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Radiografía de la seducción: de las frustraciones acumuladas a las trampas de las ‘apps’ de citas

El arte de provocar deseo en el otro vive a caballo entre el mundo digital y el analógico, creando no pocos equívocos. La impaciencia, mostrar las cartas demasiado pronto, la ausencia de misterio y el miedo al rechazo son factores que juegan en contra

Relaciones de pareja
Rita Abundancia

Pásense una noche por cualquier discoteca en plan antropólogo y verán que hay algo que imposibilita que la gente desconocida interactué y ponga en práctica sus acertadas o fallidas tácticas de seducción. Es probable que lleguen las cinco de la mañana sin que nadie mueva ficha. También puede pasar que alguien con un considerable grado de intoxicación etílica se haya acercado a otra persona que, si no ha tomado tantas copas, casi seguro saldrá corriendo. Algunas veces se da el match y dos perfiles encajan, hablan, se cambian sus teléfonos y hasta puede que abandonen juntos el recinto, pero lo más normal es que muchos vuelvan solos a sus casas, con sus prejuicios reforzados. A saber: “mujeres y hombres son todos iguales”, “las chicas ahora van sobradas”, “los tíos lo único que quieren es mojar el churro”, “visto el panorama, lo mejor es ahorrar dinero y largarse fuera, que ahí sí que se liga”...

Esta dificultad de establecer conexión se cimienta con los años y, al ir acumulando malas experiencias y exigencias, la cosa se complica aún más. Muchos tiran la toalla y se preguntan por qué en el cine es tan fácil conocer a alguien en un bar o supermercado y, entonces, empiezan a encontrar rasgos afines entre el género romántico y el de ciencia ficción. Otros se apuntan en uno o varios portales de citas, para acabar descubriendo que en la vida online tampoco se atan los perros con longanizas. Los más resueltos se inscriben en un taller de seducción para aprender las intrincadas estrategias de hablar con alguien y conseguir su interés en el terreno erótico. ¿Tan difícil nos resulta todo esto?

“La seducción siempre ha sido algo retador a lo largo de la historia de la humanidad. Ya Ovidio escribió entre el año 2 a.c. y el 2 d.c. El Arte de amar, tres libros que daban consejos sobre cómo cortejar y mantener relaciones amorosas”, apunta Javier Santoro, especialista en seducción, que imparte formación en esta materia, además de en otras muchas relacionadas con la sexualidad y la pareja. Santoro tiene poco que ver con esos coaches en seducción, generalmente varones, que se popularizaron hace algunos años y que destilaban una cierta misoginia en sus enseñanzas. “No hay datos objetivos para afirmar que la seducción resulte ahora más difícil que antes; lo que ocurre es que depende más de nosotros que en el pasado, porque ahora se exige más al otro. Pedimos estar con alguien que sea buen amante, amigo, compañero, con el que tengamos cosas en común, que sea alguien a quien admirar, buen padre/madre. Ya no estamos obligados a buscar pareja por la presión social o por la dependencia económica, como ocurría antes. Sin embargo, esa libertad implica también más responsabilidad y más presión o estrés a la hora de encontrar a alguien especial”, sentencia el también sociólogo y sexólogo.

Para Bárbara Montes Saiz, especialista en sexología clínica y terapia de pareja y directora de marketing y comunicación de la tienda erótica online Diversual, “el arte de la seducción no se está perdiendo, pero sí se está transformando con la llegada de las aplicaciones de citas”. “Se liga de otra manera y el mundo digital nos da una mayor sensación de control. Puedes pensar tus mensajes, subir fotos fantásticas, jugar con los tiempos, aparecer y desaparecer. Sin embargo, si solo nos movemos en este universo, la seducción analógica acabará oxidándose y perderemos habilidades sociales y de comunicación. Además, el coqueteo presencial estimula mucho más el deseo”, sostiene.

Si las agencias de matchmaking (las antiguas agencias matrimoniales) se nutrían hasta hace poco de personas de mediana edad sin ganas de verse expuestas en las redes sociales, ahora acogen también a jóvenes confundidos que se declaran no aptos para el flirteo. Montaña Vázquez, escritora y dueña de la agencia Tu Pareja Perfecta, en Madrid, explica al respecto: “Seducir se percibe como algo complicado, que ha perdido su carácter lúdico, de juego. A los hombres les da miedo molestar, no se atreven. Mientras ellas se quejan de que deben llevar siempre la iniciativa porque ya nadie les entra. En consecuencia, cada vez tengo clientes más jóvenes, desengañados de las apps de citas o que no quieren delegar algo tan importante como buscar pareja en un simple algoritmo”.

El miedo a molestar, al fracaso y a mostrarse vulnerable

En tiempos en los que se habla de la importancia del consentimiento, aunque no siempre se haya explicado ni entendido bien, algunos pueden ver la seducción como una práctica de riesgo que limita con el acoso. Algo así como forzar la situación para conseguir el ansiado match; y la consecuencia de este malentendido será la inacción o la espera a que el otro dé el primer paso.

Según Santoro, “es un tema difícil de verbalizar, y es fácil caer en los dos extremos. El primero es no hacer nada, ser pasivo y dejarlo todo al azar. Una buena forma de llegar a un mal destino. Por otra parte, hay que encontrar la manera de conectar con el otro sin molestar ni invadir, y el que recibe la propuesta también tiene la herramienta de decir que no. Es, por lo tanto, un reto emocional y comunicativo. Hay que tener iniciativa para conectar, pero también poner límites a lo que no queremos. Hay que actuar de manera honesta y respetuosa y tener en cuenta que, en la mayor parte de las malas actitudes, no hay tanta maldad como torpeza”.

Mentes inteligentes, resolutivas y con experiencia se vuelven ignorantes, poco operativas y miedosas cuando se trata de acercarse a alguien que les resulta atractivo. El miedo al fracaso y la inmediatez que nos ha imbuido el mundo digital son una muy mala combinación para el juego de la seducción. “El deseo es algo que se cultiva”, apunta Montes, “y la seducción es una inversión a medio-largo plazo, en la que se conoce a la otra persona. La impaciencia, mostrar las cartas demasiado pronto, la ausencia de esa pizca de misterio, el miedo al rechazo. Todos estos factores juegan en contra. Yo sugeriría que para empezar, lo primero que habría que hacer sería gustarnos a nosotros mismos. Convertirnos en esa persona interesante que ansiamos conocer, leer más, cultivar el cuerpo y la mente, vivir con entusiasmo y tratar de hacer las cosas que nos gustan”.

Para Vázquez, “seducir es inspirar ganas de estar contigo”. Y añade: “El problema es que el imperativo ‘tengo que gustar’ es el camino más corto para no gustar a nadie. El error primordial en este campo es no mostrarse auténtico, no mostrar tu vulnerabilidad, que se ve como un escollo cuando en realidad es nuestro mayor potencial. Cuando representamos un papel y no somos nosotros mismos se pierde la oportunidad de disfrutar del proceso, de dejarse llevar, porque todo lo que tiene que ver con la erótica, la sexualidad y el placer consiste en dejarse llevar y atreverse a sentir. El problema es que no nos arriesgamos porque queremos ganar”.

El espejismo de las aplicaciones de citas y sus infinitas posibilidades

Todos los grandes seductores de ambos sexos de la historia sabían que provocar el deseo en otros era una habilidad que exigía tiempo, estudio de la personalidad del sujeto y sofisticadas tácticas de acercamiento y comunicación. Hoy el tiempo es lo que falta y el exceso de oferta ha matado la magia y el cortejo. Si alguien no responde a nuestras propuestas a la primera, lo tachamos de la lista porque el mundo se ha hecho pequeño y accesible por obra y gracia de internet. Así pues, buscamos a la media naranja en países lejanos y no en el bar de al lado y delegamos las tácticas de acercamiento al buen hacer de Tinder.

“Hay mucho prejuicio en este tema, pero lo cierto es que la mitad de los norteamericanos encuentran ya a la pareja en los portales de citas”, señala Santoro. “Es un medio como cualquier otro. Dicho esto, al ser humano lo que le acomoda lo estropea y lo que le reta lo construye. El abuso de las relaciones estrictamente digitales nos resta habilidades sociales, y tener buenas relaciones es una dimensión fisiológica que determina la felicidad y la salud del individuo, según corroboran ya muchos estudios. Pero, además, yo siempre digo que una hora de conversación con una persona en directo es mejor que medio año por pantalla”.

El algoritmo tampoco permite segundas oportunidades o replanteamientos respecto al perfil que, inicialmente, se busca. “En el juego de la seducción hay que abrirse a todo lo inesperado que pueda pasar”, añade Vázquez, “las ideas preconcebidas son limitantes, porque lo que más atrae del otro no siempre es la altura o el color de pelo sino, más bien, cualidades como la educación, el saber expresarse y escuchar, el sentido del humor, la coherencia o mantener una cierta curiosidad por las cosas”.

“Yo siempre digo que hay que huir de la seducción infantil (cuanto más pasa de mí, más me gusta la persona); y de la adolescente (elimino todo lo que no se ajusta a mis parámetros)”, puntualiza Santoro, “no deberíamos invertir en una persona solo porque nos gusta, sino porque nos sienta bien. Ocurre como con la comida, no comemos lo que nos apetece sino lo que es más sano y nutritivo. Y yo diría que estamos en un momento de la historia que, por primera vez, la gente empieza a ser consciente de esto. La belleza y la capacidad de conseguir recursos, de proveer, han sido los dos grandes motivos de atracción durante siglos. Ahora empezamos a pensar que no todo es eso. Hay algo más, que tiene que ver con estar a gusto con la otra persona. Por eso la seducción nos pone tan nerviosos, porque hay mucho en juego”.

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Rita Abundancia
Periodista, sexóloga y autora de la web RitaReport.net.
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