_
_
_
_

Enterrar a un pequeño ser querido en el primer cementerio de animales de España

Fundado en 1972 en una pequeña localidad que recuerda a Ludlow, el lugar en el que se ambienta la famosa novela de Stephen King, este camposanto se llama como la sátira de Evelyn Waugh protagonizada por un poeta que entierra mascotas: ‘Los Seres Queridos’

cementerio animales barcelona
Un hombre escocés de avanzada edad deja pequeñas piñas piñoneras en el nicho donde descansa el perro de raza pastor alemán que le salvó del incendio de su casa y en el que murió al intentar salvar a su mujer e hija, en el cementerio catalán Los Seres Queridos, en junio de 2022.Kike Rincón
Laura Fernández

El año 1948, Evelyn Waugh publicó una divertidísima novela protagonizada por un joven poeta empleado en una funeraria especializada en animales domésticos. “¿Qué dicen la mayoría de los clientes? Quémelo con poco gasto, señor Schultz, lo mínimo necesario”, se molesta el propio señor Schultz en un momento determinado de la historia ante el joven poeta. No entiende por qué semejante desdén cuando se trata de enterrar a una mascota que no ha hecho más que adorarle cuando sería capaz de gastarse una fortuna en enterrar a un pariente que no hubiese hecho otra cosa que odiarle. Assumpció Padró no es el señor Schultz, pero sabe de lo que habla. Lleva un tiempo al frente de su propio cementerio de animales. El primer cementerio de animales de España. Llamado, curiosamente, como la novela de Waugh: Los Seres Queridos.

“No he oído hablar de ella”, dice Padró, abriendo la chirriante verja de hierro que da acceso al cementerio en el que descansan más de 11.000 mascotas. El lugar en el que se encuentra tiene algo de Ludlow, el pueblo ficticio de Maine en el que Stephen King situó su Pet Sematary, el más famoso y macabro de los cementerios de animales que han existido jamás. Situado en una zona boscosa, en el término municipal de Torrelles de Llobregat (Barcelona), hay, de camino, casas aquí y allá, y una serpenteante carretera sin arcén que parece estar alejándose de todo y, en realidad, lo está haciendo. El último tramo está sin asfaltar y no tiene salida. Solo se oye el canto de los pájaros, el ladrido del Golden Retriever que vive con las tres familias ucranias acogidas en una casa cercana, y el chasquido de las hojas muertas que no pueden evitar pisarse en todas partes.

Una tumba con varios animales en el cementerio de pequeños animales de la localidad de Torrelles de Llobregat en Barcelona.
Una tumba con varios animales en el cementerio de pequeños animales de la localidad de Torrelles de Llobregat en Barcelona.Kike Rincón

No ha habido ningún entierro ese día, y Sebastià, el jardinero que se ocupa del cuidado del recinto, repleto de cipreses, con caminos arbolados entre las lápidas y los pequeños nichos, habrá contestado alguna que otra llamada. “Solemos tener un par al día”, dice Assumpció, mientras enciende un cigarrillo. Fue su padre quien fundó el cementerio, en 1972. “Yo tenía 13 años, no me pareció nada raro”, recuerda. Su padre quería enterrar a la perra familiar, Negrita, y no tenía dónde hacerlo. Allá donde la enterrase podía acabar siendo desenterrada en cualquier momento. En Torrelles se dedicaban y aún se dedican al cultivo de la cereza. “Su amigo Josep le dijo entonces a mi padre que por qué no utilizar parte de sus tierras para montar un cementerio de mascotas. Le pareció una buena idea, y así fue cómo empezó”, dice.

La lápida de Negrita es sencilla. Ni siquiera pone su nombre. Solo puede leerse “Mai us oblidarem” —”Nunca os olvidaremos”— porque, dice Assumpció, “ahí dentro no solo está Negrita sino todas las mascotas que hemos tenido desde entonces”. De hecho, es rara la tumba que alberga una única mascota. Una vez alquilas un nicho o una fosa puedes oficiar tantos entierros en ella como necesites. El cliente paga un precio por el entierro (que oscila entre los 90 y los 149 euros), y una cuota anual por el nicho (la del más pequeño es de 35 euros, la del grande, 70) y por la fosa (también de 70). “Tenemos una clienta que entierra a menudo cobayas, y cada vez que entierra una, viene con una caja repleta de moscas. Dice que su marido es un bruto y que las mata y que a ella le dan pena y que las guarda en el congelador para enterrarlas con la siguiente cobaya”, dice Padró.

Assumpta Padró, gerente del cementerio de pequeños animales.
Assumpta Padró, gerente del cementerio de pequeños animales.Kike Rincón

Como en todo cementerio, hay muertos famosos. El más famoso de todos es Dan, un pastor alemán de la Cruz Roja que salvó a 56 personas en el atentado de la sala de fiestas Scala de Barcelona. “Aquel entierro fue multitudinario”, recuerda Assumpció que, por entonces, 1980, tenía 21 años. “El hijo de uno de los supervivientes aún viene una vez al año a visitar la tumba”, dice a continuación. Susurra porque acaba de entrar un cliente. “Ese señor viene cada día”, dice. “Su mujer y sus hijos murieron en el incendio de su casa. No sabe cómo, el perro consiguió sacarle a él. Y luego entró a por los niños, y ya no salió. Nos ha pedido que, cuando muera, saquemos los restos del animal y lo entierren con él”, cuenta. El nicho está atiborrado de motivos navideños. Lo que hace cuando sube a la escalera es reordenar lo que hay dentro, y quedarse callado, mirándolo.

Cuando en 1989 se estrenó Cementerio de animales, la película basada en la famosa novela de Stephen King en la que un viejo cementerio indio, un cementerio micmac, devuelve a la vida a toda mascota —y no solo mascota— que se entierra en él, “llamaron un montón de chavales, que pedían visitarlo”. “Y abrimos un par de domingos para ellos”, recuerda Assumpció, que tampoco sabía que la película se basaba en una novela. ¿Y ha pensado en alguna ocasión en convertir el lugar en un reclamo turístico? Después de todo, tiene cerca Catalunya en Miniatura, suerte de parque temático que atrae a turistas a diario. “Nos lo han ofrecido muchas veces, pero no me parece bien. La gente viene aquí a estar sola, a despedirse de sus mascotas, no a dar ningún espectáculo. Cuando empezamos, cobrábamos entrada precisamente para que nadie viniera porque sí”, recuerda.

Tumba del perro Thor en el cementerio de pequeños animales.
Tumba del perro Thor en el cementerio de pequeños animales.Kike Rincón

Recuerda que había quien venía a reírse de aquellos que enterraban a sus mascotas. “Entonces no se entendía, había a quien le parecía divertido que alguien quisiera a su animal de compañía lo suficiente como para enterrarlo. Así que decidimos que si alguien quería entrar porque sí tenía que pagar 125 pesetas”, dice. En aquella época se enterraban —siempre sin ataúd, y al día siguiente de su muerte— otro tipo de animales. “Había un mono, al menos 12 serpientes, camaleones, iguanas. Hoy hay sobre todo perros y gatos, pero también conejos, alguna gallina, un pato, y lo más raro, tres colas de caballo”, enumera. Los entierros más tristes son los de los perros guía. “Los dueños sienten que se les va una parte de su vida”, señala Assumpció, ante la tumba de Dama, según reza la inscripción, “la única que me ha querido”.

En la pequeña oficina sin ventanas del recinto hay una nevera, pero no hay en ella restos de mascotas, como los había en El Más Dichoso de los Cotos de Caza, la funeraria especializada en animales domésticos de Los seres queridos, de Evelyn Waugh, sino botellas de agua. En el folleto, fotografías antiguas, y una vista de la entrada en la década en la que aún tenía nombre inglés, The Loved Ones. Es por la tarde, un sábado de finales de junio. Hay juguetes de goma mordisqueados en vez de flores en los nichos —”Adéu, Scrappy”; “Laika, mi niña fiel”; imágenes de perros al volante, y un Doc aquí y un Calcetines allá—, y un diminuto cruce de bodeguero olisqueando. “Es la Chula, vive en la masía de ahí al lado, y siempre está por aquí”, dice Assumpció, que ha vuelto a encender un cigarrillo. Los pájaros siguen cantando.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Laura Fernández
Laura Fernández es escritora. Su última novela, 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus' (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_