_
_
_
_
bocata de calamares
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El imperio navideño contra los rebeldes melancólicos

Es la época más triste del año: días cortos, bajas temperaturas, estrés, ausencia de seres queridos... el peso del paso del tiempo. Pero, a pesar de predicar el amor, la Navidad es muy cruel con sus disidentes entristecidos, a los que se suele retratar como aguafiestas o malvados

Un hombre disfrazado de Papa Noel calienta antes de participar en la carrera popular navideña de Skopje, Macedonia del Norte, el 29 de diciembre de 2024.
Un hombre disfrazado de Papa Noel calienta antes de participar en la carrera popular navideña de Skopje, Macedonia del Norte, el 29 de diciembre de 2024.GEORGI LICOVSKI (EFE)
Sergio C. Fanjul

A mí la Navidad me pone triste porque me acuerdo de mamá. Mamá murió hace dos años. Lo más terrible es que son solo los dos primeros años de la eternidad que va a pasar muerta.

La Navidad, sin embargo, también me ponía triste antes, porque éramos solo dos celebrando, ella y yo, y no nos parecíamos en nada a las familias canónicas que salen en los anuncios: las familias como Dios manda.

Mamá cocía langostinos y, con el fumet, yo preparaba sopa de marisco, y luego cenábamos mirando los especiales de la tele. Tras el brindis, a falta de familia extensa, nos tumbábamos a ver series, y eso estaba bien.

En la última Navidad de mamá, mamá estaba enfadada, porque intuía que era su última Navidad: recién habíamos sabido que su páncreas se había vuelto loco y que la iba a matar. Yo tenía esa certeza, que no iba a cumplir un año más. Ella también, pero se hacía la despistada.

Así que se fue pronto a la cama, y no hubo ni Breaking Bad ni Juego de Tronos. Yo me quedé en el salón, bebiéndome solo la botella de sidra El Gaitero, mientras en la tele cantaba Raphael con Ana Torroja. Todo el mundo parecía muy contento en aquel programa grabado que simulaba una fiesta.

Pensándolo bien, estas son las fechas más tristes del año, por mucho que luego se hable del Blue Monday: quizás no sea casualidad que en estos días se desee obsesivamente la felicidad por doquier y que la ciudad se llene de luces, tardeos y regalos. Hay que levantar la moral de la tropa.

La gente está triste en Navidad porque el fin del año evidencia que el tiempo pasa sin compasión. Y porque son los días más cortos y reina la oscuridad: no me quiero imaginar el terror de los humanos pretéritos, cuando se ignoraba el sistema heliocéntrico y la inclinación del eje del planeta, y parecía que los días se iban a acabar para siempre, hasta que, uf, una vez pasado el solsticio volvía el sol invicto a prometer la primavera.

La gente está triste en Navidad porque su familia no se parece a las familias que comparten en la tele Ferrero Rocher y Codorniú, o porque, si se parece, con muchos tíos, y primos, y abuelos, resulta que el abuelo se está muriendo, los tíos no se soportan y hay un primo en busca y captura. ¿Por qué no podremos ser normales?

La gente está triste en Navidad porque hay ajetreo, y estrés, y compromisos, y no ha cumplido sus objetivos, establecidos un año atrás, de petarlo y alcanzar la libertad financiera y unos abdominales de infarto. Y porque hay gente que es tímida, o melancólica, o ha perdido a seres queridos y su ausencia pesa mucho en estas fechas tan entrañables, cuando hacemos balance vital y recuento de afectos.

No creo que la felicidad hipertrofiada que se intenta transmitir se base en la suma felicidades individuales, sino que, más bien, es un artificio sostenido sobre muchas y diversas penas pequeñas. Son felices en Navidad los niños, a los que mesmerizamos con estímulos coloridos y regalos, y los veinteañeros, que pueden salir de fiesta todo el rato. La alegría navideña es inversamente proporcional a la edad. Y muchos somos presa de una disonancia cognitiva: ¿por qué no soy feliz cuando todo indica que hay que serlo?

A pesar del pretendido clima de amabilidad y empatía, las personas que viven la Navidad con tristeza no son acogidas y validadas, sino que son vistas como gafes o aguafiestas. Y los personajes escépticos en las obras de ficción son retratados como avaros, rancios, secos o, directamente, malvados. A las víctimas de la Navidad, más que acogerlas, se las señala.

La Navidad imperial, a pesar de predicar la solidaridad y el amor, ya sin Cristo de por medio, a base de corbatas, perfumes, langostinos y cocaína, quiere ser tierna con sus fieles, pero es muy cruel con sus disidentes más tristes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_