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TRIBUNA
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La inteligencia artificial y el futuro de Europa: un momento decisivo

La clave para la innovación está en identificar y atraer a las mentes más brillantes brindándoles autonomía y apoyo financiero a largo plazo

Dos personas participan en un taller interactivo de tomografía por emisión de positrones en el nuevo centro de educación y divulgación del CERN, Science Gateway.
Dos personas participan en un taller interactivo de tomografía por emisión de positrones en el nuevo centro de educación y divulgación del CERN, Science Gateway.Union for International Cancer Control

La inteligencia artificial (IA) no es ciencia ficción: ya está transformando nuestro mundo. En los últimos años, los responsables políticos europeos han lamentado a menudo que el continente haya “perdido el tren” de la IA y, por lo tanto, han reflexionado sobre la posibilidad de que, al menos, no nos quedemos atrás en la próxima ola de innovación tecnológica, ya sea blockchain, el metaverso, la computación cuántica u otro campo emergente. Sin embargo, la IA ha seguido avanzando a un ritmo impresionante y es probable que apenas hayamos visto sus inicios. Sin duda, ha llegado para quedarse y sus implicaciones son profundas.

De hecho, el debate ya no gira en torno a si la inteligencia artificial cambiará el mundo, sino a cómo debemos prepararnos para ello. Si las dos primeras revoluciones industriales mecanizaron el procesamiento de la energía, la revolución actual está automatizando el procesamiento de la información, un ámbito mucho más cercano a la esencia de lo que nos hace humanos. A diferencia de las máquinas de vapor o los procesos de fabricación que competían con la fuerza y los trabajos manuales, la IA compite directamente con una de las capacidades definitorias de la humanidad: la inteligencia.

Por tanto no es sorpresa que la IA esté también transformando la naturaleza misma de la investigación científica, tanto en las ciencias experimentales ―como la física, la química o la biología― como en otros campos. El libro de la naturaleza, según Galileo, está escrito en matemáticas: en tanto en cuanto los fenómenos naturales son lo suficientemente simples, podemos explicarlos utilizando modelos matemáticos. Hoy, sistemas impulsados por IA son capaces de derivar automáticamente modelos predictivos de enorme complejidad a partir del análisis de grandes conjuntos de datos, generando un nuevo paradigma científico aplicable a un mundo complejo.

Más allá de las empresas y la ciencia, la IA cada vez más juega un papel determinante en la formación de la opinión pública, en procesos electorales, en cómo los sistemas jurídicos interpretan y expresan las leyes o en cómo compiten las naciones en el escenario geopolítico, desde la economía hasta la guerra. Ningún aspecto de la sociedad se mantiene intacto, incluso las artes están evolucionando, ya que el contenido generado por IA desafía las nociones tradicionales de expresión artística humana.

Fruto de este impacto transversal y profundo, encontramos una diversidad de voces sobre la mejor manera de avanzar. Los principales lugares que lideran en IA en el mundo tienen en su núcleo instituciones académicas destacadas, y el camino desde la investigación en IA hasta su aplicación suele ser más corto que en el resto de campos. ¿Deberíamos, por tanto, financiar la investigación básica en IA y esperar a que surjan ecosistemas innovadores a partir de ella? ¿O deberíamos más bien apoyar la transferencia de tecnología existente, priorizando las necesidades de nuestras industrias actuales?

Incluso dentro de la comunidad científica, no hay consenso más allá de la necesidad de realizar grandes inversiones en centros de datos y computación. Algunos investigadores de IA han abogado por la creación de una institución de investigación similar al CERN o el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL), dedicada a la investigación fundamental de IA; otros científicos defienden una gran iniciativa centrada en las aplicaciones de la IA a las ciencias. A primera vista, esto puede parecer un nudo gordiano irresoluble. Sin embargo, un desarrollo inesperado en China sugiere un camino alternativo.

DeepSeek, un modelo de IA desarrollado por un equipo pequeño y hasta ahora poco conocido, se ha convertido rápidamente en un serio competidor de otros modelos de IA generativa, lo que ilustra que la competición global en la carrera de la IA es global y creciente. El equipo detrás de DeepSeek está formado principalmente por graduados de las mejores universidades de China y financiado por un inversor privado que valora el talento por encima de todo. Este éxito nos recuerda una realidad crítica: incluso en IA, las innovaciones tecnológicas las desarrollan las personas, no los centros de datos o los clústeres de computación.

Las organizaciones y programas científicos europeos más exitosos, como la Sociedad Max Planck y el Consejo Europeo de Investigación (ERC), reconocen que la clave para la innovación revolucionaria radica en identificar, atraer y apoyar a las mentes más brillantes, brindándoles apoyo financiero a largo plazo para sus investigaciones y otorgándoles un alto nivel de autonomía. Este principio también ha sido decisivo para el éxito del sistema estadounidense de investigación académica y de los laboratorios de investigación en las empresas tecnológicas. Sin embargo, este principio puede verse eclipsado en la UE por una tendencia a favorecer una ciencia basada en proyectos en lugar de una ciencia centrada en las personas, lo que crea en los políticos la ilusión de que son la fuerza impulsora detrás de la innovación. Si bien la inversión en capital humano y talento es menos inmediata y tangible, sin duda tiene un mayor impacto en el largo plazo. El capital humano no se deprecia como las máquinas y los edificios, sino que se aprecia con el tiempo y es polo de atracción de otros recursos.

El reciente anuncio de la Comisión Europea para la creación de un Consejo Europeo de Investigación en IA es un avance fundamental que ―bien hecho― tiene el potencial de cambiar el rumbo de Europa. Su objetivo es invertir en los principales centros de IA en todo el continente y conectarlos, estando alineado con un esfuerzo similar por parte de la comunidad científica europea en los últimos seis años. Asegurar que una parte integral del mundo, Europa, continúe realizando investigación de excelencia en un entorno colaborativo, así como desarrollando modelos de código abierto es clave no solo para la competitividad sino también para maximizar las oportunidades de nuestro continente.

Acogemos por ello con satisfacción el anuncio de esta medida audaz y ambiciosa por parte de la Comisión, y le pedimos que adopte un enfoque centrado en el talento que priorice la excelencia y la libertad en la investigación. Esto enviaría una señal contundente al mundo actual, donde muchos de las y los estudiantes y jóvenes investigadores más talentosos del mundo aspiran a desarrollar una carrera en IA y tienen una gran movilidad. En un momento en que la IA está llamada a redefinir las economías, las sociedades y el propio conocimiento humano, Europa debe reconocer y aprovechar su activo más preciado: su gente.


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