarios para aprender de ellos. Anota qué películas o series vemos, qué puntuación les otorgamos al terminar, a qué hora nos conectamos, qué dispositivo empleamos —móvil, tableta, ordenador, smart TV— o qué ha llamado la atención de personas con un historial de visionado similar al nuestro. Toda esa información es procesada mediante un algoritmo, un conjunto de operaciones desarrolladas para encontrar la solución a un problema concreto. En este caso, qué película o serie debe recomendarnos ver. Pero el algoritmo no solo trabaja para los usuarios, sino que la propia compañía emplea los datos para decidir en qué contenido invertir según la acogida esperada.
Pues bien, para impulsar el desarrollo de esta tecnología en Euskadi y, con ello, mejorar la competitividad empresarial y el bienestar de la sociedad vasca, hace dos años se creó el espacio BAIC-Basque Artificial Intelligence Center. Inicialmente constituido por 17 entidades, nació como centro de colaboración público-privada y con el objetivo de acelerar la adopción por parte de la industria vasca de esta nueva tecnología. Busca conectar a los distintos entes implicados, promocionar y retener el talento en IA, generar sinergias o vigilar las repercusiones éticas de este tipo de avances y, a la vez, servir de laboratorio de experimentación y aceleración de proyectos que pudieran tener alcance internacional.
Su directora general, Laura Marrón, destaca el “carácter aplicado” de la misión del BAIC, al que define como un “punto de encuentro que pone el foco en la inteligencia artificial como instrumento para ser utilizado”. En contra de lo que pueda parecer, toda empresa, independientemente de su tamaño o sector de actividad, pueden sacarle partido. “Hay algunas pymes que han dado el salto o que incluso son nativas digitales. Nosotros buscamos que el resto se acerque a ello. Que los más grandes, que son los tractores y ya tienen experiencia, la compartan con aquellos que aún no han empezado de modo que las pequeñas y medianas empresas acierten a la primera con la IA”, apunta.
Evento constructivo
Para ello, el BAIC ha organizado esta misma semana el primer Dataton de Euskadi, un evento en el que durante tres días han puesto en contacto a agentes industriales y tecnológicos para solventar problemas con la aplicación de la IA. “Se forman equipos multidisciplinares para hacer funcionar un proyecto de IA en la vida real. Se une alguien que conoce el negocio y alguien que maneja la parte tecnológica”, explica Marrón. Así se consigue, por ejemplo, que una marca sea capaz de proyectar cuál será su consumo energético en un periodo determinado o cómo evolucionará la demanda de sus clientes en las próximas semanas, facilitando así la previsión de costes o la cantidad de material necesario.
El momento escogido para poner en marcha el BAIC no fue casual. La Estrategia de Transformación Digital para Euskadi 2025, aprobada en los primeros meses de 2021, recogía la inteligencia artificial como una de las palancas tecnológicas clave para enfrentar con las mayores garantías los retos de esta nueva década. Además, la IA aparece también como una prioridad en el compromiso 14 del programa del Gobierno vasco, “Industria 4.0 con arraigo en Euskadi y desarrollo de la inteligencia artificial”. Es un camino que también han iniciado la Comisión Europea y, en línea con ella, desde grandes potencias tecnológicas hasta países avanzados más pequeños.
Buen arranque
En el caso de Euskadi, la situación de partida recogía algunas ventajas a la hora de intentar convertirse en laboratorio de pruebas real para el desarrollo de la IA: la existencia de un tejido empresarial con vocación innovadora y apoyado en una consolidada red de clústeres —redes de cooperación formadas por pymes, instituciones y universidades de un mismo sector—, la presencia de la Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación o de una Administración pública digital y competitiva. Además, el despliegue de internet en el territorio es muy avanzado. Prueba de ello es el premio Broadband Award 2019, que Euskadi recibió por la gran implantación de internet en zonas rurales y polígonos industriales.
Según el Foro Económico Mundial, la IA generará 58 millones de puestos de trabajo en todo el mundo de aquí a 2025. En el entorno más cercano, un reciente informe de IndesIA estima que en los próximos tres años las empresas españolas del sector necesitarán más de 90.000 profesionales cualificados en análisis de datos e inteligencia artificial. Y, tras apenas dos años de vida, la Asociación no ha dejado de sumar miembros. Pese a tratarse de un sector en el que mirar al futuro es hacerlo día a día, Laura Marrón tiene claro que un aspecto clave será el desarrollo de la regulación en el ámbito europeo.
La Ley de Inteligencia Artificial, que se encuentra en tramitación en Bruselas, buscará fijar nuevas normas de transparencia y gestión del riesgo a la hora de emplear este tipo de tecnología. “En la industria, los tipos de datos con los que trabajamos son de carácter y aplicación menos sensible, pero en otros ámbitos más globales, más sociales, como el de la salud, cada vez es más importante el uso ético”, sostiene. Así ocurrirá, pues el Parlamento Europeo ha aclarado que quedará prohibido todo uso que comprometa la seguridad de las personas, como aquellos sistemas que empleen técnicas subliminales para manipularnos o el reconocimiento facial en tiempo real en espacios públicos.
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