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Zacarías Fievet no quiere ser el último pastor

Este joven de 29 años se crio entre ovejas desde pequeño y trata de transmitir sus beneficios a las nuevas generaciones. Además de heredar el oficio de sus padres, es divulgador de educación ambiental y fotógrafo. “La soledad en nuestra sociedad está mal vista”, lamenta para quien sus dos perros son su mayor acompañamiento

Zacarías Fievet pastor
Zacarías Fievet con su rebaño en el pirenaico valle de Chistau.Felipe Hernández Durán

En el pirenaico valle de Chistau, en plena alta montaña, el único sonido de fondo que se oye es el de las esquilas del ganado y los ladridos de los perros que lo custodian. Con ellos marcha un pastor que pasa el verano a casi tres mil metros de altitud en una cabaña y que baja al pueblo en contadas ocasiones. Nómadas y antisistema, así describe a los pastores Roberto Serrano, alcalde de San Juan de Plan (Huesca) y profesor de la Escuela de Pastoreo La Estiva, mientras toma un café mañanero en Casa Ruché, en el vecino pueblo de Plan. Uno de ellos es Zacarías Fievet, pastor de 29 años. Llegó al valle de Chistau para ser alumno de La Estiva, hoy es profesor y tutor de la misma y lleva 10 años ejerciendo de pastor de alta montaña. “Yo, que me he criado en este entorno, sí creo que este modelo de vida tiene sentido”, dice.

Fievet es hijo de pastores. Su madre es parisina y hace tres décadas fue a una escuela de pastores. Su padre acabó en Francia cuando desertó a la hora de hacer la mili. De ellos aprendió el oficio en el valle de Benasque. Cuatro de sus seis hermanos ―es el pequeño de todos― también son pastores. Para Fievet el problema de este oficio, que no está reconocido como tal, es el relevo generacional, a lo que hay que sumar que se trata de un sector masculinizado y envejecido. En 2024 a la escuela de La Estiva asistieron cuatro mujeres de un total de 10 alumnos y la edad media de los alumnos ronda los 35 años. Una vez salen con la formación hecha, se ponen a trabajar conduciendo rebaños (propios o ajenos), en una quesería o en cualquier otro sector agroalimentario. Al contrario que muchos otros jóvenes de su edad, urbanitas y sobrecualificados, Fievet es autosuficiente en el medio rural.

En Lisier, al fondo del valle de Chistau, mientras hace una cura a una oveja aplicándole miel como cicatrizante, Fievet lamenta que “la soledad en nuestra sociedad está mal vista”. Este pastor chifla más que habla y trata más tiempo con animales que con personas. Suele pasar unos 15 días seguidos durmiendo en una cabaña, junto con sus ovejas. Baja al pueblo, hace lo que tenga que hacer, y vuelve a subir. Así hasta el final del verano. Como en los picos a los que suele subir hay cobertura, no está incomunicado y siempre hay gente que sabe que está ahí arriba. “Al volver es como si no hubiese pasado el tiempo. No tengo contacto diario con la gente y, cuando regreso, en general la tónica es compartir. Y es mejor, porque en nuestras relaciones sociales no hay monotonía y las disfrutamos al 100%”, explica.

Ovejas del rebaño de Zacarías Fievet.
Ovejas del rebaño de Zacarías Fievet.Felipe Hernández Durán

Su rebaño es de 50 ovejas, pero ha pastoreados rebaños de hasta 3.000. Y con rebaños tan grandes, su trato con las ovejas es más contemplativo y de control. Su relación más cercana es con los dos perros que le acompañan, de raza pastor vasco del Gorbea, cruzado con border collie. Nada que ver con los mastines, perros que pueden evitar los ataques de los lobos y los osos. Son perros con los que no hay que interactuar, así lo dicen los carteles informativos repartidos por el valle para evitar situaciones desagradables entre los mastines y los excursionistas. Para Fievet, en los Pirineos se ha abierto la puerta al turismo, pero no se le está educando, lo que deriva en problemas entre el ganado que pasta a sus anchas por el monte y los turistas.

A pesar de lo tradicional de esta ocupación, gracias a la tecnología Fievet puede hacer uso de aplicaciones móviles e implantar localizadores GPS a modo de collares en varias cabezas de su ganado para localizarlas desde su teléfono móvil. Además de dicho dispositivo y ropa térmica, en la mochila que lleva consigo siempre mete una navaja, pan, agua, frutos secos, un táper con tomate y arroz, plantas ―como la caléndula y el geranio, que sirven para tratar la diarrea y hacen las veces de antiinflamatorio, antiséptico y hemostático para las hemorragias― y crema protectora solar.

Zacarías Fievet mirando su rebaño.
Zacarías Fievet mirando su rebaño.Felipe Hernández Durán

Durante el día, sus ovejas pastan. Mientras lo hacen, él, además de observarlas, aprovecha para comer, echarse una siesta, leer, tocar algún instrumento (clarinete, flauta, armónica), hablar por teléfono, identificar plantas y hacer fotos. La fotografía le sirve para mostrar el oficio de pastor y la ganadería extensiva, esa que permite a los animales gozar de una inmensa libertad. Gracias a la asociación Más que pastoreo, además, divulga sobre educación ambiental a los niños por toda España. También está volcado en lograr el certificado específico de profesionalidad para el pastoreo, lanzar su marca Cordero Natural del Pirineo y en potenciar Pastores de emergencia, un servicio de reemplazo ganadero para que el profesional que lo solicite pueda ir al médico, a una boda o tomarse unas vacaciones.

El pastor Zacarías Fievet con un cordero.
El pastor Zacarías Fievet con un cordero.Felipe Hernández Durán

“La ganadería extensiva no contamina, las ovejas pastan, las cabras desbrozan y es beneficiosa para todo el mundo, incluidos los que no comen carne”, sugiere. Aun así, Fievet es consciente que su situación y la de sus compañeros es complicada: “Nos dan subvenciones porque el valor del producto está por debajo de su coste. Cuando vendo un cordero lo que gano con esa venta es lo que me gasta el animal todo el año. Lo que me queda de sueldo es la subvención. Tendrían que pagarnos por pastorear a los ganados extensivos y no por producir. No podemos competir con la ganadería intensiva”. Para que este modelo funcione, el pastor tiene claro que los ganaderos se tienen que asociar, turnarse para pastorear durante semana y media, mientras los demás descansan o hacen otra cosa. Según él, un pastor y los perros son suficientes para pastorear un rebaño de unas 900 ovejas. Para demostrarlo, Fievet silva y las ovejas van a su encuentro.

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