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Hacia un pacto mundial para conservar la biodiversidad

El Acuerdo de Kunming-Montreal busca restaurar y proteger el 30% de la superficie terrestre y los océanos en 2030, pero debe ir más allá

Extra Día Mundial del Medio Ambiente 05/06/23
Carmen Martínez Torrón (GETTY IMAGES)

La selva amazónica es el gran pulmón verde del planeta, pero parte de sus bosques están en riesgo de sufrir embolias y mortalidad por la sequía. El cambio en el régimen de lluvias y el aumento de la temperatura global ha llevado a los árboles al límite y los ha hecho más vulnerables. Si se tiene en cuenta que esta selva tropical contiene entre el 10% y el 15% del total de carbono almacenado por la vegetación en todo el mundo, su mortalidad y buen estado de salud es vital en la lucha contra el cambio climático.

Un reciente estudio publicado por la revista Nature demuestra que la deforestación, el calentamiento del planeta y la agricultura y ganadería extensivas están detrás de esta alteración de la pluviosidad en el territorio repartido entre Brasil, Perú y Bolivia. Si no hay suficiente agua en el suelo, se taponan los conductos que tienen los árboles para transportar la savia desde las raíces a las hojas, y el tejido muere. Pero hay más. La investigación, que ha liderado la Universidad de Leeds (Reino Unido), revela que la deforestación está interrumpiendo el proceso de evapotranspiración, esencial para la formación de las nubes de lluvia. Y el gran peligro es que no solo afecta a la Amazonía. “Si este ciclo se corta, el patrón de precipitaciones a escala mundial está en riesgo”, concluyen sus autores.

El binomio cambio climático-deforestación es casi indivisible, admiten los expertos. Y repercute de pleno en la pérdida de biodiversidad. Naciones Unidas advierte de que el planeta está sufriendo la mayor pérdida de flora y fauna desde la época de los dinosaurios: más de un millón de animales y plantas estará en peligro de extinción durante las próximas décadas. En la actualidad, ya hay más de 42.100 especies en la Lista Roja de Especies Amenazadas que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Cumbre para la esperanza

La situación es crítica, porque la pérdida masiva de especies y de biodiversidad atañe directamente a la supervivencia humana. La buena noticia es que científicos e instituciones de todo el mundo, gobiernos incluidos, ya han adoptado medidas concretas para combatir el problema. El mejor ejemplo es el gran pacto conseguido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (COP15), celebrada a finales de 2022 en Montreal (Canadá). En la cumbre, 190 gobiernos han alcanzado un acuerdo histórico para poner en marcha distintas iniciativas dirigidas a promover la biodiversidad del planeta. Este pacto mundial, conocido con el nombre de 30×30, se concreta en un paquete de 23 medidas que deben ejecutarse antes de 2030. El objetivo es que, para ese año, el 30% de las “zonas terrestres, aguas continentales, costeras y marinas” se “conserven y gestionen eficazmente mediante sistemas de áreas protegidas”. Este Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal también prevé que, al final de esta década, queden restauradas o estén en vías de hacerlo “al menos el 30% de las áreas de ecosistemas terrestres, de aguas continentales y costeras y marinas degradadas”. Para conseguirlo, los países firmantes se comprometen a movilizar, al menos, 185.400 millones de euros anuales procedentes de fondos públicos y privados que ejecuten planes y estrategias vinculados con la biodiversidad.

Transformaciones profundas

“Fijar estos objetivos para dentro de siete años es tan capital para el futuro del planeta como lograr frenar la subida de la temperatura media en 1,5 ºC”, admite el coordinador de Conservación de WWF España, Luis Suárez. Pero aplicar simples medidas tradicionales de conservación de especies o de protección de espacios no será suficiente. En su opinión, es necesario “cambiar el actual modelo de producción y consumo que está detrás de esta crisis ambiental”. Eso incluye la reducción de residuos o la adopción de dietas más ricas en productos vegetales, que permitan limitar la expansión del uso del suelo y facilitar la restauración de los ecosistemas.

Comparte esta idea Santiago Sabaté, investigador en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf) y profesor de la Universidad de Barcelona. Más allá de las acciones que impulsen las autoridades y gobiernos, argumenta Sabaté, los ciudadanos deben mentalizarse de que deben cambiar de hábitos porque, si la gente actúa, esa implicación personal permitirá que se avance en la dirección correcta. “Aunque hemos de ser conscientes de que el planeta lo estamos cambiando y que será distinto el que verán nuestros hijos y nuestros nietos; no será exactamente a como era hace 100 o 200 años”, reconoce.

Su compañera en el Creaf, Alicia Pérez-Porro, es coordinadora científica en este centro de investigación y estuvo presente en la COP15 de Montreal. Para hacernos una idea de la capacidad de regeneración que tiene la biodiversidad, esta bióloga de formación recuerda el accidente nuclear de Chernóbil en 1986. Después de aquel desastre, la flora y la fauna han colonizado una zona arrasada por la radiación. Lo más importante, asegura la investigadora, es entender que la vida en la Tierra va a continuar sin la especie humana. “La biodiversidad es lo que comemos, lo que bebemos, lo que respiramos. Y sin ella, no podemos vivir. Pero cuando nosotros no estemos, la biodiversidad seguirá su curso y se recuperará como pueda, porque la vida siempre se abre camino”, vaticina.

Autopistas de la vida entre áreas protegidas

Más de dos tercios de los seres vivos de este planeta viven en áreas forestales, el 40% de la superficie terrestre está degradada y la diversidad biológica ha disminuido un 68% en los últimos 50 años. Los datos los aporta el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) Jorge Lobo. Para proteger la biodiversidad con garantías, sostiene este experto, es necesario “crear nuevos espacios protegidos y autopistas de la vida que permitan la comunicación entre ellos”. También se debe garantizar la participación de las comunidades locales y diseñar mecanismos eficaces de seguimiento y revisión, capaces de garantizar que los resultados de conservación vayan en la línea correcta.

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