La inteligencia artificial como escudo protector
Aplicaciones innovadoras permiten procesar fotografías satelitales y detectar patrones, esencial en defensa, y quien las domine obtendrá una ventaja estratégica

En la década de 1950, la visión de máquinas pensantes de Isaac Asimov en Yo, robot era una idea futurista, pero hoy, siete décadas después, la inteligencia artificial (IA) ha trascendido la ficción. Dicha tecnología no solo ha revolucionado industrias sino que también se ha convertido en un activo geopolítico crucial que puede funcionar tanto como un escudo de defensa tecnológica como un arma de ataque. De hecho, líderes mundiales como el ruso Vladímir Putin o el chino Xi Jinping han reconocido que el país que domine estos sistemas obtendrá una ventaja estratégica que podría traducirse en el liderazgo del nuevo orden.
“Hoy existen motores capaces de ‘pensar’, no como un ser humano, sino de una manera distinta pero igualmente poderosa”, afirmó Óscar Méndez, presidente de GenAiA, Asociación de IA Generativa. “En defensa, esto cambia todo: desde la estrategia hasta la ejecución”, aseveró. De acuerdo con el especialista, hay sistemas que pueden “ver”, procesando fotografías satelitales y detectando patrones, algo esencial en la defensa, donde no se cuenta con suficientes analistas humanos para revisar todas las imágenes que se reciben a diario. “Estos modelos son multimodales, capaces de combinar visión, texto y programación”, agregó Méndez.
Exigencia ética y responsable
Por ello, son fundamentales y comparables con tecnologías de gran calado. “La IA es crítica, no solo por su potencial, sino también porque, igual que la energía atómica, tiene un componente destructivo si no se controla. Si un país o región no controla su propia IA, dependerá de terceros y no podrá definir su propio destino”, reconoció Méndez. Europa —a diferencia de China y EE UU, países donde se produce la mayor parte de las patentes relacionadas con esta innovación— sale muy mal parada. “Pese a algunas decisiones valientes, como la creación de modelos propios para las lenguas europeas, como el proyecto ALIA, todavía estamos muy lejos. Sin embargo, esas decisiones son las correctas. Si Europa quiere ser soberana, debe apostar por desarrollar sus propios motores” advirtió el experto.
Pero además —añadió—, el Viejo Continente tiene la responsabilidad de desarrollar una tecnología responsable. “Europa es el único espacio realmente libre de los extremos del capitalismo salvaje o del autoritarismo tecnológico. Su modelo social busca proteger al ciudadano y eso debe mantenerse”. Y recalcó Méndez: “Regular no frena la innovación. Lo que la frena es no fomentar un ecosistema de pequeñas y medianas empresas capaces de innovar. En defensa, por ejemplo, no podemos depender de un solo campeón nacional. Necesitamos un tejido de start-ups y pymes que colaboren con las grandes compañías”.
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