Macetas: tipos, tamaños y propiedades para cultivar con éxito
Los tiestos fabricados más comunes son de plástico, menos pesados y de bajo coste, y los de terracota, biodegradables y con paredes porosas. Pero lo esencial en cualquier contenedor es que permita un drenaje óptimo del agua y la evacúe con facilidad para asegurarse una planta con raíces sanas
Maceta, tiesto, contenedor. Estos tres nombres son sinónimos para hablar del receptáculo que obra el milagro de cultivar una planta fuera de la tierra. Este recipiente sustenta el sustrato necesario para que las raíces de los vegetales puedan desarrollarse. Hay una auténtica infinidad de tipos de macetas para criar las plantas, y todas y cada una de ellas tiene alguna peculiaridad.
Si hay que comenzar por alguna de ellas, quizás la primera sería la de los materiales con los que estos recipientes están fabricados. Los más habituales son el plástico y la terracota. Ambos gozan de buenas cualidades, pero también pecan de defectos. Habría de establecerse una comparativa por su capacidad para degradarse. Como bien es sabido, el plástico es un material que tarda interminables años en descomponerse, con el consiguiente daño ecológico si no se recicla apropiadamente. En cambio, la terracota es biodegradable, a pesar de que todavía es fácil encontrar restos de tierra cocida de tiempos inmemoriales, para fortuna de los amantes y estudiosos de la antigüedad y de lo bello. Asimismo, habría que mencionar la excesiva dependencia del plástico que todavía tiene la industria jardinera.
De todas formas, algo innegable son las cualidades que hacen del plástico un material apropiado para la fabricación de macetas. La primera es el bajo coste, seguido de su resistencia ante el frío y demás inclemencias climatológicas. Además, es ligero, lo que es perfecto para terrazas donde haya que reducir el peso, por ejemplo. Eso sí, sería necio negar que la terracota tiene una mejor calidad estética, además de una mayor estabilidad que las macetas de plástico, gracias a su masa. Los contenedores de terracota cuentan también con una característica conocida, como es la de evaporar el agua a través de sus paredes porosas, una cualidad que favorece en parte la eliminación del exceso de agua, siempre y cuando la terracota no esté recubierta con un esmaltado o vidriado. En este último caso, la porosidad no estará presente. Asimismo, tienen una pared más gruesa que impide parcialmente el excesivo recalentamiento de las raíces de las plantas por la incidencia de los rayos de sol, algo que sí ocurre en las macetas de plástico, de paredes muy finas.
Aparte del material, algo que condicionará de forma directa el cultivo de las plantas es la cantidad de agujeros con los que cuente la maceta. En las de terracota, lo más frecuente es que posean solo uno, que puede estar colocado en el fondo o en un lateral. En este último caso, es casi indispensable que se coloque un trozo de ladrillo en la base de la maceta, en el lado opuesto a donde se encuentre el agujero. Así el agua encontrará fácilmente por donde desaguar. Si el agujero está en la base, es apropiado cubrirlo con un trozo cóncavo de terracota, obtenido de un tiesto roto. A modo de cúpula, evitará que el sustrato salga un poco con el primer riego. Muchas personas suelen taponar estos agujeros de drenaje, al pensar que el sustrato se va a perder por allí en cuanto se riegue. Nada más lejos de la realidad, ya que, si ese sustrato tiene calidad, sus partículas se traban entre sí, cohesionándose e impidiendo que se cuelen por los agujeros de drenaje. Si la mezcla es muy arenosa, se puede echar una fina capa de sustrato universal en la parte baja, para que actúe de filtro e impida su fuga.
Por el contrario, en las distintas macetas de cultivo profesional la base del recipiente se llena con una proporción enorme de agujeros de drenaje. Cuantos más agujeros tenga la maceta, mejor será la capacidad de evacuación de agua, lo que es muy positivo para la planta. Y no solo es el número, también los distintos niveles a los que se encuentran esos agujeros permite evacuar de forma efectiva una buena cantidad de agua. Esto permite una mayor oxigenación en la parte radicular del vegetal, lo que es indispensable para que las raíces puedan desarrollarse sanas y con vigor. Una maceta en la que se acumule el agua excesivamente comprometerá la salud de la planta, que es más propensa a contraer enfermedades ocasionadas por hongos de raíz, por ejemplo, o a la pérdida y pudrición de muchas de sus raíces. Es en la parte baja de todas las macetas donde se acumula mayor cantidad de líquido, en lo que técnicamente se llama la tabla de agua. Allí, cuando el sustrato se ha secado en la parte superior del tiesto, todavía quedará agua disponible para las raíces de la planta. Por eso debemos estar muy pendientes a no excedernos con la frecuencia de riego, si no queremos que la parte baja de la maceta tenga siempre agua retenida. En consecuencia, para una mayoría de plantas de interior es beneficioso dejar que las raíces bajas agoten en buena parte esa agua de la zona inferior, favoreciendo así la presencia de oxígeno en aquellas profundidades. Como muy bien ilustra la experta cultivadora Mercedes García Bravo, un palillo largo de madera que se pinche en el sustrato puede ilustrar si todavía la parte baja del sustrato está mojado y tiene agua.
Cuando regamos es conveniente que el sustrato guarde el máximo de agua para el que está preparado. De nuevo, si el sustrato es bueno significará que retiene una buena cantidad de agua, pero sin comprometer la aireación radicular. Una vez que la maceta evacúa el agua sobrante, el sustrato mantendrá una proporción perfecta entre el agua y el aire necesario para la mencionada salud de las raíces. En ese correcto equilibrio es donde se encuentra parte del éxito en el cultivo de plantas en contenedor. El porcentaje dependerá del tipo de planta, ya que las habrá que prefieran menor cantidad de agua en el sustrato que otras, por ejemplo.
Un factor de la maceta que interviene directamente en el desarrollo de la planta es el tamaño. En general, se podría decir que cuanto más grande sea la maceta mayor volumen de sustrato podrá contener, y eso significará más agua y nutrientes a disposición de las raíces, siempre y cuando el sustrato reciba su dosis de abono periódica. De este modo, si queremos que el ficus del salón crezca como si no hubiera un mañana habría que pensar en aumentar el tamaño de la maceta, para facilitar su desarrollo. Este principio se puede relativizar con macetas más pequeñas, solo si se aporta al menos un par de abonados sólidos al año, al inicio de los momentos de mayor crecimiento activo de la planta; esto es, en primavera y en otoño.
También se podría hablar de las jardineras, tan socorridas y frecuentes en las terrazas de toda España, de las bandejas de alveolos, de los recipientes para hacer semilleros y, en general, de otros factores asociados al buen cultivo en contenedores, como los acolchados, la forma de la maceta, etcétera. Pero todo esto es otro tema por tratar. Como colofón a este somero repaso por algunas características de las macetas de cultivo, se podría concluir que, para que sean aptas para que una planta crezca feliz, han de contar irremediablemente con un drenaje óptimo y evacuar el agua sobrante con facilidad. De esta forma, el aire formará parte importante del sustrato y las raíces podrán realizar sus funciones vitales con normalidad. Y si la planta está sana allá abajo, lo estará allá arriba.
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